Por Ángela Lascano D. / @angela_lascano

“No puedo encontrar trabajo”, me confesó mi hermano aquella tarde, cuando vino a rescatarme de la lluvia que empezaba a desintegrar la marcha. “No puedo encontrar trabajo, y me asusta: me hace pensar que soy el único que lleva años fuera de la universidad y todavía no ha encontrado empleo”.

La vitalidad de sus pasos desentonaba con la pesadumbre que se reflejaba en su expresión, y era como si dos entidades, una carente de esperanza y otra llena de indignación, habitasen en el mismo lugar.

Su tristeza me dolió profundamente y, más aún, su sentimiento de soledad. La historia de mi hermano era la misma que había escuchado a lo largo de la jornada por parte de estudiantes y jóvenes profesionales: no hay trabajo. No contratan. No pagan lo suficiente. No hay afiliación al seguro. No hay forma de sobrevivir. No hay.

A pesar de que el discurso oficial del Gobierno sostiene que desde enero se han creado cerca de 50 mil plazas de empleo gracias a la Ley de Eficiencia Económica y Generación de Empleo, según el informe del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social, más de 42.00 personas se sumaron al desempleo hasta marzo de 2024.  

“¿Dónde están los empleos que dan para los jóvenes?”, gritaba Esteban Vázquez, un joven quiteño que esa mañana había asistido a una entrevista de trabajo antes de unirse a la marcha. “¿Dónde están esos 50 mil empleos?  Porque yo no los encuentro”.   

El Día del Trabajador
Foto: Ángela Lascano 
El Día del Trabajador
Foto: Ángela Lascano 

La movilización había comenzado a las 8:30 en la Caja del Seguro. Sin embargo, algunos sindicalistas apenas empezaban a llegar al punto de encuentro cuando el comienzo de la marcha, encabezado por el Frente Unitario de Trabajadores (FUT), la Confederación Ecuatoriana de Organizaciones Sindicales Libres (CEOSL) y el Sindicato Único de Obreros del GAD de la provincia de Pichincha, ya alcanzaba el Banco Central del Ecuador. 

“Hoy venimos a pedir que nos regularicen a los trabajadores autónomos. Queremos que nos tomen en cuenta, tanto el Alcalde como el gobierno”, pidió Margoth Andrade, comerciante del sur, parte de la Federación de Comerciantes Minoristas y Mercados de Pichincha (FEDECOMIP). 

El 16 de diciembre de 2022, empezó a regir la Ley de Defensa y Desarrollo del Trabajador Autónomo y del Comerciante minorista. Sin embargo, según César García, presidente de la FEDECOMIP, las autoridades municipales no han cumplido con la norma. “Yo he sido desalojada muchas veces. Pero estamos en la lucha. Siempre las mujeres estamos a la lucha”, reafirmó Margoth, antes de continuar con la movilización. 

Varios colectivos de mujeres y trabajadoras estuvieron presentes a lo largo de la jornada.  “Este 1 de mayo tiene una connotación especial”, dijo Mayté González, presidente provincial de Pichincha de Mujeres por el Cambio. “Nos enfrentamos a las políticas neoliberales de este gobierno. Nosotras, las mujeres de los sectores populares, amas de casa y estudiantes, avanzamos en esta movilización exigiendo nuestro derecho al trabajo, sueldos dignos y la eliminación de la brecha salarial».  

Según la Encuesta Nacional de Empleo, Desempleo y Subempleo (Enemdu), las mujeres ganan $69 menos en promedio que los hombres. A su vez, las mujeres ecuatorianas destinan 31 horas semanales de trabajo a las labores del hogar, trabajo no remunerado. A lo largo de la movilización, varias mujeres continuaban cuidando a sus hijos, tanto manifestantes como vendedoras ambulantes.

El Día del Trabajador
Foto: Ángela Lascano.

Cornelia Hernández, presidenta de la Organización de Quito de Trabajadoras Sexuales, exigió al Gobierno la regulación del trabajo sexual. “Exigimos el proyecto de ley de regularización en Quito, que ya está ganado en una acción de protección. Al Gobierno le exigimos el proyecto de ley para la actividad económica”, explicó. 

El 20 de marzo de 2023, un juez de la Unidad Penal de Quitumbe dictaminó que las autoridades municipales en Quito deben crear un plan integral para regularizar la labor de las trabajadoras sexuales en el Centro Histórico. Este 1 de mayo, las trabajadoras sexuales reclamaron la inacción del Municipio, que -aseguran- en el contexto de la inseguridad y el alza de precios en el país, las deja más desprotegidas que nunca.

El bloque de los trabajadores del sector eléctrico sobresalía en la marcha. Con una banda de guerra y puestas en escena, el sindicato se extendía cubriendo varias cuadras. “No estamos de acuerdo con las barcazas -gritaban-, aquí están presentes los mejores trabajadores del sector eléctrico”. Sus voces retumbaban en la avenida 10 de Agosto y contagiaban a las personas que caminaban en la acera. 

El Día del Trabajador
Foto: Ángela Lascano.
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En caso de enfrentamientos, siempre hay dos sentimientos que movilizan más que nada: uno es el miedo y otro es la rabia. Hasta entonces, la movilización había continuado de manera pacífica. Sin embargo, en la plaza de Santo Domingo, los manifestantes se dieron cuenta de que no iban a poder llegar a la plaza de  San Francisco, punto marcado como el final de la movilización. Todas las calles estaban cerradas con vallas y, detrás de ellas, se encontraban varios agentes de la Policía Nacional. 

“¡Tenemos los permisos y vamos a pasar!”, gritaron algunos dirigentes a través de los megáfonos. Varios trabajadores comenzaron a zarandear las rejas. “Vámonos, compañero, no vale la pena -gritaban, por un lado-; entremos, entremos”. La disputa se acabó cuando la Policía Nacional echó gas pimienta. Ojos, piel y garganta empezaron a arder y los trabajadores retrocedieron.  

“Nosotros no quisimos, y aunque podíamos entrar a San Francisco con miles de personas, no quisimos porque no íbamos a arriesgar a tener heridos”, confesó después José Villavicencio, presidente del FUT, intentando tranquilizar los ánimos. 

Cuando empezaron a hablar los dirigentes, varios sindicatos dieron por concluida la jornada y comenzaron a regresar, entre tanto, otros apenas llegaban. Así concluyó la primera marcha del Día del Trabajador.

“Mi mensaje para el Gobierno es este: Los trabajadores estamos dispuestos a sacrificar cualquier cosa por tener un trabajo digno”, se despidió Víctor Rivadeneira, un trabajador del transporte público que se acercó buscando un espacio para, al fin, expresar su indignación.

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Foto: Ángela Lascano.

¿Dos marchas? 

Desde hace dos años, el bloque proletario, integrado por los colectvos Luna Roja, Vientos del Pueblo y la Asociación de Trabajadores Autónomos Organizados (ASOTRAB), se separa de la marcha principal para tener su propio espacio de conmemoración y resistencia. Este 1 de mayo, se convocaron a las 14:30 en el parque El Arbolito. 

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Foto: Ángela Lascano.

“El movimiento obrero no es uno solo -señaló uno de los dirigentes del bloque proletario-, esto no es de los aprovechados de los dirigentes sindicales, que nunca han puesto su sangre y su corazón por la lucha de los obreros. Siempre lo que han hecho ellos es venderse y han traicionado al movimiento. Esto es una lucha de clases sociales”. 

Foto: Ángela Lascano.

Las mujeres de Luna Roja también piden regulación del trabajo autónomo, educación gratuita para sus niños y puestos de empleo para los jóvenes. “Necesitamos comer y trabajar. Tenemos una familia que mantener y nosotras necesitamos trabajar porque no hay más fuentes de trabajo” dice María Collaguazo, trabajadora autónoma de Quito. 

El bloque proletario avanzó por la avenida 10 de Agosto. El cantautor quiteño Jaime Guevara, ‘El Chamo’, marchaba junto a los tambores, como lo ha hecho durante cinco décadas. “Después de tantos años de lucha, ¿todavía tienes esperanza de que las situaciones injustas cambien?”, le pregunté, intentando encontrar los ánimos que se me agotaban después de la larga jornada. “Creo que siempre hay que hacerles notar a los opresores que los oprimidos estamos bien pendientes de lo que hagan, de cada paso que den. Y nosotros les caeremos encima, a nuestra manera -me respondió, sonriendo- pero, para mí, como el anarquista que soy, creo que mientras la gente, los oprimidos, no nos pongamos en pie, no va a cambiar nada esto”.

La tarde avanzaba y la lluvia empezó a caer. Mi hermano se acercó corriendo a cubrirme con un paraguas. Caminamos juntos hacia la Plaza del Teatro, donde el bloque se reorganizó para dar por concluida la jornada.

Cuando los últimos discursos terminaron y la plaza empezó a vaciarse, mi hermano me pasó la mochila más ligera y continuó caminando. “¿Estás bien?”, le pregunté entonces, preocupada por el cansancio que se adivinaba en su rostro. “Estoy cansado, eso es todo. Este día es duro. Ojalá existiera un sindicato de desempleados. Así, tal vez, me sentiría menos solo”.

Foto: Ángela Lascano.
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