Por: Alexis Cuzme / @marfuzzine
me gustaría matarme y no lo hago. por amor.
duerman tranquilos. mi amor no termina. en la muerte nada hay
de nuevo
nada que hacer
mi presencia tiene presencia eterna.
Pedro Gil, Me gustaría matarme por amor
El presentador está convencido de que Pedro Gil únicamente escribe poesía, de que su obra literaria publicada se ha basado exclusivamente en poemas. Nadie es capaz de levantarse de su asiento y soplarle, tras el escenario, y decirle que se ubique y que rectifique: El príncipe de los canallas (Mar Abierto, 2014) es un libro de relatos, con nueve historias.
Pero, ¿qué sabe un presentador de libros? ¿Por qué culparlo de algo que evidentemente ignora? Quizás por eso el autor no se inmuta, observa todo con la concentración de un criminal a punto de atacar: sentado, paciente y oculto bajo sombras.
La norma que se apodera
Viernes treinta de mayo. Seis y media de la tarde. Sala de conciertos Horacio Hidrovo Peñaherrera. Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí. Manta. El público no alcanza las cien almas, pero eso no importa. Están quienes han querido, no quienes han sido obligados, como sucede con frecuencia por estos lares.
Pedro ha entrado minutos antes, en precipitada carrera. Ha saludado fugazmente a quienes lo conocen y ha llegado abrazado a un cartón con sus libros. Los mismos libros que más adelante obsequiará.
El evento transcurre con esa normalidad institucionalizada que incluye música (la apertura está a cargo de un saxofonista que, coincidencialmente, lleva el apellido de Pedro), danza (Prema, danzando al son de una “Manta hermosa”, mientras detrás de ellos se proyecta la cara B de la ciudad) y canto (una integrante del grupo de artes escénicas Palosanto y un lagartero hacen de las suyas). Una institucionalización a la que el autor no ha podido escapar.
Pedro Gil, desde dos miradas
“Es una grieta oscura en la fachada de la realidad, desde donde Pedro Gil lanza sus naipes sobre la mesa del lector para ver cuánta verdad puede soportar”, lee Rut Román. No se refiere a El príncipe de los canallas, sino a Crónico, el poemario publicado en el 2012 que se reedita junto al libro que esta noche se presenta. “Historias desmembradas de nuestra realidad sórdida; invectiva no exenta de humor corrosivo para condenar todo lo que tenemos por sagrado; rastreo crudo y feroz en las vísceras ocultas de la condición humana –aquellas que rehuimos por arrogancia o santurronerías-, fluyen por las páginas de El príncipe de los canallas…”, lee María Isabel Silva, pareja de Pedro. Son letras de Marco Antonio Rodríguez, quien no ha podido asistir. Dos miradas a la obra de Pedro: la poética y la narrativa. Dos miradas que convencen de que el trabajo del autor mantense es una fragua de la experiencia. Sí, finalmente, Pedro es un fabulador. Entrar a su obra para verlo en cuerpo entero es una pérdida de tiempo.
Pedro Gil quiere morir
Decir editorial Mar Abierto es decir Ubaldo Gil (+), decir libros de Pedro Gil es decir editorial Mar Abierto/Ubaldo Gil, dos nombres que Pedro ha retomado solo para recordar al auditorio cuánto agradece al hermano ausente. Cuánto hizo este por él, cuánta paciencia invirtió para que su obra poética y su narrativa recorriera el Ecuador, cruzara la frontera, empezara a verse en las perchas de las librerías más concurridas y llegara a lectores que pudieron ver más allá de la leyenda “maldita”. Pero Pedro está triste. Se siente desamparado sin Ubaldo y suelta su conmoción nocturna:
-Quiero estar con él lo más rápido posible, pero no es mi voluntad, sino la voluntad de Dios.
Habla, y al hacerlo, una serie de fotos suyas se proyecta detrás de su figura: en La Poza, la verruga de Manta, donde la droga zumba, Pedro posa junto a barcos dañados y abandonados. En otras imágenes luce junto a compañeros de rehabilitación: tipos de rostros duros y adoloridos, junto al ‘Marino loco’, personaje de uno de sus relatos, al lado de sus patas de chupe: Lovato, Camacho, Freddy… En las fotos más frescas aparece junto a una imagen de Poe, su maestro.
En un acto de solidaridad con el presentador, quien no deja de referirse a un libro de poemas y no al de relatos, Pedro lee poesía:
Les cuento:
el Negro Víctor enterró con sus propias manos
(él mismo hizo los ataúdes de madera)
a sus cinco niños, tres varoncitos y dos mujercitas.
Sus hijos.
Mis hermanos.
***
Paul Newman fue un actor duro.
El Negro Víctor, mi padre, no fue actor,
fue un duro.
(de Lucky el indomable)
Una decisión difícil
Fin de la fiesta seria. Fin de escuchar lo que dicen del libro. Fin de ir hasta un escenario y hablar, conmover, dejar algo de ese karma oscuro flotando en el espacio. Hay brindis y las palabras son tumulto de la noche. ¡Que El príncipe de los canallas sea el conjunto de las palabras más pronunciadas! Después del vino, bocaditos, felicitaciones, libros firmados y palabras desgastadas, Pedro va estrechando manos y da besos en las mejilas. La asistencia a la presentación de un libro es un acto de acolite que se respeta. Aunque Pedro, detrás de la sonrisa, solo piensa en una cosa verdaderamente importante para esta noche: ¿En qué bar festejar: Telmo o El Tigre? Una decisión difícil.