Hay niños con vulva y niñas con pene, y está bien
Por Santiago Roldós
Contrariamente a lo que podría pensarse, la campaña “no te metas con mis hijos” no es una contra curas o profesores pederastas; tampoco contra la comprobada protección de El Vaticano o directivas de escuelas públicas y privadas a criminales de esta laya, ni contra el espíritu de cuerpo y el imperio de silencio que campea en instituciones cuyo prestigio de pacotilla está por encima de la integridad humana de los más frágiles; y la marcha impulsada por tan taxativo eslogan jamás apuntó a nada de lo realmente grave que ha pasado y sigue pasando en Ecuador, sino contra cosas que no están pasando ni pasarán del modo en que se anuncian. Y eso, desde la caza de las brujas de Salem, se llama histeria.
Dicha histeria, en forma de cruzada reaccionaria, no se desató en Ecuador ante un debate sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo, como en México; o ante políticas tendientes a normalizar tratamientos de transición trans en la población adolescente e infantil, como en España (en donde, por cierto, la jerarquía católica condenó al bus transfóbico que, pintado de azul y rosa, rezaba: “los niños tienen pene y las niñas tienen vulva, que no te engañen”, y al cual el propio Estado español declaró inconstitucional “por propagar el odio”).
No. Resulta tristemente significativo que en Ecuador la histeria homofóbica y transfóbica de los sectores más conservadores se desatase a partir de la redacción y la comunicación ciertamente deficientes de una iniciativa de ley contra la violencia contra las mujeres. Como si la reacción ecuatoriana no estuviese dispuesta a dar ni un paso atrás en la defensa del statu quo, como si “no te metas con mis hijos” implicase en realidad “no te metas con mis hijos futuros maltratadores y asesinos de mujeres”; “no te metas con mis hijas, educadas en tolerar violaciones, sean o no de sacerdotes, pero sobre todo de sus propios maridos”; “no te metas con nuestro statu quo”.
Más allá de esta locura, así como de la indebida intromisión de lo religioso en la vida pública, que reconoce la legitimidad de la fe personal de cada una y uno, el problema es que estos sectores reaccionarios no parecen confiar en sus hijos e hijas: pareciera que una clase de información bastaría para abducirlos al lado oscuro de lo que sus religiones consideran pecado mortal, y pacatas versiones científicas sometidas a ellas designan como enfermedad o anomalía (la ciencia de verdad, desde Galileo hasta Einstein y Hawking, ha tenido siempre una opinión de dios más elevada que la de cualquier jerarca).
Lamento informarles, estimadxs integrantes de la burguesía reaccionaria de Guayaquil: no solo el género, la identidad toda es una construcción. Ustedes pagan mensualmente miles de dólares para que esa construcción, en sus hijxs, la controle y supervise una orden semifranquista, es decir, semifascista, llamada Opus Dei. Puede que estén en su derecho. El problema surge cuando esa ideología, que también es de género, pretende infiltrarlo y gobernarlo todo… a veces, desgraciadamente, con enorme éxito: órdenes y hasta espacios laicos menos retrógrados, que en su interior antes admitían matices y facciones progresistas, hoy se identifican cada vez más con la reacción.
Pero al pensar en la dimensión humana, más nuclear y pequeña: la del afecto, es evidente que esa reacción, por hegemónica que sea, no es realmente mayoritaria. Ruego pensar en esas tías, tíos abuelos, padres, madres y abuelos, hijos y hermanas, casados heterosexualmente a fuerzas, condenados a vivir la infelicidad de una vida que no era la suya; y también en todos esos miembros de sus familias empujados al exilio, al manicomio y hasta al suicidio. “Con mis hijos no te metas” no puede significar perennizar ese infierno.
Al día siguiente de escribir este texto, ulteriormente censurado en la prensa, el mismo sábado 14, día de la marcha conservadora, vi que en la serie Supergirl la hermana de la heroína sale del clóset y empieza una relación con una agente de la policía. Católicxs y evangélicos conservadorxs podrán hacer diez mil marchas: sus hijxs viven y vivirán otro mundo.
Santiago Roldós. Actor, director y escritor de teatro, cofundador del grupo Muégano Teatro y del Laboratorio de Teatro Independiente del ITAE.
*
Ustedes y nosotras
Por María José Machado
Ustedes no quieren que las mujeres denunciemos violencias, pero sí nos quieren llevar a la cárcel si abortamos. No quieren que eduquemos en igualdad, pero callan cuando nos oprime el sistema educativo. Piensan que los homosexuales son abusadores de niños, pero callan ante los abusos sexuales de los padres heterosexuales de «familias sanas» y de curas pedófilos. Quieren que tengamos los hijos «que Dios mande», pero no se cuestionan si es más difícil criar en la pobreza, o si es imposible hacerlo. A ustedes les importa la vida en potencia y les importa poco la vida en acto. Creen que es normal, creen que es un designio cargar con la cruz de un hombre violento, de un padre maltratador, pero no se conmueven ni se alegran con cada mujer que huye de la violencia. Ustedes odian los divorcios, pero no ven que los divorcios pueden ser salidas a una vida de violencias que puede llevar a la muerte. Ustedes dividen a las mujeres en santas y putas, en Marías y Evas, cuando somos todas humanas, perfectibles, diversas.
Ustedes no quieren la felicidad de una vida en libertad porque les conviene la opresión, porque la han naturalizado o porque les resulta cómoda y muy rentable. Ustedes no quieren que sus hijxs se eduquen científicamente, en igualdad y en diversidad, porque al capitalismo conservador le conviene nuestro silencio cómplice, porque las mujeres en la casa, calladas, le damos mucha plata al patriarcado. No nos pagan por sostener la vida, porque eso es amor y el amor debe ser gratis. Ustedes dicen que la familia es un hombre y una mujer con hijos. La familia también puede ser un círculo de violencia. También puede ser una forma de afecto, o muchas formas. La familia va más allá de la sangre. La familia es también un lugar del cual huir, porque así podemos ser más felices a veces, en el calor del anonimato.
Ustedes nos tienen miedo porque perdimos la vergüenza que creen que debemos tener. Porque la sexualidad sana no es la que da hijxs, sino la que da placer. Porque la vida es la vida digna. Porque la identidad es cualquier cosa con que nos sintamos bien. Porque la pareja es cualquiera a quien se elige amar. Porque la familia es el afecto, no la sangre. Porque un país debe ser territorio de derechos y no propiedad de su iglesia, que se desmorona porque está perdida en el tiempo y en el espacio, porque se marea y se confunde en un mundo precioso y de colores que no les cabe en la cabeza.
María José Machado. Activista feminista, máster en derecho constitucional, exconcejala de Cuenca.
*
El costo enorme de su ignorancia
Por Jorge Fernández
Hablo desde mi posición privilegiada de clase media, hombre metropolitano con acceso a la educación superior. Esa educación me liberó, me permitió ser libre de los prejuicios, reconocerme como mestizo, feminista, no cristiano, defensor de derechos humanos y homosexual, en ese orden. La misma experiencia privilegiada, la posibilidad de la educación, la han tenido ustedes: mis familiares contemporáneos, amigos y compañeros de aulas. Algunos de ustedes están ahora mismo en la calles de este país pidiendo que «no se metan con sus hijos». Ustedes impiden que sus privilegios les permitan ver el mundo sin miedos. Ustedes permiten que su fe ciegue la verdad que su educación les exige que busquen. Esto no quiere decir que ser educado equivalga a ser ateo, pero sí quiere decir que su deber es utilizar su privilegio para atreverse a buscar verdades y no permitir que les engañen con algo que no existe, como la “ideología de género”.
Hoy, me causa un inmenso dolor ver a mis familiares y amigos en las calles, y además esto me provoca mucho miedo. El dolor, el miedo, no son solo por mí, los siento por las niñas y los niños que vienen detrás de mí. Yo, a los 26 años, ya no les tengo miedo. A mí ya no me pueden hacer daño, pero los más jóvenes que vienen detrás no han desarrollado aún la fuerza que se necesita para crecer en un mundo con gente como ustedes. Sepan que muchos de esos niños no van a cumplir 26 años. Es muy probable que cientos de esos niños, muchos de los cuales son sus propios hijos, tomen sus propias vidas o sean expulsados de sus casas o encuentren su único hogar en la calle o mueran sin que nadie los llore. Ustedes los van a matar. El precio de su ignorancia es nada menos que la vida y la felicidad de otros. Espero que les quede claro.
Jorge Fernández. Miembro fundador de PAKTA, fundación que trabaja por los derechos humanos de las personas LGBTI en Ecuador.
*
Somos polvo de estrellas, no costilla
Por Cristina Burneo Salazar
Organizaron una marcha que promueve el odio y no salieron a gritar de indignación porque cien niños han sido violados en una escuela. Llamaron a la intolerancia cuando ya golpean a gente en la calle por ser migrante o transgénero. Se vistieron de blanco y salieron de su casa a caminar con otros para asegurarse de que sigamos odiando. No toda demostración colectiva es un derecho ni toda consigna es simple libertad de expresión. La marcha nazi de Virginia no fue el ejercicio de un legítimo derecho ni la supremacía es solo “otra forma de pensar” ni la homofobia es respetable como opinión. Cuánto daño nos ha hecho igualarlo todo a un derecho y resolver el problema del odio organizado como una forma de libertad. Poner en riesgo la integridad de las personas no es un derecho y jamás debería ser relativizado como tal.
La marcha del sábado 14 en Ecuador reivindicó el oscurantismo cuando hemos podido ver las estrellas, el itinerario de los átomos y la evolución de las especies. Hemos visto lo más pequeño en el microscopio, lo más grande en el telescopio, sabemos de dónde venimos, y no es de una costilla. Nuestro trabajo será transmitir y compartir lo que queremos que sea el mundo: una suma de lugares donde se viva la diferencia de manera gozosa, en donde el otro será diferente y por eso siempre será bienvenido. Nuestro trabajo cotidiano será desactivar el odio que ustedes hacen arder.
No pudieron quemar a todas las brujas ni todos los libros de ciencia en las hogueras que encendieron. No pudieron contra el matrimonio civil ni el divorcio libre para las mujeres. No pudieron mantener vigentes los índices de libros prohibidos. Fracasaron cuando quisieron mantener analfabetas a mujeres, indígenas y esclavos para que no se emanciparan. No lograron mantener el creacionismo en las escuelas a las que van sus hijos. No les ha sido posible controlar nuestro deseo, nuestra imaginación. Ya no pueden humillar públicamente a las mujeres que abortan obligándolas a cargar enormes cruces. En Chile, Uruguay, Bolivia, México, ustedes son derrotados cada vez que se legitima una causal para abortar, gracias a la cual mueren menos mujeres, mujeres a quienes ustedes, pro-vida, abandonan a su suerte cada vez que llevan a término un embarazo forzado. Perdieron su forma predilecta de castigo a las adúlteras: lapidarlas, y perdieron su forma atroz de criminalizar a un hombre que ama a otro llamándolo sodomita. En 1997, perdieron, porque aquí esa forma de amor dejó de ser un crimen. Ustedes sufren una derrota cada vez que sentimos amor sin sentir temor, cuando sentimos deseo sin culpa.
Por siglos han intentado sofocar el pensamiento para sostener sus dogmas, pero no han podido con nuestras libertades civiles ni nuestras ganas de saber, que avanzan de manera irrefrenable. Caminamos con todo el brío que nos da sabernos un cuerpo multitudinario, diverso, deseante y decidido.
Somos polvo de estrellas, de allí venimos. Somos materia sin verdad última, allí nuestra belleza. Esa es nuestra chispa y la más bella imagen de la fuerza vital con que marchamos. Sigan con sus marchas blancas. Llevamos siglos enfrentándolas y no vamos a detenernos ahora. El mundo retrocede, pero nosotras no.
Cristina Burneo Salazar. Docente de la UASB y feminista militante del movimiento de mujeres.
*
Mientras tú marchas
Por Daniela Salazar
Solo en este año van 112 feminicidios registrados en Ecuador. No hubo marchas como la del 14 de octubre. Hay 882 denuncias por abusos sexuales en los colegios. Tampoco hubo una marcha. Como una de las formas de prevención de esa violencia, existe un proyecto de ley para la erradicación de la violencia de género que plantea la necesidad de incorporar el enfoque de género en los procesos educativos. El enfoque de género permite tomar en cuenta las vivencias y necesidades específicas de hombres y mujeres al momento de desarrollar las políticas públicas, entre ellas, la educativa.
Si te dijeron que ese proyecto de ley afecta a tus hijos o les impone una manera de vivir su sexualidad, te engañaron. Mira tú mismo el proyecto. También te engañaron cuando te hablaron de la ideología de género, concepto fabricado por grupos conservadores que no existe. Es tu derecho salir a marchar hoy, pero no te vendría mal informarte antes de hacerlo. Hay mucha ignorancia y odio escondidos detrás de quienes utilizan a los hijos como escudo para defender su intolerancia bajo el eslogan #ConMisHijosNoTeMetas.
Afortunadamente, la marcha blanca del fin de semana no detendrá el amor ni impedirá que las personas se identifiquen de manera distinta al rol que la sociedad o la religión pretenden imponernos. Estas acciones tampoco detendrán un proyecto de ley que imponga a los niños un género, porque ese proyecto no existe.
Desafortunadamente, la marcha tampoco detendrá la violencia y la discriminación contra las personas con base en su sexo, género u orientación sexual. De hecho, muchos de los promotores de la marcha promueven un discurso de odio que solo alimenta la violencia. Así, mientras tú marchas, nos seguirán matando.
Daniela Salazar. Docente de Jurisprudencia, USFQ. Maestría en Derecho, Columbia University. Trabajó como especialista en DDHH en la CIDH.
*
La fábrica del odio
Por Diego Cazar Baquero
Ustedes, que son mayoría, hablan del amor al prójimo a cada rato, pero no son capaces de amar ni de respetar a las minorías que no vivimos como ustedes porque elegimos libremente no vivir como ustedes.
Ustedes creen que por ser mayoría su dios es el único dios y el dueño de la verdad. Creen que la idea de familia que atribuyen a su dios es la única posible y que su dios decidió cómo deben vivir incluso quienes no creemos en él. Pierden el control cuando ven a una pareja homosexual expresar sus sentimientos y sus deseos en público. Enloquecen si alguien pretende hablar de sexualidad con niños. Prefieren prohibirles preguntar y condenarles al misterio y al temor porque ustedes mismos no conocen su propia sexualidad. Ustedes mismos evitan hablar de «eso» con naturalidad, sea entre amigos, con sus parejas o con sus familias. Y si lo hacen, se esconden detrás de la broma machista, sexista o discriminatoria. No saben qué decir porque lo que saben proviene de los deseos reprimidos, de los nefastos recuerdos de niñez, de cuando recibieron un castigo por sentir algo hacia alguien más ‘sin tener la edad’ o de cuando fueron, ustedes mismos, víctimas de algún tipo de abuso. Ustedes son las primeras víctimas de esta maquinaria de odio que les enseñó a callar. Ustedes atribuyen por igual a su dios la capacidad de la bondad y la del castigo y así han crecido: amándose a medias puertas adentro y odiando al resto con el pretexto de la fe. Eso solo puede provenir de desequilibrios. Ese es el ejemplo que muchos de ustedes toman para educar a sus hijos.
Pero no es todo culpa suya. En este mundo ya no sorprende que vivamos desequilibrados. Este mundo ha sido diseñado para aniquilarnos y triunfa sobre nosotros cuando nos pone a maldecir a los otros en nombre del bien. Por eso es preferible amar. Pero amar sin distinción nunca significa callar. El silencio que sirve para elevar oraciones puede ser el mismo silencio que encubra a una sociedad hipócrita y cobarde. ¿Cuántos de ustedes tienen hijas, hermanas, madres o parejas que alguna vez fueron tocadas o violadas por un miembro de su propia familia y ustedes se callaron? ¿Cuántos saben que un cura tocó o violó a algún menor y callaron? ¿Cuántos de ustedes permiten que sus superiores agredan a otros y no los delatan por miedo a perder su trabajo? ¿Cuántos de ustedes organizarían una marcha para impedir todo esto?
Ustedes tienen miedo. Miedo al infierno, al castigo, a la culpa, a lo que no quieren conocer porque temen, tienen miedo a ser descubiertos en sus pecados y tienen miedo a los individuos libres. Y el miedo es la máquina que engendra al odio.
Hay una fábrica de ignorantes que se aprovecha de la necesidad que ustedes tienen de abrigo espiritual. Esa maquinaria criminal ofrece paz a cambio de su silencio. Promueve la santidad a cambio de que ustedes se queden callados frente a la violencia. Amenaza, asusta, mete miedos. La familia tradicional es uno de sus inventos más letales. Cuando alguien trata de convencernos de que debemos defender un solo modelo de familia, nos convierte en criminales, porque es criminal negar la existencia de alguien que elige algo distinto a lo que uno elige. Eso es matarlo en vida. Matar en nombre de un dios. En Ecuador, el 71% de miembros de la población LGBTI ha vivido alguna experiencia de discriminación en su entorno familiar.
Ustedes, marchantes, son ignorantes porque no saben cómo tratar a quien es diferente a lo que les hicieron creer que es normal. Ustedes prefieren mirar hacia otro lado cuando en la calle un hombre manosea a una mujer, pero se esconden en las masas y sanean sus almas con una oración. Van a oír misa y hablan de armonía y de amor marchando sobre el mismo terreno. Son como los caballos de guerra, que solo se mueven a pataditas y miran en una sola dirección.
No digan que aman a sus hijos si es que prefieren mostrarles tan solo unos fragmentos del mundo y de la vida. Si es que defienden su libertad de pensamiento pero no hacen nada para informarse sobre las infinitas y bellísimas formas de la vida sobre este planeta. No defiendan a sus hijos con argumentos que ni siquiera ustedes pueden probar ni comprender y menos si es que ustedes mismos han sido cómplices de violencia en contra de alguien por ser o pensar diferente, o por elegir algo que ustedes no elegirían.
Piensen, mejor, en cuántas veces habrán provocado un suicidio ustedes, que negaron a sus hijos el derecho a decidir sobre su preferencia sexual. Cuando controlaron, impusieron o rechazaron sus propias elecciones. Piensen en cuántos transgénero han preferido quitarse la vida antes que malvivir en una sociedad como la de ustedes, que dedican tanto tiempo a hablar de amor pero no saben cómo se ama al que no se entiende. En serio, ¿qué tiene que pasar para que todos ustedes salgan del armario?
Diego Cazar Baquero es editor general de La Barra Espaciadora, periodista, antropólogo visual y músico.