Por Desirée Yépez*
A ‘Gonzalo’ le aseguraron que podía dejar de ser un hombre trans. Aunque él no quería, sus padres estaban convencidos de que su identidad de género podía ‘curarse’. Lo relacionaron con una enfermedad mental, con brujería y satanismo. “Ellos no quieren a ningún ‘Gonzalo’ y dicen que el día en que regrese a casa será como una mujer, y si no lo hago así será que mejor ‘ni me aparezca’. Ellos han acudido a un ‘padre’ que los ha ‘escuchado’ y, aparentemente, está de su lado. Y ese padre tiene algo importante que ‘yo necesito escuchar’”, escribió el joven en su diario. Era junio de 2018.
También en junio de 2018 la Organización Mundial de la Salud (OMS) sacó la transexualidad de su lista de enfermedades mentales. Lo que diga la ciencia no sirvió de argumento para los padres del guayaquileño, quienes quisieron destrozarle el cráneo con un bate de bésibol cuando les confesó que no se identificaba con su sexo biológico.
En Ecuador, desde 2014 el artículo 151 del Código Orgánico Integral Penal (COIP) sanciona con cárcel a quien torture a otra persona “con la intención de modificar la identidad de género u orientación sexual”. Se define como tortura el grave dolor o sufrimiento físico o psíquico. Seis años después, este 2020, el Gobierno de Lenín Moreno descartó la aprobación del Código Orgánico de la Salud (COS) que, además, prohibía la oferta de servicios que pretendan cambiar la orientación sexual o la identidad de género, por cualquier tipo de método o bajo cualquier circunstancia. Este vacío legal ha fortalecido que a través de la consejería religiosa y los grupos de apoyo católicos y cristianos se promueva que las lesbianas, gais, bisexuales, transexuales/transgénero, queers pueden ser corregidas o tratadas. El discurso, abiertamente, afirma que es cuestión de voluntad.
“El padre les ha preguntado reiteradas veces en la reunión que tuvieron con él si yo ‘estaba dispuesto a ir a hablar’ porque ‘yo tengo que tener voluntad para ir’. La preocupación del padre me hace pensar que hay alguna especie de miedo detrás de él… ¡Vaya a ser que el chico diga que lo han llevado a la fuerza! ¿No?”, registró Gonzalo en su bitácora. Antes de llegar al cura, visitaron a un psiquiatra y un endocrinólogo, quienes coincidieron en que no había nada que tratar porque no estaba enfermo.
Cayetana Salao, integrante del Taller de Comunicación Mujer (organización que desde el 2000 lleva un registro de víctimas de las terapias de conversión), explica que la mayoría de casos parte de una matriz religiosa. Cuando familias de la población LGBTIQ escuchan en los cultos y misas a las que asisten que hay “mecanismos para tratar” se convierte en algo posible.
El viernes 8 de junio de 2018 Gonzalo y sus padres viajaron más de una hora para asistir a la primera reunión con el sacerdote de la Iglesia María Reina, en la ciudadela Puerto Azul, en las afueras de Guayaquil, vía a la Costa. Fueron cuatro encuentros en un salón repleto de cuadros con la imagen de Jesús.
A Gonzalo le advirtieron que podía estar poseído. Había que rezar todos los días. En una de las sesiones, el párroco, vestido con su sotana, Biblia en mano, le puso la cruz en la cabeza y empezó a decir: “¡Oh, padre protector, libera a esta niña pura!”.
No es un caso aislado. La Investigación sobre Condiciones de Vida, Inclusión Social y Derechos Humanos de la población LGBTI en Ecuador (INEC, 2013) arroja que el 17 % de encuestades ha estado forzado a asistir a cultos religiosos; y un 26 % experimentó imposición de ir a un psicólogo, psiquiatra, cura o pastor para «curarle» o «cambiarle».
Tampoco se trata de algo nuevo. Estos acompañamientos espirituales se remontan a fines de los noventa, antes de que en el país se despenalice la homosexualidad (1997); y, a pesar del avance en la legislación, se perpetúan y ofrecen libremente.
La iglesia evangélica es pionera en la promoción del tratamiento a personas con lo que han denominado “atracción al mismo sexo (ams)”. En 1973, con el surgimiento de Exodus en Estados Unidos se fortaleció el movimiento “exgay”. Cinco años después, en 1978, la iglesia católica propuso Courage, un apostolado para atender “los problemas y las necesidades pastorales de las personas laicas con atracción al mismo sexo”. Ambos grupos religiosos han expandido sus servicios hacia Latinoamérica. Ecuador no ha sido excluido.
Aunque en 1990 la OMS retiró la homosexualidad de su lista de enfermedades mentales, en 1995 apareció en Ecuador Camino de Salida como “el primer ministerio cristiano evangélico que se enfoca en el tema de la homosexualidad, creyendo que Dios creó la mujer y el hombre como complementarios”. En su sitio web se explica que los misioneros estadounidenses Betty Van Engen y Tim Broach lo impulsaron, ya que ambos tenían experiencia aconsejando “a personas con quebrantamiento afectivo sexual relacional”. Actualmente la Fundación opera abiertamente en Quito, Guayaquil y Huaquillas, afiliada a Exodus América Latina; de hecho, esta última trasladó su sede a Quito, en 1998.
“Exodus” es una referencia a la salida de la esclavitud de los hebreos en la Biblia, una forma de expresar la noción de libertad de la homosexualidad. Su premisa es que la libertad, redención y transformación de las personas LGBTIQ son posibles mediante el poder de Jesucristo.
Camino de Salida ofrece servicios de Monitoreo y acompañamiento, y Grupos de apoyo. Elsa Izaguirre, presidenta de la organización y líder de los grupos de apoyo, no accedió a una entrevista al respecto. Pero otras investigaciones han expuesto el testimonio de personas sometidas a esta intervención.
En 2013, la investigadora Annie Wilkinson publicó ‘Sin sanidad, no hay santidad’, sobre las prácticas reparativas en Ecuador. La antropóloga recopiló experiencias que describen que, para iniciar el proceso en Camino de Salida, la voluntad es un requisito. “La decisión de cambiar involucra saber que existe un Dios sobrenatural; creer que el cambio es posible con Dios; reconocer que el cambio es voluntario, no obligatorio; saber que esto no dura cinco meses, un año, dos años, tres años. Esto va a durar el tiempo que Dios permita que dure”.
“El proceso de sanación” empieza con consejerías individuales donde se explora “la raíz del problema”. Una de las primeras acciones es disminuir la tentación de recaídas, para eso se recomienda cortar las relaciones y conexiones con el “mundo gay”, incluyendo amistades. Se estudian libros y testimonios para aprender “técnicas para dejar la homosexualidad”.
Lo inservible de esos métodos se expuso en 2013, cuando Exodus International cerró sus operaciones. Su presidente, Alan Chambers, publicó una disculpa pública por “el dolor”, “el daño” y “el sentimiento de culpa” causado a quienes acudieron a la organización. Además, reconoció que, a pesar de estar casado, él tenía deseos homosexuales.
No fue suficiente. La filial Exodus América Latina está operativa. El pastor guayaquileño Nelson Zavala la describe como un ministerio muy bien estructurado. “No hemos tenido el privilegio de trabajar en conjunto”. Lo que el excandidato a la Presidencia de la República sí hace es referir personas a la sede de Camino de Salida, en el Puerto Principal. “Yo no tengo esa especialización en el sentido ambulatorio para ayudar o hospedar a alguien. Entonces hay otros lugares que son centros especializados de la iglesia que se dedican a ayudar e, inclusive, hospedan a las personas. Obviamente en medida de que la constitución ha ido cambiando, han ido desapareciendo, porque hoy en día a la homosexualidad la quieren hacer ver como normal”, reconoce.
A través de su iglesia Monte de Sión, instaurada hace 18 años y que desde hace uno cuenta con la figura de Fundación, Zavala facilita “restauración” para quienes se han desviado de la “correcta sexualidad”. Su fundamento es la Biblia. “Tenemos evidencia, miles y miles de homosexuales y lesbianas convertidas a Cristo y recuperando su correcta sexualidad, miles de homosexuales que hoy son pastores”, asegura.
El pastor, al igual que los facilitadores de Camino de Salida, condiciona la intervención a la voluntad. “Lo primero es que entienda el homosexual la necesidad. Después, es orar, rogar a Dios y al espíritu santo que toque el corazón del homosexual, que le enseñe que está desviado, que no es orientación ni preferencia sexual lo que tiene, sino desviación de la correcta sexualidad de lo que Dios hizo. Luego comenzamos a través de diálogos personales, diálogos con exhomosexuales, personas que estuvieron en el mismo mundo…”. En casi 20 años, Zavala afirma que ha tratado a, por lo menos, 70 personas “que han cambiado realmente su vida”.
Miguel León confiesa que vivió el “estilo de vida gay, sé lo que es y tengo derecho a un camino de reconciliación y sanación”. Desde 2015 comparte su testimonio de conversión a partir de la “terapia reparativa de las heridas emocionales profundas”. Es católico. En una de las sesiones con el cura de Puerto Azul a Gonzalo le recomendaron hablar con él para encontrar el camino correcto; pero la reunión no se dio.
A León lo identifican con la promoción de estos acompañamientos para los fieles católicos. Incluso lo acusan de tener una oficina donde ofrece terapias. Él lo niega.
“Hay quienes dicen que tengo una clínica en Puerto Azul y eso es una mentira completa”, asegura. Lo que hizo en esa ciudadela en 2017 fue “acompañamientos con padres de familia, sesiones de conversación de una hora más o menos. Voy y doy una conferencia donde comparto mi testimonio”.
Reconoce que su mensaje se sostiene en su experiencia personal y puede que no suceda lo mismo en otra persona que vive el “estilo de vida gay o como un homosexual”. En cuanto a la religión, se define como un “espíritu libre dentro de la iglesia”, sin afiliaciones a grupos o movimientos. “Tengo una historia de abuso en mi vida y sé las cosas que suceden dentro de la iglesia y eso me da la libertad de si en algún momento tengo que hacer algún reclamo lo hago. Si tengo que encarar a un sacerdote porque sé que está tocando a niños, lo voy a hacer”.
Ya no habla de acompañamiento. Explica que comparte lo que a él le pasó. “Lo hago tomando un café con alguien, lo hago por videollamada, lo he hecho en conferencias que me han invitado, grupos de la iglesia virtuales que me han invitado a compartir mi historia. Ese es mi aporte, mucho más preventivo, educativo y de información. Es como yo lo vivo y no solamente es para personas que experimentan atraccion por personas del mismo sexo, es un soporte tambien para sus padres”.
Explica que dentro del catolicismo hay opciones de acompañamiento para personas con “AMS”. Courage es uno de esos.
En su sitio web, se expone que los miembros de Courage son hombres y mujeres que experimentan atracciones al mismo sexo y que han hecho un compromiso por vivir la castidad. “Están inspirados por el llamado del Evangelio a vivir la santidad y las bellas enseñanzas que la Iglesia tiene sobre el bien y el fin de la sexualidad humana. Son padres de familia, esposos, hermanos y amigos de personas que se identifican como parte de la comunidad LGBTQ. Recurren a esta ayuda para poder mantener intactos sus lazos familiares y su fe”.
Al buscar en redes sociales, hay actividades en Quito y Guayaquil. Sin embargo, no respondieron al pedido de entrevista.
Los ministerios evangélicos y católicos dicen rechazar las prácticas violentas en los “procesos de conversión”. Pero en Internet circulan testimonios de víctimas de abordajes agresivos y traumáticos. Paradójicamente, a partir de la reforma del COIP, en 2014, la Fiscalía General del Estado reporta 1 denuncia, de 2016, sobre tortura con la intención de de modificar la identidad de género u orientación sexual. El Ministerio de Salud Pública del Ecuador no registra ninguna demanda de este tipo.
*El especial Niéguese a sí mismo es una serie de reportajes investigativos coordinados por la Agência Pública de Periodismo, en alianza con Ojo Público en Perú, El Surtidor en Paraguay, Mexicanos contra la corrupción y la impunidad y la reportera Desirée Yépez, de La Barra Espaciadora de Ecuador.
Desirée Yépez es periodista. Ha publicado en medios de Ecuador y de América Latina. Becaria del International Center for Journalists, de Agencia Pública (Brasil) y de la WAN-IFRA.