La Barra Espaciadora
Un debate en el clímax de la campaña electoral normalmente beneficia a quien va en segundo lugar en las preferencias de los electores. Esto suele pasar cuando la diferencia en las cifras no es significativa y cuando la tendencia de crecimiento es clara. Por eso la estrategia del debate suele ser impulsada por los candidatos que se miran desde la posición de quien busca adelantar en la última curva.
El viernes pasado Quito vivió su debate, incluso quienes no madrugan se levantaron temprano y quienes huyen a los noticieros dejaron de lado esa costumbre y sintonizaron el debate. A nadie le importó llegar tarde a sus destinos. Nadie tenía apuro, todos terminaron escuchando las casi tres horas que duró el contrapunto radial entre el gobiernista Augusto Barrera y Mauricio Rodas, de SUMA, los más opcionados para ganar la Alcaldía de la capital.
El oficialista Barrera tenía mala cara, no porque haya llegado de malas a la cita, sino porque las continuas malas noches de una intensa campaña electoral pasan factura a la larga.
No muchos lo saben pero fue Virgilio Hernández quien se puso al frente. Este asambleísta del oficialismo apareció días antes para organizar la participación de Barrera en el debate, fue él quien habló con Diego Oquendo para poner ciertas “condiciones”. Él también estuvo presente en la reunión que se extendió hasta más de las dos de la mañana del viernes. Entre café y café se dejaron listos los argumentos para el debate. La estrategia definida: hacer que Barrera se muestre como un candidato conocedor de la realidad de Quito, centrarse en lo hecho en la administración actual y reforzar los planes para su posible segundo período. El efecto: hacer que el rival (Rodas) aparezca como un joven sin suficiente conocimiento de la ciudad y con planes irrealizables.
En la cita, varios ministros, funcionarios de alto rango de la Presidencia de la República y de la Secretaría Nacional de Comunicación, analizaron documentos, fotos, frases y cualquier otro elemento válido para el debate que, a esas alturas, ya no era el de un candidato sino el del Gobierno.
A la par, otro equipo preparaba los detalles de la segunda parte de la estrategia: la entrevista radial que, a la misma hora del debate, debía ofrecer el presidente, Rafael Correa, en otra emisora de gran sintonía en Quito. Esa intervención debía servir para neutralizar también un posible revés oficialista en el debate.
La estrategia de Rodas pasaba por asumir el control del debate pero con sutiles mecanismos poco previsibles para los expertos de la candidatura de Barrera. Las horas previas al debate, en el círculo de asesores del candidato se sabía que Barrera intentaría atacar por varios frentes y había que prepararse para ello.
Entregar un chocolate a su rival no fue una casualidad, hasta ese detalle se planificó y la intención era que apenas Barrera tomara la iniciativa, levantara la voz o realizara el primer ataque, sería respondido con la mano extendida ofreciéndole chocolates. El objetivo de este gesto era colocar a Rodas como el candidato ecuánime, tranquilo, controlado y cortés. Y dejar a Barrera como un candidato agresivo y poco tolerante. Claro, la actitud de Barrera hizo que, casi sin empezar el debate, Rodas debiera sacar los chocolates del bolsillo, tal vez demasiado pronto para su gusto.
El resto del encuentro Rodas debía seguir el guión, mantener su voz inmutable y serena sin subir el tono, repetir varias ideas fuerza, no caer en el juego del oficialista y neutralizarlo, siempre usando un tono cortés y acomodado, dejando la mención de los planes y proyectos solo hacia el final. Ambas estrategias se pusieron en marcha y ambos candidatos parecieron neutralizarse, más que con argumentos, con actitudes. Eso hizo que al final de la cita no hubiera un ganador claro.
No fue como aquellos debates de antaño, por ejemplo, ese del 79 en el que se enfrentaron los entonces candidatos presidenciales Jaime Roldós Aguilera y Sixto Durán Ballén. Sin duda el encuentro marcó la tendencia a favor del joven Roldós, quien con un ímpetu a flor de piel, neutralizó y dejó sin argumentos al experimentado Sixto.
Ni qué decir del debate del 84, cuando León Febres Cordero sacó a relucir toda su artillería, ante un Rodrigo Borja confiado en el triunfo que le auguraban las previsiones, pero que se quedó por momentos sin argumentos ante un político cuya agresividad y discurso irrefrenables, le pusieron contra las cuerdas, sin defensa.
En los ejemplos mencionados los resultados fueron evidentes y pusieron a los candidatos ganadores de los debates en franca delantera ante sus objetivos electorales. Pero, ¿pasó el viernes con Barrera o con Rodas? A veces hay debates que no ayudan mucho a conocer profundamente a los candidatos, pero sí hacen evidentes sus estrategias. El del viernes parecería ser uno de los casos.
Quito ya toca las puertas de las urnas y un debate radial ha demostrado ser una herramienta valiosa para los electores. Esta vez el debate mostró a dos candidatos sin posibilidades de diálogo profundo y también con pocas intenciones de confrontar.
Pero por otro lado, la magia de las voces a través de la radio permitió que los electores se hicieran imágenes de cuerpo completo de los candidatos en pugna, a los que muy pocas veces se puede poner a prueba, lo que no quiere decir que esas imágenes sean el reflejo de la verdadera personalidad de ambos candidatos.
Lo cierto es que el debate permitió esclarecer la realidad electoral de estos días, con un Rodas que se mostró confiado de un triunfo en el que ni él, hace algunas semanas creía. Ahora el triunfo le parece cercano, pero no solo por sus aciertos de campaña, sino sobre todo, por los errores del actual Alcalde y candidato del oficialismo, quien, en cambio, mostró de cuerpo entero la debilidad del movimiento gobiernista y del poder. Descubrió también que no es suficiente pertenecer a esa agrupación para ganar holgadamente una elección, pero, más que eso, puso en entredicho el verdadero respaldo popular a esa organización que parecería no gozar ya de la misma confianza que tenía hace poco.
Oi el debate y me hubiera gustado oir propuestas concretas de Rodas , pero a mi pesar creo que no tiene claro lo que va hacer en Quito con la alcaldía , creo que le tomara largo la curva de aprendizaje y si gana esperemos que veamos una cambio que valga la pena , sino sera solamente un cambio de rostros .
me parece que manejar Quito es muy complejo con una ciudad con la gente vive con una expectativa de cambios en el tema de transporte , seguridad y calidad de vida , la gente en Quito para mi impresión se ha vuelto agresiva por causa de al pésima calidad de vida que tiene por los traslados diarios y le stress que tiene que pasar esperemos esto cambie