Por Antonio Bautista / @Bant_84
En el barrio quiteño de Solanda, en el sur de Quito, no pueden pasar desapercibidas las estructuras de las viviendas y edificaciones cuarteadas, inclinadas, algunas ya completamente inhabitables. Si bien Solanda es reconocido por poseer uno de los bulevares más visitados de la ciudad, sus habitantes se sienten amenazados por las obras de construcción del Metro de Quito. En varias casas, los vecinos exhiben carteles con mensajes que muestran el descontento.
En la vivienda de Matilde Sarabia, cuelga un cartel con el mensaje El metro está pasando y mi casa se está hundiendo. En la casa de Libori Espinoza, a modo de una bandera, cuelga otro que dice: ‘Por el metro mi casa se está hundiendo’.
Según Libori, quien vive en el barrio durante más de treinta años, “el problema no es algo nuevo. Autoridades municipales, ingenieros y distintos medios de comunicación ya documentaron nuestra situación, pero no ha habido ninguna acción al respecto. Con estas pancartas lo único que queremos es mostrar lo que para muchos es nuestro día a día; y en mala hora para otros vecinos dejó de serlo. Digo esto porque para algunos fue mucho peor, ellos tuvieron que abandonar sus casas por cuestiones de seguridad. Tenían miedo de que la casa se les vaya encima”.
La ciudad no cuenta con un registro exacto de las casas afectadas y tampoco los vecinos han podido levantarlo. Pero se habla de alrededor de 400. Muchas de ellas, en efecto, han sido abandonadas.
A partir del 2018, los moradores de Solanda presentaron quejas ante el Municipio de Quito. Como respuesta, se encargó un estudio técnico a un cuerpo de especialistas de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE) y la Escuela Politécnica Nacional (EPN). El informe, presentado en octubre de ese año, enumeró las causas de los daños en el sector:
- Estado actual de las alcantarillas
- Transferencia de cargas a la cimentación (Edificios informales)
- Lavado de finos (Disminución de la masa de terreno por resta de material, puede ser causado por una corriente de agua natural -nivel freático- o artificial -drenaje mal encauzado, fuga de saneamientos, etc.)
- Extracción de agua de la construcción de la salida de emergencia N.4 del proyecto Metro de Quito.
A su vez, se recomendaron medidas de precaución para frenar el hundimiento. Entre las más importantes:
- Reorientación del paso de vehículos pesados por el sector
- Control del proceso de deformación de viviendas (monitoreo) para la adopción de medidas pertinentes.
- Eliminación y/o control de la extracción de agua de la salida de emergencia que construye el Metro de Quito.
Según Fernando Chamba, presidente del Comité Ejecutivo de Solanda (CES), a pesar de las recomendaciones propuestas hace 2 años, hasta ahora no se ha aplicado medida alguna.
En vista de la desidia de las autoridades, el descontento de los afectados se reflejó en una medida de hecho que visibilizó su inconformidad: “En el 2019, capturamos a 27 volquetas. No hay otra forma para que nos entiendan”, dijo Fernando.
El grupo de damnificados ha optado por presentar un reclamo administrativo previo a las acciones legales pertinentes contra la aseguradora (Generali), la constructora (Acciona), Alcaldía del Distrito Metropolitano de Quito, entre otras empresas corresponsables de este problema. Martha Puco, miembro del grupo de damnificados, dice que solo de este modo serán tomados más en serio.
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En retrospectiva
Solanda fue un proyecto de vivienda social diseñado para familias de escasos recursos. En 1976, el terreno de 150 hectáreas, pertenecientes a la Hacienda Marquesa de Solanda, iba a ser donado por María Augusta Urrutia a la Fundación Mariana de Jesús; sin embargo, por la edad avanzada de Urrutia, la donación no se efectuó y el terreno quedó en manos del Banco Ecuatoriano de la Vivienda.
En 1980, el anteproyecto fue aprobado por el Municipio de Quito y en 1986 se inició la entrega de las viviendas bajo el Plan Techo, del gobierno de León Febres Cordero. Los tipos de viviendas entregadas variaban según la capacidad de crédito de los demandantes:
- El tipo LUS: un lote que contaba con una unidad básica sanitaria, su área de construcción era de 10.46 m2. Podía ampliarse de acuerdo a las posibilidades de su dueño.
- El tipo Piso-techo: se entregaba en columnas, sin paredes ni techo, y con una unidad sanitaria. La superficie de construcción entregada era de 24,11 m2. De igual manera era posible realizar ampliaciones.
- Las viviendas Trifamiliares: se levantaban en lotes de 9.60 x 9.60 y de 9.60 x 12.80 y comprendían tres departamentos.
- La vivienda Puente: construida en un área de 24.09 m2, estaba destinada a negocios, oficinas, consultorios. Este tipo de viviendas, por sus características, no permitía ampliación.
- La vivienda tipo LUV (de un piso o de dos): terminada con la finalidad de que sirviera de “modelo” para los adjudicatarios de los otros tipos de vivienda.
Por las condiciones en las que las casas fueron entregadas, los moradores vieron la necesidad de realizar adecuaciones conforme a sus necesidades.
Un estudio realizado entre 1988 y 1989 por Margarita Salazar Pino, Isabel Romero Paz y Judith Rodríguez Ramos, sobre los Cambios en las estrategias de vida de los habitantes del programa Solanda a partir de la adjudicación de la vivienda, permitió plantear las principales razones del actuar de los moradores. El estudio, en base a 269 casos, determinó que:
Fuente: Cambios en las estrategias de vida de los habitantes del programa Solanda a partir de la adjudicación de la vivienda, 1989.
Las voces quebradas de Solanda
Fausto Espinoza tiene 55 años. Reside en Solanda desde que comenzó el plan de vivienda. Fausto recuerda cuando llegó: “Se veía como un campo, pero poco a poco fue convirtiéndose en una pequeña ciudad”.
Su casa tiene tres plantas y cerca de 40 años de vida. Pero hace tres años comenzó a cuartearse. A pesar del daño, Fausto ha decidido no hacer arreglo alguno. Lo mejor -cree él- es dejar el daño visible para que así quede constancia y las autoridades constaten las consecuencias de lo que califica como “un proyecto mal planificado”.
“Mi padre ha sido quien peor lo ha pasado -cuenta este vecino-, al ver la situación a la cual nos enfrentábamos cayó en depresión. Sufría mucho al ver que la casa se estaba destruyendo y no quedaba más que seguir en ella. Vivir en estas condiciones es desafiar a la naturaleza, y con la naturaleza no se juega”.
La familia de Fausto acudió al Hospital del Sur pero la ayuda psicológica que ahí recibió su papá no fue suficiente. “El psicólogo a cargo decidió derivarlo a un psiquiatra, porque mi padre empezó a tener mucha ansiedad y cuadros de paranoia. Ahora mi padre está más tranquilo, pero no es porque la situación haya mejorado sino por la medicación que usa”.
José Collantes, un joven de 22 años, le pidió a su vecina Raquel Obando que nos permitiera conocer una de las casas que ha presentado más afectaciones, en el sector 4 del barrio. Raquel está a cargo de las llaves.
Es una casa de dos plantas que fue abandonada hace más de dos años. Ahí dentro, aún están las pertenencias de la familia Archi Cordero. Aunque esos espacios conservan la esencia de la vida familiar que algún día los hizo ruidosos, ahora los daños son visibles: en la primera planta, las paredes lucen completamente cuarteadas. Las grandes grietas dejan pasar la luz del exterior. El piso está totalmente desnivelado y una gran grieta recorre buena parte del suelo. “Prácticamente esta casa está en pie por las casas de al lado -comenta José-, porque son las que la sostienen”. En la segunda planta, además de las paredes rotas, el piso recubierto de parqué luce partido.
Que esta casa se venga abajo es cuestión de tiempo. “La preocupación que vivimos es constante, esta es una lucha que nos ha tocado afrontar solos -dice José-. Sentimos que las autoridades no hacen nada para ayudarnos a resolver los problemas del barrio. Muchos vecinos viven con el miedo de que todo se venga encima”.
Matilde Sarabia tiene 61 años. Ella también vive en Solanda desde que se inició el plan de vivienda, en los ochenta. Su casa tiene cuatro plantas y casi todas las paredes están cuarteadas. En la tercera planta, sobre la ventana, cuelga un gran cartel: ‘El metro está pasando y mi casa se está hundiendo’.
Los daños también comenzaron a aparecer hace tres años, justo cuando empezó la construcción del Metro de Quito. Matilde recuerda cómo aparecieron las primeras fisuras en sus paredes. Luego, esas pequeñas grietas se expandieron y ”de a poco, se iban cayendo como si fuera un cascaron”. Matilde ha fotografiado todos los daños y ha juntado las imágenes en un cartel. “Las autoridades municipales conocen nuestro caso, pero no nos ayudan. Hay veces que pedazos de la pared se caen como si nada, estamos muy preocupados. Siento mucha desesperación porque la casa se está viniendo al piso”.
Cuatro décadas más tarde, el sueño cumplido de muchas personas de tener su propio hogar se ha vuelto endeble. Las fisuras y grietas en las paredes de sus casas y negocios aparecieron hace aproximadamente 3 años, pero ahora se están tomando el barrio entero. Para ellos, esto tiene una sola causa: el Metro de Quito.