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Ecuador sí tiene talento…

Paulina Trujillo / @MamiPau

Y no, esta nota no se trata del reality que hace unos meses era parte de la chatarrera programación de la televisión ecuatoriana. Por ahora, no quiero hablar de ella sino de lo que el cine nacional le está dando al país y al mundo. Se trata de la evidencia de que, sin una mentalidad provinciana y chauvinista somos capaces de hacer. Se trata de Feriado, la película dirigida por Diego Araujo recién estrenada en las salas de cine ecuatorianas.

Buena edición (algo de lo que suelo quejarme siempre que salgo de una función luego de ver una película made in Ecuador); buena fotografía, cosa que con la luz vertical de estas tierras es un arte aún más meritorio; sonido impecable. Buen guión, aunque creo que pudo haber sido mejor, sin duda, pues tuvo ciertos cabos sueltos de los que hablaré más adelante… Si algo hace a Feriado una película digna de verse esas son las actuaciones, que van de la mano de una excelente dirección: lúdica, pedagógica, sumamente profesional. Pero hay que reconocer el buen ojo de Mauricio Samaniego a cargo de lo mejor de esta producción, invitada a participar en la Berlinale, me refiero al casting. Samaniego ya fue responsable de esta tarea en otras cintas como las dirigidas por Sebastián Cordero, pero Feriado es la prueba de lo que una selección de actores pausada y alejada de los compadrazgos puede hacer con el buen cine.

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Feriado es una película fresca y sin pretensiones que ha terminado dando a los actores  y directores profesionales ecuatorianos una gran lección. Si no, basta con ver la contención emocional que Juan Manuel Arregui (Juanpi, en Feriado) logra transmitir a lo largo de esta historia, que gira en torno a esa búsqueda y al encuentro de uno mismo. Esa confrontación que todos hemos vivido durante la adolescencia. Lograr esa mirada de tristeza, de insatisfacción y de vacío no fue el producto de años de estudio en una escuela de actuación. Pero sí es el fruto  del talento actoral, de haberse topado con un director paciente, entregado y buen maestro.

“Yo no soy un actor”, dice Arregui, en su defensa, cuando se logra arrancar un par de palabras a su timidez congénita. Pero no tiene nada de qué defenderse; su trabajo habla más a su favor que sus palabras a cuentagotas.

Diego Andrés Paredes (Juano, en la película) sí tiene escuela, y de las buenas. Su trayectoria en el grupo de teatro Malayerba se nota en su actuación. Y pese a ser gente de teatro no actúa teatralmente ni sobreactúa, algo muy común entre los actores ecuatorianos. Asume su papel sin tapujos y muestra a esos hijos de la migración, que desde hace más de una década abundan en Ecuador, como lo que son: seres que aprendieron a vivir solos y a valerse por sí mismos, pero que ni siquiera por eso han perdido ni la fe ni la inocencia.

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Este par (Juan Manuel y Diego, Juanpi y Juano) se pasan de valientes, no solo cuando se lanzan a una cascada mortífera, sino cuando protagonizan el segundo beso homosexual del cine ecuatoriano, luego del que mostrara la película Mejor no hablar de ciertas cosas, de Javier Andrade, estrenada en diciembre del 2012.

La nota de color y hasta humorística la pone Manuela Merchán. Lograr tanta frescura no debe ser fácil. No la conozco personalmente y no sé cómo se comporte ella en su vida diaria, pero esos ojos que bailan mientras su boca derrocha sensualidad y dulzura no deben ser pura casualidad.

Estos son tres actores que hacen sentir al espectador una esperanza que parecía perdida en el cine ecuatoriano, tan lleno de actores que se esmeran en hablar como no hablamos o que (por el contrario) se les va la mano con los modismos y acentos. Son tan jóvenes y talentosos que con sus actuaciones han dado un giro de tuerca y parecen haber logrado un antes y un después. Y enfatizo en la dirección, una vez más, cuando se ve a una Cristina Morrison, madura actoralmente, transmitir una angustia infinita en sus gestos y palabras. Sin querer sonar emocional (como dicen los gringos) creo que ella, en Feriado, se terminó de graduar de actriz. Y el Peky Andino no solo se deshizo (por un rato) de sus greñas rebeldes y roqueras, sino que, además, logró convencernos de que no era el Peky, sino ese empresario metido en líos hasta la coronilla…

Sobre el guión, creo que pudo haber sido un poco más minucioso en cuanto a explicar la relación directa entre el feriado que se vive en la trama y el trágico feriado bancario que vivimos en 1999 en Ecuador. Creo que eso se lo deben a la generación que ahora tiene la edad que Juano y Juanpi viven en la película, quienes saben poco de lo que pasó en su infancia o lo conocen de otros modos, y a quienes tanto les hemos ocultado los que sí la sufrimos con la conciencia del adulto.

Aquí solo unas pocas razones para recomendar que dejemos a un lado (por un rato, al menos) los blockbusters con sabor a fastfood, tan fáciles de digerir pero a la vez tan tóxicos.

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