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El último baile con Bowie

El artista británico David Bowie, piedra fundacional del glam rock e influencia de cientos de músicos y creadores en el planeta, murió, a los 69 años, en Nueva York, el 10 de enero del 2016, tras dejar uno de los más sólidos referentes de la cultura occidental de la segunda mitad del siglo XX en adelante.

Fotograma del videoclip del single Lazarus.

Por Diego Cazar Baquero / @dieguitocazar

«Mira aquí arriba, estoy en el cielo, no tengo nada más que perder. Seré libre”.

(fragmento de la letra de Lazarus, del álbum Blackbird)

Luego de luchar durante 18 meses contra un cáncer, dos días después de cumplir 69 años y de presentar -tras un largo distanciamiento de los escenarios de 12 años- su último disco, Blackstar, el músico y actor británico David Bowie murió el 10 de enero del 2016.

Su legado para la música del siglo XX y del XXI pasa por haber diseñado toda una época sobre los escenarios con su estilo andrógino, su versatilidad y su permanente puesta en escena de carácter teatral. Pero también por haber hecho trascendente el sonido de su tiempo como una huella que, lejos de ser nostálgica, permanece plenamente vigente.

En la escuela –a sus nueve años– el pequeño David Robert Jones bailó como si estuviera poseído. Había escuchado a Elvis Presley y entonces supo que la música era capaz de sacudirlo de maneras inimaginables. Elvis habría detonado en el pequeño David una de las claves de su carrera: la música también se ve. En 1960, para que no lo confundieran con el vocalista de The Monkees, Davy Jones, David se rebautizó por primera vez, en honor a Jim Bowie, el creador de un famoso cuchillo de caza llamado ‘Bowie’.

IMG_5496El cine y la literatura de la época tejían tramas en las que una de las mayores garantías de éxito tenía que ver con una invasión alienígena, secuestros, conflictos y desenlaces que dieran la victoria al héroe terrícola. Eran años de posguerra y la guerra fría era también representada en las pantallas de las salas de cine: 2001, odisea en el espacio, o Solaris, eran muestras fieles. La primera fue la influencia directa para la composición de Space Oddity, lanzada al mercado en 1969 y pensada por Bowie para que coincidiera con la llegada del Apolo XI a la luna. Silencio extendido. Pantalla negra, sicodelia, estilo y vacío.

En una entrevista publicada el 22 de enero de 1972, un David Bowie seductor, pintado con la lozanía de lo formal y el misterio de lo animal le dijo al periodista de Melody maker Michael Watts: “Soy gay y siempre lo he sido, y sé que después de esto se va a desatar todo el puto infierno”. ¿Acaso alguien advirtió que ese momento significaba el parto de Ziggy Stardust, su nueva y exitosa identidad? Dos años antes del anuncio, Bowie se había casado con Mary Angela Barnett y habían traído al mundo un hijo. Durante esos dos años de matrimonio publicó dos discos que por entonces pasaron sin pena ni gloria: The Man Who Sold The World (1970) y Hunky Dory (1971), por culpa de lo que se vino en junio de 1972.

IMG_5493“Pidamos un deseo y nos veremos en un escenario al revés con guirnaldas en el pelo”, es una de las frases de Velvet Goldmind, la película que Todd Haynes montó para aludir a la historia que juntó a David Bowie y a Iggy Pop en uno de los encuentros más célebres de la historia de la música contemporánea. El personaje Brian Slade es la alusión a David y Curt Wild representa a Iggy. Velvet Goldmine es también el nombre de un tema incluido en el disco The rise and fall of Ziggy Stardust an the spiders from Mars (1972), la consagración de un personaje de culto para el pop mundial y la piedra fundacional del glam rock. Pero también, la razón de que sus álbumes anteriores hayan pasado casi desapercibidos en la época. Ziggy no era el hombre de Angela. Ziggy era un alienígena heroico encarnado en un sobreviviente del punk británico. A sus 25 años, ese intruso llamado Ziggy cometió con David algo así como un secuestro. Una nueva posesión. Para la pareja Bowie-Barnett esto pudo haber sido vivido como un abandono de hogar, pues ya nadie quería en casa a un andrógino escuálido que habitara los escenarios y los estudios de grabación, se acostara a juguetear con Mick Jagger para ver televisión o apareciera en revistas en lugar de poblar los álbumes de fotos de familia.

Es que no era una declaración de homosexualidad lo que hizo. Se trataba de una toma de posición frente a una suerte de conato de bisexualidad. Era una declaración que rompía los binarismos. Había más que ver en el mundo de entonces. Mucho más que solo varones dadores de sustento y sex appeal y mujeres procurando sus libertades sexuales, mostrando sus pechos y sus florecitas en el cabello. Ese flower power inocente y bonachón había pasado a ser el gran sofá donde se acomodaron los hippies, había pasado la agitación y la protesta se dormía en el diván de la maravilla. El punk, mientras tanto, se olvidaba del estilo. Agitaba guitarras y echaba abajo cristales pero no provocaba a los sentidos. Para David Bowie, esa declaración, tras el paso de los años, era más bien una actitud de irreverencia. En 1983 dijo a Rolling Stone que el haber declarado eso a Melody Maker fue el peor error. Pero en el 2002, se desmintió públicamente y aclaró: “No creo que fuera un error en Europa, pero fue mucho más difícil en los Estados Unidos. No tenía ningún problema con que la gente supiera que era bisexual. Pero no tenía ganas de portar ningún estandarte o ser el representante de ningún grupo de personas. Yo sabía lo que quería ser, compositor e intérprete, y sentí que la bisexualidad se convirtió en el titular desde ese momento y por largo tiempo. Estados Unidos es un lugar muy puritano y creo que esto se interpuso en el camino de muchas cosas que quería hacer”.

El bailarín Lindsay Kemp es para Bowie un detonante creativo y quien sembró en las necesidades estéticas del músico la importancia de lo visual. Más allá del espectáculo bizarro y extravagante que habían puesto en escena Alice Cooper u Ozzy Osbourne, el glamour merecía un lugar privilegiado para él y Kemp veía en el teatro, la comedia y en el mimo, en particular, los caminos hacia nuevas formas de expresividad. Había que darle elegancia a la mentira y Kemp era la puerta para explorar un universo de posibilidades que rebasaba el sencillo performance del rock star. Se trataba de deformar al cuerpo y al escenario y para conseguirlo ya había suficiente experiencia. Bowie, desde entonces, marcó la estética del rock y figuras de la talla de Queen, Mötley Crüe, White Zombie, entre muchos otros, han tenido en Bowie al maniquí más totémico de la industria del espectáculo. “Era un artista, yo solamente ayudé a que se liberaran su ángel y su demonio”, dijo Kemp en una entrevista memorable.

IMG_5494Cuando Iggy Pop apareció en la vida de David, sus instintos parecieron haberse abierto absolutamente a la posibilidad de la homosexualidad. Claro. Había tanto de femineidad como de virilidad en los cuerpos de los dos que el encuentro funcionaba, tanto para sus expectativas íntimas como para el mercado que demandaba de ellos un nuevo espectáculo. The show must go on, dirían Mercury o Pink Floyd. Y ya lo diría también Angela Bowie: “Eran dos bon vivants que malgastaban el dinero. Compraban tanta basura creyendo que vivían en los años 20 o los 30. Me daban ganas de vomitar… No puedo decir lo nauseabundo que era”. El sufrimiento de Angie y su condescendencia con el personaje que había tomado el cuerpo de su esposo fue parte de la inspiración que Mick Jagger usó para componer la bella balada que lleva su nombre.

David Bowie ha sido siempre el ejemplo del desdoblamiento, el extrañamiento frente a una entidad que asegure la trascendencia ante el riesgo de la muerte del creador indefenso. Ante la inminencia de que el cuerpo desaparecerá. David fue más que solamente un espectáculo. “Justo después de irse todo a la mierda nos separamos y Brian se convirtió en otro. Siempre había sido otro”, dijo la señora Slade, en Velvet Goldmind. Había que matar a dios. Cuando Bowie anunció en vivo que no habría más Ziggy sobre el escenario, algo se quebró en el imaginario de los grandes públicos. Pero era necesario recluirse y reinventarse.

En EEUU, Bowie exploró el soul y grabó con John Lennon su éxito Fame, luego se marchó a Berlín para aislarse junto con Iggy Pop y produjo con Brian Eno los álbumes Low, Heroes y Lodger, conocidos como la trilogía de Berlín y uno de los cimientos del movimiento electrónico de los ochentas. Época de experimentos como el hiperfamoso Under Pressure, con Queen o Dancing in the Street, con Jagger. Época de la crisis soviética, la Perestroika y el fin de la Guerra Fría.

En su disco The next day (2013), David evocó su etapa solitaria y dramática en Berlín. El tema Where are we now? Planteaba la duda. ¿Dónde estaba Bowie hace seis años? ¿Dónde está ahora Bowie? Acostumbrado a ausencias duraderas, el camaleón se apartó hasta editar a principios de los dosmil los álbumes Heathen Reality (2003), llegando a los primeros sitios de las listas británicas. Desde entonces, hasta su anuncio en enero de 2013 del lanzamiento de The next day, en marzo, el artista se había relegado a la vida familiar.

IMG_5492Pero el anuncio de que el 8 de enero del 2016 presentaría su último trabajo, Blackstar, que además llegó con un videoclip como adelanto del single Lazarus, agitó a una fanaticada que ya alcanza tres generaciones. Y apenas tres días después, la noticia de su muerte en Nueva York sacudió al mundo. El mensaje de su cuenta oficial de Twitter no dejó ápice de dudas:  “David Bowie ha muerto en paz hoy rodeado de su familia, después de una valiente lucha de 18 meses contra el cáncer. Mientras muchos de ustedes compartirán la pérdida, pedimos respeto a la privacidad de la familia durante su tiempo de dolor”.

Madonna se declaró “devastada” por la muerte del Duque Blanco. Roger Taylor, retuiteó el tuit de la cuenta oficial de Queen con la frase “Este es nuestro último baile”, adjuntando el videoclip de Under Pressure. Iggy Pop escribió: “La amistad con David fue la luz de mi vida. Nunca conoceré persona tan brillante como él. Él fue el mejor”.