Por Julia Chávez / @JuliaChavezB
Son las diez de la mañana en una clase de Comunicación que podría suceder en cualquier lugar del mundo. El profesor habla sobre la importancia de las redes sociales como mecanismo de información e interacción entre los políticos, los públicos y sobre cómo romper la brecha de la distancia y lograr la inmediatez. Dicho en otras palabras, habla de acercar al otro e interactuar con el que está lejos.
Ya no se ve entre los estudiantes –como hace algunos años– pasarse papeles con mensajes, ya no hay ‘cuchicheo’, el maestro ya no grita ni pide: “¡por favor, hagan silencio!”. Desde la pizarra, el profesor puede ver cabezas abajo; desde la parte posterior del aula, estudiantes con joroba, pues casi todos están mirando su extensión natural: su smartphone. Además de aprender en una ‘clase presencial’, cada uno desarrolla sus destrezas en ‘atención dispersa’, esa capacidad de estar en todo sin concentrarse en nada.
Con la mirada dirigida al celular –aunque levantando la cabeza de vez en cuando, asintiendo mecánicamente ante las palabras del catedrático–, se van los segundos, los minutos y hasta las horas. Los estudiantes ya no se levantan para salir al baño ni mucho menos para intervenir en clase. Se levantan para buscar un lugar donde conectar sus cables y recargar su batería.
En el aula, el ‘Grupo de WhatsApp’ sustituyó los grupitos de clase’. Ya no importa dónde se sienten sus integrantes, pues ahora están juntos virtualmente, se comunican a través del grupo que crearon en redes y que, a su vez, se convierte en una especie de tribu: ‘Los Mijines’, ‘Las Chicas Superpoderosas’, ‘Los de atrás’, ‘Buenas y Sabrozas’ (sic), ‘Los Panas’, ‘Tarde de Bielas’, ‘Trabajo final’… (WhatsApp es tema de muchos de los siguientes Contenidos líquidos). Es que en clase ya no te organizas hablando face to face, lo haces por el grupo de WhatsApp, y el poder lo tiene el Administrador del Grupo. Él decide agregarte, sacarte del grupo, eliminarte, bloquearte e incluso silenciarte.
Cuando termina la clase, todos se reúnen en la puerta, tratan de enderezar su columna vertebral que ha estado más de dos horas en posición ‘saquemos la joroba’, y ver el sol provoca dolor en los ojos. Bueno, ¿qué hacemos? Bajas las miradas de nuevo, los ojos a la pantalla: Ya nos organizamos por WhatsApp.
Julia Chávez es periodista quiteña. Su pasión por las letras le llevó a trabajar como bibliotecaria y luego a estudiar Periodismo en Ecuador. Ese es su estilo de vida desde hace 14 años. Es magíster en Comunicación Corporativa y en Comunicación, Imagen y Reputación. En España hizo estudios como Especialista en Gobierno y Campañas Electorales. Es adicta a: #RedesSociales, #ComunicacionPolitica, #Neuropolitica y la #CocinaDeAutor