*Nota: Se usa la ‘s’ mayúscula en la palabra Sordo/a porque refuerza la identidad y autoidentificación de este grupo de la población. La comunidad no usa esta palabra como adjetivo sino como nombre propio.
En Ecuador, las políticas públicas de apoyo a la maternidad, la crianza y el cuidado de menores son pocas y deficientes, al igual que los servicios públicos para las 66.538 personas con discapacidad auditiva que viven en el país, según el Consejo Nacional para la Igualdad de las Discapacidades (Conadis).
De esta cifra, 30.257 son mujeres y el 22,6% de ellas se encuentra en edad fértil (13-35 años), pero no se sabe cuántas son madres y no hay estadísticas sobre sus derechos. Las organizaciones de Sordos tampoco han levantado más datos y aseguran que hay un subregistro elevado de personas con discapacidad auditiva.
Martha Méndez forma parte de la Colectiva Sordas Feministas Ecuador, que ha llevado adelante una lucha activista por defender los derechos de las mujeres Sordas en el país. De hecho, durante la marcha por la Semana de las Personas Sordas, desarrollada en septiembre de 2023, fue una de las voceras de la comunidad mientras se dirigían a la Plaza Grande, en el centro de Quito. “Nunca más vulneración de derechos de las mujeres Sordas, necesitamos accesibilidad e inclusión económica. Cuando nos embarazamos, vamos al hospital y no nos atienden con eficacia, no hay intérpretes”, sentenció.
Las escasas cifras disponibles hablan por sí solas. De acuerdo a la Asociación Nacional de Intérpretes del Ecuador, solo hay 54 intérpretes certificados en Lengua de Señas Ecuatoriana (LSEC). Es decir, 1 por cada 1232 personas con discapacidad auditiva. Este idioma no es reconocido como tal en la Constitución, sino como un “medio alternativo de comunicación”, detalle que obstaculiza la implementación de políticas públicas incluyentes, así como la obligatoriedad de la contratación de intérpretes, y que termina marginando de los servicios básicos a las Sordas, especialmente si muchas de ellas provienen de familias de recursos limitados y no pueden acceder a capacitación y empleo, y mucho menos pagar para que los ayuden a entregar y recibir información.
¿Cómo es embarazarse, parir, dar de lactar y criar incomunicada? ¿Cómo se puede educar sin acceso a información? Tres mujeres Sordas de Quito, madres de familia, abrieron las puertas de sus casas al equipo de Habitación Propia para sacar a la luz sus historias y reclamar justicia.
Maternar en silencio
Johana Jácome es Sorda profunda, al igual que su esposo, y está embarazada de su segundo hijo. Su primera hija, Sarahy, es HOPAS (hija oyente de padres Sordos) y, como la mayoría de niños y niñas HOPAS, ayuda a sus padres a comunicarse con el mundo oyente.
Cuando el bebé nazca sabrán si tiene esta condición.
La historia de Johana es como la de muchas mujeres y madres Sordas: ha tenido serios problemas para recibir información en los controles pre y postnatales, y no contó con intérprete de LSEC en el parto. También tiene dificultades para ayudar a Sarahy con sus actividades escolares y hasta para salir a comprar en las tiendas de su barrio, La Vicentina.
Pese a esto, Johana se las ha arreglado para salir. Trabaja hace 14 años en una empresa farmacéutica, y su segundo embarazo, a diferencia del primero, fue 100% planificado.
Las madres Sordas también bailan
Aunque no parece, Vanessa Herrería no puede oír ni hablar y enfrenta profundas barreras para comunicarse con el común de los hispanoparlantes. Vive con su única hija, Dana (HOPAS), en un pequeño departamento en Carapungo.
En su infancia, Vanessa fue abusada sexualmente. Quiso contar, pero nadie le creyó o nadie supo comprender las señas que ella trazaba con sus manos. Su mayor miedo es que esta historia se repita con Dana. Por eso le habla continuamente sobre sexualidad y el respeto del cuerpo.
Frente a la odisea de los quehaceres domésticos, la crianza, el trabajo y el papá de su pequeña brillando por su ausencia, Vanessa es una mamá orgullosa de sus raíces afro y se desestresa bailando la marimba.
Aún sueña despierta con ser bailarina.
Una Sorda feminista
Jotelli Guerra nunca recibió educación sexual y se embarazó a los 15 años. Pertenece a la tercera generación de una familia de Sordos, pero su hija, Stephanie, no lo es.
Hoy Stephanie tiene 10 años y Jotelli es una activista por los derechos de su comunidad. Hace parte de Sordas Feministas Ecuador y quiere ayudar a sus pares y a los jóvenes en general a cumplir sus metas y no caer en la trampa.
Se graduó de asistente de administración de empresas en el Consejo Provincial de Pichincha y no hace mucho demandó por alimentos al papá de la pequeña. Dice que si pudiera hablar con el presidente, le diría que es urgente contratar intérpretes de LSEC en todos y cada uno de los servicios públicos.
Jotelli está rehaciendo su vida de la mano de un hombre canadiense con su misma condición.
Stephanie está feliz de viajar a Canadá. Aprenderá inglés y será políglota.