Por Diego Cazar Baquero / La Barra Espaciadora
@dieguitocazar
Pocos ciudadanos del planeta dirán que no aman a The Beatles. Estos cuatro ingleses son la piedra fundacional de toda la música popular que se haya creado después y eso es innegable. Y nadie duda de que sus canciones sean universales, pues hace décadas que se desprendieron del cordón umbilical de Liverpool. Pero, ¿de ahí a considerar sus canciones para vender la imagen de un país latinoamericano que –dicho sea de paso- alardea una revolución socialista? ¡Por favor!
No se trata de nacionalismos ingenuos ni de apasionamientos de oposición barata al gobierno ecuatoriano de Rafael Correa. Tampoco se trata de rechazar una campaña mundial de promoción turística, que tanto bien le haría al Ecuador para alimentar sus arcas. ¡Si hablamos de marketing global, pues hablemos de marketing global!
El dilema que implica el haber elegido la canción All you need is love y no una composición hecha y producida por “manos limpias, mentes lúcidas y corazones ardientes” ecuatorianos contempla cifras concretas: desde que en 2010 se reorganizaron las políticas de recaudación de la Sociedad de Autores y Compositores Ecuatorianos (Sayce), los montos de recaudación y de distribución de regalías para los artistas asociados registró un incremento del 80%, entre el 2009 y el 2011. Aunque el dato suena alentador, el I Diagnóstico y Políticas para la Industria Fonográfica Ecuatoriana, publicado durante el primer trimestre del 2013, detalla que durante ese período, apenas 142 autores y compositores ecuatorianos han recibido regalías. Esto significa un porcentaje menor al 10% de todos los socios de Sayce, y mucho menor aún que todos los músicos ecuatorianos.
Pero veamos cantidades específicas: el verdadero dilema está en que, de los USD 3 391 797, 36 que desde el 2009 hasta el 2012 distribuyó la Sayce entre sus socios nacionales y las sociedades de gestión fuera del Ecuador, solo un 27,63% se quedó en el país. ¡El 72,28% se repartió en el exterior! Este datito demuestra que dentro del territorio ecuatoriano el uso de obras musicales nacionales es muy bajo y que es muy escasa la rotación de esa música en los medios de comunicación. Y ahora, para colmo, el mismo Estado ecuatoriano que se dice revolucionario y que habla de industria cultural local promueve la salida de millón y medio de dólares más para pagar por una bellísima canción extranjera. ¡O sea que, en lugar de exportar nuestra música estamos exportando nuestra plata! ¿Cuántos estudios de grabación, escuelas de música o productoras podríamos montar con ese dinerito?
Es cierto que las cifras en materia cultural son ínfimas si las comparamos con las que representan las aspiraciones gubernamentales en el campo turístico. Pero, aun cuando la campaña de promoción turística All you need is Ecuador garantice los 1 600 millones de dólares que proyecta recibir el Estado ecuatoriano, ¿tan seguros estamos de que no somos capaces de mostrarle al mundo las mismas imágenes hermosas de nuestro país acompañadas por nuestros propios paisajes sonoros? ¿No habríamos apuntado al mismo tiempo a potenciar turismo y cultura si contábamos con música hecha acá? ¿Cómo pretendemos hablar de marketing global o de industria cultural local si perdemos la oportunidad de mostrar al mismo tiempo nuestros sonidos al mundo entero?
Nacionalismos ingenuos son los que llevan a un Estado a repetir las prácticas de los recién nacidos estados nacionales de finales del siglo XIX y principios del XX, cuando decidieron vender al mundo al Ecuador a través de una música afrancesada o convertirlo en protectorado de naciones europeas en nombre del desarrollo, en nombre de la modernidad…
Muy lejos está el Ecuador de una revolución cultural mientras funcione como una gran agencia de publicidad y malinchismo que vende papas fritas, ¡ni siquiera chochos!