Gustavo Larrea habla sobre su historia en la vida política, sobre su ruptura con el gobierno de Rafael Correa y acerca de sus propuestas de desarrollo para el sector productivo y la agroindustria, como alternativas a las políticas extractivistas vigentes. Cree que es necesario un verdadero plan estatal para promover el retorno de los migrantes ecuatorianos como política de Estado.
Tiene 64 años, es quiteño y forma parte de una familia con una larga historia en la actividad política: desde su tatarabuelo, fusilado el 2 de agosto de 1810, pasando por su padre y sus abuelos, participaron de procesos políticos que incluso llevaron a la familia a vivir asilada en Venezuela, cuando Gustavo Larrea tenía apenas 15 años. Aunque él está orgulloso de cada historia de sus ancestros, asegura que la política no se trata de linajes sino de compromiso cívico ciudadano social y también individual con el país.
Para él, esa historia familiar implica una responsabilidad que asumió como un estudiante que luchaba en las calles en contra de la dictadura militar de los años setenta, junto a varios jóvenes que en esa época exigían “democracia sí, dictadura no” para el Ecuador. Hoy, el movimiento político que fundó y que lo auspicia se llama Democracia Sí. «Esos muchachos seguían un ideal de construir un país mejor -recuerda, sobre la dictadura que terminó en 1978- en el que se pudieran superar todas las formas de discriminación y opresión, y se sumaban a luchas antiguas y siempre vigentes por la libertad, la dignidad, la equidad de género y el respeto a la gente sin importar su edad, color de piel, origen, etc.». Tras un paro de 21 días en Quito, la presión de los movimientos sociales logró que los militares convocaran a elecciones, y eso determinó el fin de los períodos autoritarios para dar paso al retorno a la democracia, en 1979.
Por entonces, Larrea se encontró también con el actual presidente, Lenín Moreno, con quien compartió filas en un movimiento político que enfrentó al gobierno del fallecido León Febres Cordero, líder del Partido Social Cristiano, de tendencia conservadora y de derecha. Tiempo después, ante la disyuntiva entre votar por el también socialcristiano Jaime Nebot y la figura populista de Abdalá Bucaram, decidieron apoyar a Bucaram, quien logró el triunfo, pero meses después fue derrocado. Tanto Lenín Moreno como Gustavo Larrea ocuparon cargos en el Ministerio de Gobierno de Bucaram, pero enseguida lo abandonaron, según Larrea, porque “él traicionó los afanes de cambio del pueblo”.
A pesar de esa historia compartida con Moreno y de que ambos fueron piezas fundamentales en la llegada de Rafael Correa al poder, en 2007, Larrea marca distancia. En el diálogo con David Avilés, el candidato sostiene que conoce al Mandatario “desde la época de la lucha estudiantil, pero su gobierno es su gobierno y la responsabilidad es de él. No fui parte nunca”.
Por otro lado, en la Presidencia de Correa, Larrea fue ministro de Gobierno, ministro Coordinador de Seguridad y parte de una misión integrada por representantes de 12 países para negociar con las FARC la liberación de Ingrid Betancourt, Clara Rojas, secuestradas por años en Colombia y el pequeño Emanuel, nacido en cautiverio. Es tajante en cuanto al fin de su participación en ese régimen: «La democracia debe tener división de funciones, contar con la participación ciudadana y partir de una revolución ética en lugar de tener el control de la justicia», explica. En este sentido su plan de gobierno propone mantener siempre la veeduría ciudadana y plantea jurados públicos.
Sin embargo, aunque lo evada, Larrea sí tuvo un papel en el proceso para la consulta popular del 4 de febrero del 2018, auspiciada e impulsada por Moreno, porque consideró que incluía temas importantes, como la derogatoria de la Ley de Plusvalía, que incidió en el sector de la construcción, la prohibición de proyectos de minería en fuentes de agua y parques nacionales, aumentar la pena por violación a niños, niñas y adolescentes o frenar la reelección indefinida, por ejemplo. Según Larrea, solo hasta ahí llegó su participación y se trató de un trabajo sin alianza.
Ahora desde lejos, ve con mirada crítica al gobierno de su otrora coideario. Dice que se trata de un equipo que trabaja sin sentido de urgencia y que «solo ha flotado». Contrario a lo que ha dicho Correa, Larrea señala que no asesora a Moreno. Según su criterio, lo que hacía falta era una reforma económica, lucha contra la corrupción y reformas en cuanto a la salud pública y al sistema educativo. “Si Moreno me escuchara, lo hubiésemos hecho”, sentencia.
Desde su posición como candidato, explica sus ideas sobre la necesidad de reformas en varios campos, como la educación. Para Larrea, fue un error cerrar las opciones de bachillerato técnico y las escuelas de artes y oficios, porque la educación debe estar vinculada a cultura y medioambiente. Reflejo de esto, propone en su plan de gobierno una «nueva educación con pensamiento crítico, desarrollando una humanidad consciente, educación que integre el ambiente y sea motivada en arte y deporte, con sistemas educativos abiertos, flexibles e inclusivos». En este contexto, en su plan menciona las “ciudades educadoras”, y aclara que la ciudad «es un lugar de aprendizaje continuo».
El plan de gobierno de Larrea plantea una estrategia anticorrupción que propone un sistema de contratación pública, información abierta y transparente, la fuerte persecución de personas corruptas y la aprobación a la ley de extinción de dominio. También señala que él cree en las alianzas público-privadas, especialmente porque Ecuador «es un país de productores». Mientras él considera que había que fortalecer a esas familias, dice que en la década pasada se priorizó únicamente la obra pública y se dejó de impulsar y creer en lo privado.
Aunque la pandemia no consta en su plan de gobierno, Larrea explica que desde el 2010, se privilegian los hospitales en desmedro del sistema de salud preventiva y señala que en la propuesta del Código Orgánico de Salud se había omitido una solución a esa problemática que Moreno heredó de Correa, y durante su Gobierno no hizo las reformas necesarias. Propone fortalecer el Sistema Nacional de Salud con énfásis en la atención primaria en salud y en el trabajo comunitario de los epidemiólogos. Habla también sobre la lucha en contra de la desnutrición infantil. Su propuesta es mejorar el sistema de salud pública porque este “es un derecho y no una mercancía”.
Larrea está de acuerdo con que una mujer que ha sido violada pueda abortar, porque «prohibírselo sería un error terrible». Para él, la vida humana comienza en el momento de la gestación “pero cuando no es voluntaria es un doble trauma para la niña violada”. Este tema no se topa en su plan, aun cuando enfatiza mucho en los derechos de las mujeres y en la lucha contra la violencia de género y la desigualdad.
En cuanto a lo económico, Larrea señala que es importante apoyar a los sectores agropecuario, agroindustrial y turístico en lugar de continuar priorizando la explotación minera y petrolera. Señala que en el país hay 850 000 unidades productivas que se deben impulsar y «se debe aprender desde las raíces y aprendiendo de la historia», algo que, según Larrea, debería haberse hecho dese hace 60 años, porque «ni la minería ni el petróleo generan empleo como lo hace el agro». Su objetivo es exportar productos de calidad sin concentrar en pocas manos el negocio, como pasó en Chile. Esto se complementa con estrategias de servicios, artesanías, comercio y turismo.
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Larrea vuelve la mirada hacia los migrantes y asegura que se les debe facilitar el traer libremente maquinaria y capital o afiliarse a la seguridad social ecuatoriana, así como mantener los créditos educativos y becas. Según su criterio, hasta el momento se ha trabajado con demagogia con los estudiantes y trabajadores migrantes, muchos de los cuales se fueron a partir de la “catástrofe” que significó para el Ecuador la dolarización a inicios de siglo. Su plan de gobierno establece a la movilidad humana como una política de Estado, y propone un verdadero ‘plan retorno’ y regularización de trámites migratorios.
Larrea ha sido vinculado con distintos episodios políticos de alcance binancional, en la relación Ecuador-Colombia, pero también ha sido acusado de intermediar entre la candidatura de Rafael Correa en el 2006 y las fuerzas irregulares armadas colombianas ya extintas (FARC). Sucesos como el bombardeo de Angostura, en marzo del 2008, o su colaboración en el equipo negociador por la liberación de Ingrid Betancourt, Clara Rojas y su hijo han originado señalamientos sobre su supuesta cercanía con la guerrilla de las FARC, pero él explica que nunca la justicia pudo demostrar esas acusaciones. “Luchar por la paz y los derechos humanos no es lo mismo que apoyar grupos armados”, subraya. Para él, esas acusaciones solo “vienen de campañas sucias de desprestigio”.
Pero ya en el 2018, durante el gobierno de Moreno, su supuesta experiencia en negociaciones de paz, sin embargo, no fue tomada en cuenta durante el secuestro de Javier Ortega, Efraín Segarra y Paúl Rivas, equipo periodístico de diario El Comercio, retenido en Mataje-Ecuador y asesinado en Los Cocos, Colombia, en ese año. Él explica que hay una marcada diferencia: el primer caso duró años y en el segundo hubo una reacción lenta de ambos gobiernos, no existió la idea de crear una comisión y se desbordaron los hechos. ¿Qué hacer para que esta tragedia no quede en la impunidad? Para el postulante, la impunidad tiene que ver con la no independencia de los organismos del Estado. Eso falla porque existe un Estado autoritario, corrupto e hiperpresidencialista que debe cambiar, asegura.
Larrea cree que es necesario «ejercer más niveles de inteligencia para mejorar la seguridad en la frontera», donde la eficacia de los controles ha sido intermitente porque, si bien en Ecuador hay control que evita los cultivos ilícitos, Colombia no ha logrado controlar los de su lado de la frontera. Al final, el país continúa siendo un país de paso y donde abunda el microtráfico. «Para mejorar la situación en la frontera norte y en todas las del país hacen falta políticas integrales». Larrea define a las fronteras como la piel del país, pero está maltratada. Por eso debería tener atención especial que resuelva problemas de grupos armados y narcotráfico pero también otros como el contrabando que afecta a las localidades fronterizas golpeadas económicamente. En esa zona el flujo económico se debilitó y para fortalecerlo hacen falta líneas de crédito, fomento a la producción y estímulos que atraigan la inversión, como la reducción de tributos.
Finalmente, el candidato resume la esperanza como la confianza en que sí es posible salir de la crisis, construir un futuro de dignidad, superar toda forma de opresión y discriminación, tener educación de calidad, tener un gobierno honrado y honesto. “Eso es la esperanza: la posibilidad cierta de un mundo mejor” y es algo que la humanidad ha perseguido siempre.
Entrevistas: David Avilés Aguirre.Investigación y coordinación: Cristina Cadena. Texto: Ana María Carvajal. Caricaturas: Wilo Ayllón. Edición y dirección de contenidos: Diego Cazar Baquero.
Esta es una iniciativa de la Colectividad Ecuatoriana Autoconvocada de Artistas y Gestores, en Córdoba, Argentina, en alianza con La Barra Espaciadora, y forma parte del espacio Mi elección 2021.