Este reportaje/entrevista fue publicada originalmente en el medio feminista La Periódica. Imagen de portada: Lorena Roca, madre de Robin Loor, sostiene el cartel de búsqueda de su hijo, desaparecido el 26 de agosto de 2024 tras una detención militar. Enero de 2025. Foto: Karen Toro.

 Lorena Roca y Diana Roca recorren el país para buscar a Dave Loor, un joven albañil de 20 años, sin antecedentes penales, desaparecido presuntamente por militares el 26 de agosto de 2024, en la provincia de Los Ríos.

Aunque las Fuerzas Armadas negaron haberlos detenido a él y a Juan Daniel Santillán, un informe revela que sí lo hicieron y que —según la institución— los habrían liberado ese mismo día, una versión similar a la que ha defendido el gobierno en el caso de los niños de Las Malvinas.

En el documento, la institución repite su discurso: lo vincula a una supuesta organización criminal. La familia lo rechaza y exige saber dónde está Dave, cuya desaparición es investigada en la Unidad Especializada del Uso Ilegítimo de la Fuerza, en Guayaquil.

 ***

 Por Karol E. Noroña y Jetssael Orozco

Lorena Roca —una mujer de rostro aporcelanado y cabello recogido— toma con sus dos manos secas por el frío cuatro reliquias: un pantalón negro, una camiseta blanca, una gorra blanca, que en su panel central lleva escritas las palabras Tommy Hilfiger y un par de chanclas azules, talla 43 para hombre. Las extiende con mucho cuidado sobre la cama de un hotel oscuro de un barrio que no conoce, de una ciudad que no conoce y de una provincia que no conoce, pero a la que ha sido forzada a ir para encontrar respuestas, indicios, alguna luz. “Por si Robin aparece, aquí le tengo lista su ropita para que no tenga frío”, dice Lorena, una tarde de enero del 2025.

Lorena lleva la ropa a todas partes porque piensa que Dave Robin Loor Roca, su primer hijo, quien trabaja de lunes a sábado como albañil, podría estar en todas partes. Robin —como lo llaman en casa— o El Chino —como lo conocen en su barrio por los ojos rasgados de su rostro trigueño— fue desaparecido el 26 de agosto de 2024 tras una detención militar. Un video, que dura 2 minutos y 19 segundos, muestra cómo cuatro militares, armados con fusiles, con sus rostros cubiertos con pasamontañas o telaje oscuro, bajan de una camioneta doble cabina y obligan a Robin, quien manejaba una motocicleta, y Juan Daniel Santillán, su copiloto, a ser requisados. Ninguno se resiste, mientras los militares revisan sus celulares. Inermes, son subidos al balde de la camioneta sin logos, ni identificativos.

Dave Robin Loor
La ropa y chanclas que Lorena Roca tiene preparadas para el momento en que encuentre a su hijo Dave Robin Loor. Enero de 2025. Foto: Karen Toro

La detención ocurrió en pleno conflicto armado interno declarado en Ecuador, en la calurosa Ventanas, uno de los 13 cantones de la provincia costera de Los Ríos, privilegiada con riachuelos y caudales, aunque sometida a la violencia de las mafias.

Mientras Lorena Roca y su hermana mayor Diana, delgada, elocuente, de cabello lacio y  brillante, buscaban denunciar formalmente su desaparición en la Fiscalía —pudieron hacerlo recién el 28 de agosto, a tres días de su desaparición, pese a que la normativa permite reportar la desaparición dentro de las primeras 24 horas—, el capitán militar Christian Chugá, responsable de las operaciones militares en Ventanas, afirmó, frente a la denuncia de desaparición de los dos jóvenes, a medios de comunicación locales que “ninguna patrulla a mi mando ha cometido esa actividad el día lunes 26 de agosto. Yo no puedo dar un juicio de valor y determinar si son militares de otras unidades o si son civiles vestidos de militares”.

Pero quienes detuvieron a Dave Robin Loor y Juan Daniel Santillán, quienes no tenían antecedentes penales, sí fueron militares. Un informe militar del 28 de agosto, al que tuvimos acceso, detalla que los militares involucrados pertenecen al Grupo de Fuerzas Especiales N. 25 Base Sur, que también opera en Los Ríos. De acuerdo con el documento, la motocicleta donde se trasladaban Dave Robin Loor y Juan Daniel Santillán fue una de tres motos que supuestamente evadieron un control militar y que se “dieron a la fuga”. Según el reporte, las camionetas aceleraron y solo pudieron alcanzar a la moto de los dos jóvenes para detenerlos a las 16:30. Además, indican que Loor se habría identificado como alias Chino, parte de una banda criminal dedicada a robar motos y que le había dicho a un militar que “varias semanas atrás le habían matado a un familiar (primo) con tiros de fusil”. En el reporte, militares aseguran que los habrían liberado a las 18:30, una afirmación que las Fuerzas Armadas no han podido demostrar.

La familia de Dave Loor desmiente ese informe: “Robin no pertenece a ninguna banda. Ningún sobrino nuestro ha sido asesinado, peor con tiros de fusil. Y a mi Robin todos lo conocemos como Chino desde que era un niño por cómo son sus ojos rasgaditos”, reclama Diana Roca. 

El informe es clave, pues, la familia, a través de los abogados Mauricio Villagrán y Jazmín Bermeo, presentó el 28 de agosto una acción de habeas corpus instructivo —una demanda que se presenta cuando una persona ha sido detenida por alguna autoridad que niega haberlo hecho—. La jueza constitucional Hipatia Rodríguez aceptó la demanda, declaró la presunción de desaparición forzada de Dave Loor y ordenó, entre varias medidas, una articulación interinstitucional para localizar al joven, que las Fuerzas Armadas entreguen todo informe referente a operaciones realizadas en Ventanas el 26 de agosto, además del ingreso de Lorena Roca al Sistema de Atención Nacional de Asistencia a Víctimas y Testigos. 

Dos instituciones —el Ministerio de Gobierno y las Fuerzas Armadas— apelaron la decisión en segunda instancia y en una atropellada audiencia, instalada el 13 de enero de 2025, que terminó en reclamos de la jueza ponente y la exigencia de los abogados Villagrán y Bermeo para intervenir tres minutos más como réplica a la defensa de las Fuerzas Armadas, que sigue desmarcándose del caso. La decisión de la jueza, que podría dejar sin efecto el dictamen de su colega Rodríguez, aún no ha sido emitida.

Mientras un tribunal determina el futuro de la sentencia constitucional, el fiscal Christian Fárez, quien lleva la investigación penal de este caso —y el de la desaparición y asesinato de Josué e Ismael Arroyo, Nehemías Arboleda y Steven Medina — ha pedido ya la lista de nombres de los militares que participaron en el operativo en Ventanas. 

Nuestra entrevista con Lorena Roca, Diana Roca y Mercy Roca quien llegó desde Europa para apoyarlas, se ha dado en una ciudad lejana que por seguridad no revelaremos. Se trasladan en un auto pequeño, cautelosamente, pero fortalecidas para recabar indicios en diferentes zonas: preguntar a quien sea —un barrendero, un comerciante, un sacerdote—, regalar camisetas blancas con el rostro de Robin y pegar los afiches de su búsqueda en cada pared a 139 días de su desaparición.

Dave Robin Loor
La cajuela del auto de Diana Roca está llena de camisetas y afiches con la foto de su sobrino Dave Robin Loor, las reparten en todas las ciudades y pueblos a los que viajan. Enero de 2025. Foto: Karen Toro

La familia Loor es una familia empobrecida. Cada viaje de búsqueda implica también que Rosa, abuela de Robin, cocine para vender lo que sea: bollos, seco de pollo —arroz con un sabroso sofrito de tomate—, postres y empanadas. Las hermanas Roca los venden para seguir viajando. Cada centavo cuenta.

Dice Lorena, en este amplio diálogo,  que su exigencia se une a un reclamo más colectivo. Su hijo no es el único joven desaparecido. Hay, al menos, 20 personas más lejos de casa, de acuerdo con la coalición de 42 organizaciones sociales,  desaparecidas en contextos de presuntas detenciones militares en provincias como Los Ríos, Guayas, Esmeraldas y Santo Domingo desde que el gobierno de Daniel Noboa declaró el Conflicto Armado Interno el 9 de enero de 2024. Varias de ellas han aparecido muertas. Lorena y Diana hablan con miedo, pero hablan para que más familias se animen a denunciar sus casos.

Antes de que esta gran búsqueda comience, queremos retroceder algunos años para recordar a su hijo: ¿cómo recibió a Robin?, ¿cómo fue su nacimiento?

Mi Rey —así lo llamo yo— nació el 1 de junio de 2004, en Ventanas, una tierra caliente. De hecho, solo para que sepan: Davis era su nombre original. Pero no me permitieron ponerle ese en el Registro Civil y se quedó como Dave Robin. Fue un embarazo muy deseado y tranquilo, feliz. En mi casa todos lo esperábamos con muchas ansias. Le cantábamos mucho, porque aquí hemos sido siempre mujeres, siempre matriarcas.

Durante esos años, yo estaba estudiando en el colegio y jovencita me casé con el padre de Robin. Él quiso un hombrecito desde siempre. Yo dejé de cuidarme y cuando supimos que estaba embarazada, ¡ya se imaginará la emoción! Es mi primer hijo. Mi primer amor.

(Lorena sonríe)

Pero, a veces una no entiende la vida. Robin no cumplía ni siquiera sus tres meses de edad cuando su papá fue asesinado. Fue asaltado y le dispararon. Lamentablemente no sobrevivió. Desde entonces, fui madre y padre para Robin hasta que me junté con César, cuando Robin tenía apenas tres añitos. Con César tuve dos adolescentes que ahora extrañan mucho a su hermano mayor. Robin es muy tranquilo, es celoso con ellos porque los cuida mucho. Creo que se lo aprendió a mi esposo que, viéndolo tan pequeño cuando nos conocimos, lo crió como si fuera su hijo. Se quieren muchísimo. Incluso para él esto que está pasando es muy difícil…

Pero aquí tengo a mis hermanas y a mi madre que aun a la distancia me fortalecen. 

(Las tres hermanas Roca  entrelazan sus manos, se cuidan del frío, del dolor del diálogo coral.)

¿Cómo fue vivir esa maternidad sola? ¿Robin era su tranquilidad?

Fue muy duro, pero Robin era un niño tranquilo, fácil de manejar. Eso sí, era amiguerísimo. Por eso, todo el mundo en Ventanas lo conoce como ‘El Chinito’, porque es hijo de ‘La China’, ¡yo soy La China!

Fue lindo verlo crecer riéndose, era curiosísimo, pero a la vez muy inteligente, buen estudiante, preocupado por los suyos. Le gustaba jugar pelota con los chicos del barrio. Sobre todo, en la pandemia, usted los hubiera visto: pasaban en la casa de mi mami todo el día hasta que yo salía del trabajo. Ponían unos arcos en la calle y ahí se pasaban jugando.

Para usted, Diana, ¿cómo fue la espera de su sobrino?

¡Uy! Yo era la más emocionada. Incluso la acompañé al último chequeo que tuvo. Me acuerdo que su papá quería que su hijo naciera el 1 de junio, por el Día del Niño. Lorena le decía: “no pues, se va a confundir”. Pero él le respondía: “no, mi hijo va a tener doble regalo”. Y así fue. Robin nació por cesárea porque tenía el cordón umbilical enredado en su cuello. Yo estaba estudiando en la universidad, en Guayaquil, y cuando me dijeron que había nacido, solté todo y me fui a Ventanas.

Robin era el motivo por el que regresaba a Ventanas siempre. No sé cómo explicar el sentimiento. Él me decía Tía Mamá. Yo le cambiaba el pañal, yo le enseñé a manejar el auto, yo lo mimaba. Me iba a la universidad y volvía corriendo cada viernes para verlo. Esa fue mi rutina durante muchos años. 

Dave Robin Loor
Diana Roca, la “tía mamá” de Dave Robin Loor, mira por la ventana de un pequeño hotel. Enero de 2025. Foto: Karen Toro

Robin, por ejemplo, estuvo conmigo cuando me gradué de la universidad. Íbamos a la playa, le encantaba Montañita [en la provincia de Santa Elena] y Murciélago [en la provincia de Manabí]. Siempre me lo llevaba, hasta que ya comenzó a trabajar con César. 

(Diana solloza y recoge su cabello oscuro alaciado con sus dos manos)

¿Y a qué se dedicaban César y Robin?

César es contratista de obras. Él contrataba personal y usualmente Robin trabajaba con él.

Entonces, ¿Robin no logró seguir una carrera universitaria o lo hacía mientras trabajaba?

Robin se graduó en 2022, justamente cuando pasaba la pandemia y cursó sus estudios de forma virtual y ahí fue que comenzó a trabajar con César. No logró dar las pruebas de la Senescyt [Secretaría Nacional de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación del Ecuador]. Pero estudió un curso para ser guardia de seguridad.

Diana interviene:

De hecho, yo lo metí a estudiar en un Instituto Tecnológico de Guayaquil, pero a distancia. Él siempre me decía: “Tía, es que yo no me enseño en Guayaquil”. Yo quería que él se prepare, que tenga su título como valor agregado. Entonces, estudió Criminalística. Le interesaba saber por qué la gente moría, dar respuestas a sus familias. Duró algunos semestres.

Lorena prosigue:

Robin le cogió mucho amor al trabajo. Mi hijo se encargaba de la albañilería en las construcciones de las casas, cargaba los baldes de la mezcla de cemento, cargaba los bloques. Él era como la mano derecha de César, el segundo al mando cuando él no estaba. 

Dave Robin Loor
Lorena Roca muestra una fotografía, en su celular, de la graduación (en 2022) de su hijo Dave Robin Loor. Enero de 2025. Foto: Karen Toro

¿Y cómo iniciaban las jornadas?

Tempranito. Comenzaban a las 7 de la mañana y terminaban a las 5 o 6 de la tarde de lunes a sábado. A veces, se iban a otra obra para avanzar en su construcción y llegaban más tarde. Robin se bañaba, descansaba un ratito, comía, salía a juntarse un rato con sus amigos y regresaba a casa.

¿Por qué dejó de estudiar? ¿Decidió dedicarse de lleno al trabajo junto a César?

Realmente fue por un accidente. Se cayó un día andando en moto —tenía una motocicleta vieja de segunda mano que se compró con su sueldo de albañilería— y se lastimó su rodilla. Pasó enfermo, porque a su malestar se sumó el asma que tuvo desde que era pequeño. 

Priorizamos la rehabilitación de su rodilla porque se la enyesaron, pero se le complicaba estudiar. Se desalentó y dijo que lo iba a dejar en segundo plano. 

Dave Robin Loor
Diana Roca observa en su celular una fotografía de la rehabilitación que realizó su sobrino, Dave Robin Loor, tras un accidente. Enero de 2025. Foto: Karen Toro

Además de trabajar con César, ¿Dave tenía otros pasatiempos o cuál era su rutina?

Mire, aquí los jóvenes tienen motocicletas desde que son adolescentes. Mi Robin tenía su motito y salía con sus amigos a estar en una esquina. Compraban colas y pan. Luego, se repartían y se despedían para poder descansar después del trabajo, porque Robin sí que era dormilón.

De ahí, él sí tenía otro tipo de ingresos. Su papá, antes de morir, le dejó una casa y la arrendamos. Él cogía el dinero para complementar sus gastos. Incluso, pensaba remodelar la casa. Y cogía su platita, porque a él le pagaban 15 diarios en su trabajo con César.

Entonces, ¿qué pasó ese 26 de agosto? ¿Qué detuvo a Robin de ir a trabajar junto a su padrastro?

Ese 26 de agosto era lunes. Nosotros vivimos en una casa de dos pisos —Robin vive en el de arriba. Eran las 7 de la mañana y yo ya lo llamaba para que desayune y vaya a trabajar. Pero me dijo que estaba enfermo, que le dolía el cuerpo y solo se había tomado un paracetamol. 

Le respondí: “Bueno, mijo, no vayas a trabajar, ya te he de traer una pastilla”. El muy dormilón ya estaba profundo. Me despedí de él y me fui. Parecía un día regular. 

[Diana Loor añade: Sabemos por mi mamita Rosa que Robin fue a almorzar a la 1 de la tarde de ese 26 de agosto a la casa de mi mami, de ahí fue que salió].

Prosigue Lorena:

Yo soy servidora pública y salí de mi trabajo a las 4 y 30 de la tarde cuando mi hermano me llama y me dice que a Robin lo habían detenido los militares. Otra llamada: “China, a Robin lo tienen detenido los militares aquí por la casa de tu mami”, me alertó un vecino.

Toda desesperada, corrí hacia la casa de mi mami y cuando llegué me dijo que sí, que estaban en la cuadra trasera. Me fui caminando rápido y vi a la gente dispersada, porque en una de esas casas los militares habían hecho un allanamiento en la calle Quito y Héctor Cabrera. 

¿Qué ocurrió después?

Llegué a la calle Quito y Héctor Cabrera. Vi a los militares —tenían su uniforme verde de camuflaje, escondidos en pasamontañas oscuros y armados con fusiles y cascos— y dos camionetas blancas sin placas. Intenté acercarme para preguntarles qué pasaba porque yo vi a mi hijo ahí.  Los tenían subidos a Robin y a Juan Daniel a la camioneta doble cabina a eso de las 4 y 30. Y no había una camioneta, sino dos, donde iba otro joven también. Pero uno de ellos me señala con el fusil y me toca la pierna y me dice: “Sale de aquí, que si no también te llevo a ti”. Parecía serrano. Hablaba más pausado, como que arrastraba las frases. Nosotros, no, facilito se reconoce. Obviamente yo me asusté, porque vi tantos militares. Ellos no permitieron que se acerque nadie y quien se atrevía a hacerlo era requisado. Por eso, todo el mundo tenía miedo. 

Las personas estaban asustadas y, por suerte, comenzaron a grabar la patrulla de militares en el barrio, mientras requisaban a mi hijo. No le encontraron nada.

El otro video que hemos entregado, que es el primero, muestra la detención, cerca de la casa de mi madre. 

[Nota de la Redacción: los videos grabados por la ciudadanía serán periciados por la Fiscalía. No los exponemos por cuidado a las y los vecinos del sector]

Los videos muestran el momento exacto de la detención en la calle Jimmy Izquierdo y Quito, ¿es un sector conocido?

Exacto. Sí, y es una calle principal, muy concurrida. No está muy lejos de la casa de mi madre tampoco. Ellos iban a comprar empanadas en una moto que le habían prestado —porque no era la de Dave— y ahí los detuvieron en la calle Jimmy Izquierdo. Hay otro video que muestra el momento en el que están saliendo de la calle Jimmy Izquierdo, justamente hacia el allanamiento que yo encontré antes.

El video tiene fecha y hora: 16:37 del 26 de agosto de 2024, ¿ese es el último rastro de Robin y su acompañante Juan Daniel Santillán?

Sí. La verdad nosotros no conocíamos a Juan Daniel, pero mantenemos comunicación constante con su familia porque él no es de Ventanas; él es de Vinces. Suponemos que era amiguito de Robin por lo extrovertido que era. Por suerte, esos videos llegaron a nosotros por los vecinos que lograron registrar esta detención. Gracias a Dios porque yo no sabía nada en absoluto. Se armó una red de amigos que se unieron a nuestra búsqueda. Cada uno fue preguntando y así fuimos consiguiendo los videos. 

Dave Robin Loor
Las manos entrecruzadas de Lorena Roca, madre de Dave Robin Loor, son fotografiadas durante una entrevista. Enero de 2025. Foto: Karen Toro

Después de que los militares la habrían amenazado si intervenía por su hijo, ¿qué hizo? 

Yo me quedé en la intersección entre la calle Quito y Héctor Cabrera, donde hicieron el allanamiento que comenté. Me quedé esperando a ver si se lo llevaban, porque, según yo, estaba segura de que lo iban a llevar a una Unidad de Policía Comunitaria (UPC). Se supone que ese debe ser el debido proceso. 

Sin embargo, las camionetas prendieron sus motores, se subieron los militares y se fueron. Yo no tenía ningún vehículo para seguirlos. Entonces, volví a la casa de mi mamá para buscar mi moto. La abordé y regresé, de nuevo, a la Quito y Héctor Cabrera. Allí todos me dijeron que seguramente se los llevarían a un recinto llamado La Polvareda, que está, más o menos, a unos 20 minutos. 

¿Qué pudo encontrar en ese sector?, ¿hubo alguna pista?

Llegué hasta la entrada a La Polvadera. Había niños jugando pelota y les pregunté si no habían visto a militares. Me dijeron que no. Por consejo de un amigo, regresé a la Unidad de Policía Comunitaria. Me encontré con mi esposo y fuimos a la UPC, pero no obtuvimos ninguna respuesta, 

Entonces, nos alertaron y dijeron que de pronto podrían haberlos llevado a un periférico sector llamado Carlos Carriel. Nos fuimos solos. La gente, sinceramente, estaba bien alarmada porque vieron pasar a las camionetas militares. Nadie quería hablar, hasta que una señora me confirmó que por ahí pasaron y que siguiera un camino recto hasta una zona que se dividía en dos caminos y que mi instinto de madre podría funcionar. Para el lado izquierdo había unos canales. Y en el derecho, en cambio, una tabacalera. 

¿Qué camino decidió tomar? 

El izquierdo. Tomamos la carretera de piedra, que nos lleva al canal de agua de riego. Cuando usted transita ese sector —que hasta ese momento yo no había conocido— empiezan un recorrido de palmas africanas. Ni bien avanzamos, vimos a una persona desnuda, con signos de violencia en su cuerpo. Lo reconocí porque fue él a quien vi en la cabina de una de las camionetas doble cabina [de los militares] durante el allanamiento. Mi esposo, receloso, encontró algunas prendas que eran del joven. Entonces, se las devolvimos para que pudiera arroparse. Le preguntamos por mi hijo y solo nos dijo: “Aquí ya nos pegaron, nos torturaron. Ya a los otros muchachos se los llevaron”, nos contó, muy asustado. 

Nosotros seguimos el camino y gritamos su nombre con todas nuestras fuerzas: 

¡Rooooooooooobin!

¡Rooooooooooobin!

¡Rooooooooooobin!

Lo único que encontré y me inquietó mucho más fue haber encontrado el boxer de mi hijo. Lo reconocí porque tenía un huequito en el muslo derecho, en la entrepierna. 

Salimos de ese carretero de los canales e íbamos a regresar a Ventanas. Un amigo que nos acompañaba en su motocicleta vio camionetas doble cabina —similares a la de los militares— y quisimos alcanzarlos, pero se nos acabó la gasolina. Intercambiamos motocicletas con nuestro amigo y vimos que los carros se dirigían a un recinto rural que se llama Pijío, que queda también a la altura de los canales. Cuando llegamos, vimos las camionetas estacionadas. Yo pensaba que en ese momento se terminaría todo y tanto Dave como Juan Daniel serían liberados.

¿Cuánto tiempo esperaron en Pijío? ¿Encontraron alguna pista?

Esperamos horas para que los liberen, pero no ocurrió. Las camionetas se dieron la vuelta y vimos a dos chicos, pero no eran los nuestros. No era Robin. No era Juan Daniel. No eran ellos. 

Les preguntamos a los chicos qué había pasado y si de pronto sabían algo de nuestro hijo. Ellos estaban golpeados, asustados y casi desnudos. Lo único que nos dijeron fue: “Ahí se los llevan a los pelados”. 

Desde ese día no hemos dejado de buscar. Hemos ido a varios pueblos cercanos: Chacarita, Los Ángeles, Buenos Aires, Miraflores, Pueblo Viejo, entre otros. Nada. No encontramos nada. 

¿Por qué pensó que esas camionetas estacionadas eran las mismas? 

Es que eran las mismas: blancas, sin logo, sin placa. Así andan los militares en Ventanas.

¿Cuando llegaron a Ventanas, hubo algún movimiento extraño o alguna noticia?

Fue terrible. Nadie sabía nada. Fuimos a la Policía Judicial y le preguntamos que qué podíamos hacer si un militar se llevó a nuestro hijo. “Nosotros no trabajamos en conjunto”, respondió. Eso fue, más o menos, a las 7 y 30 de la noche. 

En Ventanas hay dos UPC. En ambas preguntamos y nos dijeron: “Chuta, no tenemos idea”. Pensábamos que de pronto les iban a llevar allí después de darles unas vueltas. Nos llamaron a decirnos que, efectivamente, los militares habían llegado, pero negaron todo. Dijeron que no eran ellos, que posiblemente “pudieron haber sido los de Pueblo Viejo”. Luego, que tal vez se los pudieron haber llevado a Babahoyo. 

Fuimos a Babahoyo. Preguntamos en la cárcel, incluso. Pero nada. Ni un rastro. 

¿Qué ocurrió cuando llegaron a casa? 

Fue un caos. No imaginamos que al llegar íbamos a encontrar mi casa allanada. Todo estaba tirado. Se llevaron dinero, se llevaron computadoras, se llevaron las gorras clasificadas de mi hijo. Se llevaron hasta una vela que recién había comprado. Una valiente vecina nos contó que fueron los militares.

Hasta ahora me pregunto qué hubiese pasado si yo iba a mi casa, si de pronto ahí pude haberlo encontrado. 

¿Habían cámaras de videovigilancia que pudieran haber captado lo que ocurrió?

Claro que sí. Pero se las llevaron. Una vecina nos contó que uno de ellos, cuando ya se iban, cerca de las seis de la tarde, se dio cuenta de que había una en la esquina. Se trepó y se la llevó, sino yo pudiese tener incluso más pruebas de las que tengo. Pero sí grabé todo lo que hicieron, porque estaba cansada. Me dolía tanto el pecho, el corazón de no saber de mi hijo. 

Lo peor fue cuando quisimos poner la denuncia. La Fiscalía nos hizo esperar hasta el 28 para poder presentarla. Dijeron que no podía ser dentro de las 24 horas. Nos hicieron perder días. Esas horas eran vitales, ¡vitales! El trato del primer fiscal fue doloroso. No tenía empatía. Gritaba, acusaba. 

[Nota de la Redacción: La Ley de Actuación en Casos de Personas Desaparecidas y Extraviada, publicada en el registro oficial en enero de 2020 en Ecuador, permite reportar la desaparición de una persona a cualquier hora del día y durante los siete días de la semana. Además, la denuncia puede hacerse de forma inmediata. Esta normativa, impulsada por organizaciones sociales que buscan a sus familiares desaparecidos, justamente exige que no se esperen más de 24 horas para reportar la desaparición, sino agilizar los procesos de búsqueda]

Han pasado ya casi cinco meses desde la desaparición de Robin, ¿cómo han podido articularse como familia para enfrentar esta situación?

Lo estamos buscando en todo el país. Ganamos una acción de habeas corpus y la jueza ordenó varias medidas. El caso ahora está en Guayaquil, pero nada me ha devuelto a mi hijo frente a lo que han dicho los militares de la zona, que han negado toda participación. Mire, yo le envié un audio a mi hijo horas después de su desaparición y le llegó, es decir, su teléfono tuvo acceso a internet. Les rogué [a sus captores] que me dijeran qué hicieron con él, ¿dónde me lo dejaron?, ¿qué le hicieron? 

Hemos vuelto al sector Carlos Carriel. Pero no encontramos nada. Hemos ido incluso a la base militar de Quevedo, a la cárcel. Sin embargo, nadie sabe de mi Robin. Lo que sí le puedo decir es que un militar sí me dijo muy en confianza que las personas que aparecen en el video sí son militares, pero que no sabían de dónde eran. 

Ustedes han elevado una exigencia nacional, ¿a qué autoridades han podido llegar? 

Fuimos a la gobernación, pero fue por gusto. La Alcaldía no nos apoya, el gobernador no nos apoya, tampoco la Comisaría de la Policía del cantón Ventanas. 

Pero ese silencio y esa sin respuesta no quiere decir que dejaremos de exigir. Lo seguiremos haciendo. Seguiremos pegando el rostro de mi Robin, de nuestro Robin, en cada pared de cada ciudad para que sepan que él fue desaparecido por militares y que hay una familia que lo extraña a diario. 

Una jueza constitucional había ordenado que varias instituciones* se activen para la búsqueda de nuestro Robin, pero no sabemos nada sobre él, tampoco conocemos los nombres de los militares implicados. 

¿De qué acompañamiento psicológico se habla? Nosotras somos nuestras propias rocas. Solo nos tenemos la una a la otra para seguir buscando.

[*Nota de la redacción: La jueza Hipatia Rodríguez aceptó la acción de habeas corpus presentada por la familia de Dave Loor el 16 de septiembre de 2024. En ella, dictó una serie de medidas de reparación integral ante el contexto de una presunta desaparición forzada del joven albañil de 20 años de edad].

¿Ustedes confían en que Dave está vivo?

Lorena: sí, yo sé que está vivo. Fue desaparecido por los militares y recorreré todo el país si es posible. Yo siento que él está aquí. No sé cómo estará y si comerá. Pero lo vamos a encontrar, mijo. Te vamos a encontrar. Pero exigimos verdad, que no manipulen la verdad, que no manchen la honra de mi hijo. Siempre le hemos dicho ‘Chino’. Mi ‘Chinito’. Quienes lo conocen saben que él es un muchacho trabajador, que jamás ha tenido problemas con la ley.  

Diana: mi Davis sabe que yo daría la vida por él. Aquí estoy para buscarlo hasta encontrarlo. En nombre de este “combate” a la delincuencia miren lo que han hecho. Nos negamos a vivir esto. Nos negamos a que mientan a todo el país. 

¿Qué sería la justicia para ustedes?

Lorena y Diana: que ninguna otra familia pase este dolor y esta incertidumbre. No paramos de pensar, ¿cómo está él?, ¿se siente solo?, ¿está comiendo? Le pedimos a Dios que nos abrace a nosotras y a todas las familias que viven hoy este dolor tan grande. Que abrace tantísimo a nuestro niño, que no lo deje solo. Yo confío en la promesa de Dios. No estamos solas.

Dave Robin Loor
Diana Roca baja las escaleras de un pequeño hotel donde descansa junto a sus hermanas antes de continuar la búsqueda de su sobrino Dave Robin Loor. Enero de 2025. Foto: Karen Toro

Karol E. Noroña

Periodista ecuatoriana especializada en investigación de cárceles, violencia y crimen organizado desde un enfoque de Derechos Humanos. Ha colaborado con medios nacionales e internacionales como InSight Crime y France 24. Es autora de Ausencias: nombrar al Ecuador profundo (Mención de Honor Premio José Peralta 2024). También promueve la cultura de paz en procesos comunitarios con lideresas e infancias en Esmeraldas junto al programa Nación de Paz.

Jetssael Orozco

Periodista quiteña. Ha trabajado en campañas y promoción de derechos de la población LGBTQ+ y de la Naturaleza con agencias internacionales. Se formó con la educación pública y se graduó en la Universidad Central del Ecuador. Es maestrante en Comunicación y Opinión Pública en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO – Ecuador). Colabora en procesos comunitarios de memoria histórica en Esmeraldas.


Contenido patrocinado
Fabrizio Peralta Díaz

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.