Por Karol E. Noroña / @KarolNorona
Fotos: Emilia Palacios. Ilustración de portada: Apxel.
—Mami, ¿cuándo vas a venir a buscarme?
—Es lo que hago todos los días, mi amor. Te voy a encontrar.
En sueños, en pensamientos, en ideas. La voz de Joshua acompañó la lucha de su madre, Lilia Acosta, desde el 14 de febrero de 2019, a pocos días de cumplir 8 años. Aquella mañana, Manuel, padre de Joshua y expareja de Lilia, salió de la casa que compartían en Otavalo y se llevó a su hijo sin el conocimiento de su madre. Ese mismo día, ella reportó su desaparición; temía por su niño, pues Manuel tenía problemas psicológicos graves y signos de advertencia suicidas. Durante más de dos años, Lilia exigió su búsqueda al Estado ecuatoriano, denunció la inoperancia, reclamó asistencia internacional, gritó, caminó, marchó, recorrió el Ecuador y cruzó la frontera con Colombia para encontrarlo.
El viernes 9 de julio de 2021, Lilia recibió una noticia que —en sus palabras— le devolvió la vida. Habían visto a Joshua y a su padre en territorio colombiano. No dudó en empacar la ropa de su hijo y preparar las maletas. Para una madre que ha desgarrado su grito frente a decenas de edificios, que ha repetido una y otra vez su historia ante cámaras y oídos, encontrar a su niño es retomar el aliento y ratificar que la esperanza es el puño y la bandera.
“¡Logré encontrarlo, lo logré!”, me anuncia, emocionada, desde Popayán, capital del departamento colombiano del Cauca. Luego, envía una fotografía para compartir “la primicia” con sus compañeros de lucha, los rastreadores que cada miércoles le recuerdan al Gobierno ecuatoriano de turno que hay miles de hogares con cuartos vacíos. La alegría hoy se desborda. Su logro es colectivo y ha sido cobijado por las voces que cuestionan: ¿hasta cuándo el Estado seguirá girando el rostro, obligando a las familias de las miles de personas desaparecidas en el país a buscarlos por su cuenta?
Eran las 12:30 del miércoles 14 de agosto de 2019 cuando una voz clamó: “Mi niño Joshua Tayirai Salinas fue desaparecido el 14 de febrero y las autoridades no me dan respuestas”. Era Lilia durante su primer plantón junto con la Asociación de Familiares y Amigos de Personas Desaparecidas de Ecuador (Asfadec). Ese día, por la mañana, viajó desde Otavalo hasta Quito para visibilizar el caso de Joshua, un niño de mirada vivaz, explorador, activo, compañero, pero también para apoyar a los padres de Anahí, bebé de 2 años que fue rescatada luego de haber sido secuestrada en el sur de Quito, en ese año.
Habían pasado seis meses desde la desaparición de Joshua. Sin embargo, como muchas madres, Lilia estaba ahí, en la Plaza Grande, para denunciar las negligencias estructurales del sistema de justicia ecuatoriano. Con una fotografía de Joshua que le colgaba del cuello, me contó su historia.
La tarde del jueves 14 de febrero del 2019, Lilia debía salir de casa para hacer una diligencia en el centro de Otavalo y dejó a Joshua con su padre, Manuel. Después de una hora, Lilia regresó, pero su casa, ubicada en el norte de la ciudad, estaba vacía. Revisó cada espacio de la vivienda; no había nadie, tampoco estaba su furgoneta blanca, su computadora ni el dinero ahorrado que guardaba para su hijo.
A las 17:00 de ese mismo día, Lilia pidió ayuda a la Policía Nacional para buscar a su hijo e informó a los agentes de que Manuel era una persona con afectaciones mentales graves, además de que podía tornarse violento y había mostrado intenciones suicidas. En aquel momento, recuerda, la respuesta de un policía fue: “Es ‘una pelea de pareja’, me dijo, y que pronto estarían de regreso. Más de una vez intenté contarle que no teníamos ninguna relación amorosa, sino que por intervención de su familia, y por humanidad y empatía, permití que viva en un cuarto aledaño al departamento en el que vivía. Me suplicó que no lo separe de Joshua. Y así fue…”, relata.
El agente, cuenta Lilia, le aconsejó que ingrese a la Judicatura para denunciar formalmente la desaparición, pese a que la institución encargada es Fiscalía. “Yo no tenía conocimiento del trámite y cuando fui el 15 de febrero no lo aceptaron. Luego averigüé bien a dónde debía ir, había perdido mi tiempo”.
Esa equivocación, que parece mínima, dilata el proceso de búsqueda, pues las primeras 24 horas son vitales para encontrar a una persona reportada como desaparecida.
Fue el martes 19 de febrero cuando finalmente logró realizar la denuncia en la Fiscalía de Otavalo. Mientras el trámite avanzaba a paso burocrático, Lilia también comenzó a buscarlo junto a su familia y exigió que Fiscalía solicitara las grabaciones de las cámaras de vigilancia de los peajes de la región Sierra para encontrar algún indicio. El impulso, reclama, duró 20 días y solo se pudo establecer que la furgoneta blanca transitó por el peaje de San Gabriel (Carchi) pasadas las 17:30. Lilia también exigió que se pidieran los videos de otras paradas como Ambuquí, en el Valle del Chota, y el peaje San Roque, en Cotacachi. Sin embargo, por la falta de celeridad en el pedido, el material se había borrado.
Aquel 14 de agosto de 2019, Lilia dijo que Manuel podría haber llevado a Joshua a Colombia. Más de una vez, afirma, insistió en pedir, a través de Fiscalía, asistencia internacional de la nación vecina para que la búsqueda se agilice. El primero lo hizo el 19 de abril de ese año, pero “devolvieron el documento porque no estaba bien hecho, sin embargo, el fiscal no me avisó porque no sabía. Lo supe porque viajé a Quito para saber en qué estado estaba esa solicitud”, increpa.
El último, en cambio, lo presentó en junio de 2021, en Quito. “Cuando lo hice la secretaria me dijo que podía tardar un año en ser procesado mi pedido nuevamente”, cuenta.
Durante más de dos años, las investigaciones fueron ineficaces y poco alentadoras. Lilia no se cansó. En medio de una pandemia que sigue dejando corazones sin duelo, siguió gritando cada miércoles frente al Palacio de Carondelet para denunciar que ni Fiscalía ni la Dirección Nacional de Policía Especializada para Niños, Niñas y Adolescentes (Dinapen) ni la Dirección Nacional de Delitos contra la Vida, Muertes Violentas, Desapariciones, Extorsión y Secuestros (Dinased) lograban avances.
Los canales de comunicación, además, estaban rotos. En agosto de 2020, por ejemplo, Lilia escribió a uno de los agentes para consultarle cómo iba la investigación. Ahí se enteró de que ya no era el mismo, que habían asignado a otro policía, pero no hubo para ella una notificación formal.
Esta no es una negligencia aislada sino la realidad de miles de familias. En Ecuador, según datos gubernamentales, son 1 538 personas, 241 de ellas niñas, niños y adolescentes, quienes aún no son encontradas. Pero, además, estas son cifras cuestionadas por Asfadec. Son, de acuerdo con la organización, subregistros que no dan cuenta de la problemática que se vive. Para las familias, el balance de personas desaparecidas en el país superaría las 4 400.
Lilia se fortaleció con el apoyo de sus compañeros: padres, madres, hijas, hijos, hermanas, amigos, que acompañaron con sus puños frente al silencio estatal sobre su caso. Se han convertido en una familia sólida. Su bandera es la defensa de sus derechos y el reclamo por el regreso de los suyos.
Lilia no se detuvo. A las 06:30 de cada día se despertaba y, encomendada a su fe, pedía por el regreso de Joshua. No lo buscó solo en Otavalo. Viajó a Lago Agrio, Quevedo, Cuenca, Guayaquil, San Lorenzo, Sucumbíos, El Coca, Tulcán, Ibarra, Latacunga, Quito… incluso se trasladó hasta Ipiales, aunque sin resultados. Pero no se rindió.
‘Sabía que ibas a venir’
El viernes 9 de julio de 2021, una persona contactó a Lilia a través de redes sociales, trincheras digitales que mutaron para crear espacios de denuncia colectiva. “Fue a las 10:00. Todo fue como un relámpago. Logré encontrarlo por la visibilización y la viralización del caso. Me decía que vio a Joshua y Manuel en Colombia. Luego, recibí fotografías y videos para comprobar que realmente eran ellos. Y sí, ahí estaban los dos. Era él, ¡era mi niño!”, relata, entre sollozos.
Lilia acudió al agente investigador para contarle la noticia, pero “me explicó que debía tramitarse con Fiscalía. Imagínese, era viernes. Sábado y domingo no trabajan y yo no podía esperar. Habían pasado más de dos años y no iba a permitir que algo pasara”. Entonces, llamó a sus hermanos y fue en busca de Joshua por su cuenta.
No fue fácil llegar, pues la frontera entre Ecuador y Colombia aún permanece cerrada. “Pasamos por una trocha y la Policía de aquí [colombiana] nos ayudó y nos están apoyando para salir del país con ayuda humanitaria”, cuenta. En cuanto a Manuel, Lilia afirmó que no presentará cargos en Colombia.
Hoy, nada más importa para Lilia. Está feliz; su niño ha regresado y no habrá que soñarlo más, no habrá que imaginar más despedidas y reencuentros. Joshua tiene ahora 10 años, pero su expresión sigue siendo la misma que muestra en las decenas de fotos que con los años me mostró: un rostro apacible, risueño, sonriente que descansa en el regazo de esa madre que decidió recorrer el país para buscarlo.
—¿Cómo fue el reencuentro, cómo reaccionó Joshua?, pregunto.
—Está feliz, en shock. Me dijo: “Sabía que ibas a venir, pero no sabía cuándo”
Cuando la conocí, Lilia confesó que no pensaba tener hijos. Pero la llegada de Joshua lo cambió todo: pintó de luz cada espacio, se convirtió en el compañero de aventuras con el que nuevamente podrá compartir.
Son inevitables las lágrimas en los rostros de los rastreadores incansables. Los integrantes de Asfadec viven una alegría inmensa y hablan de un “milagro”, de un halo de luz en medio de búsquedas dolorosas, pero llenas de valentía y hartazgo.
El grito de Lilia no cesará porque en su colectivo la premisa dice que los desaparecidos son de todos. Ella dice que cada latido, reclamo, denuncia y plantón ha valido la pena. Ahora, la lucha continúa por los rostros que aún faltan en casa.
El camino de exigencia todavía es largo. Este miércoles 13 de julio, Asfadec y la Fundación Regional de Asesoría en Derechos Humanos (Inredh) entregaron una carta de exigencia al presidente Guillermo Lasso en el Palacio de Carondelet para marcar memoria por las personas desaparecidas en Ecuador.
¿Ya escuchaste nuestro podcast?
Al Oído Podcast es un proyecto de periodismo narrativo de la revista digital La Barra Espaciadora y Aural Desk, en colaboración con FES-Ildis Ecuador y FES Comunicación.
Al oído Podcast son crónicas y reportajes que recogen los relatos de ciudadanas y ciudadanos, pueblos, nacionalidades y colectivos que han sido víctimas de violaciones de sus derechos fundamentales y de sus libertades individuales, como un ejercicio de memoria colectiva.
El equipo de Al Oído podcast está integrado por Pepe German, en la dirección técnica, la producción y el diseño de sonido; Ana Cristina Alvarado y Jonathan Venegas, en la locución; Diego Cazar Baquero, en la dirección de contenidos y un amplio equipo de reporteros free lance.
Búscanos donde sea que encuentres tus podcasts favoritos. Si tu aplicación de podcast lo permite, suscríbete para recibir nuestras entregas automáticamente.
Lilia encontró a su hijo Lilia encontró a su hijo Lilia encontró a su hijo Lilia encontró a su hijo Lilia encontró a su hijo Lilia encontró a su hijo Lilia encontró a su hijo