Por Alexis Serrano Carmona / @alexserranocar
La Ministra de Educación es una mujer guagüera.
—Siempre fui buena con los niños, guagüerísima —dice María Brown Pérez—. Quise tener muchos hijos; yo soy una de cinco y quise tener cinco hijos también, me encantaban las familias grandes, rodeada de niños y siempre guagüera”.
Un día, graduada de su carrera de relaciones internacionales y ciencias políticas, se abrió ante ella una puerta imprevista. Sus primas, que eran dueñas de una guardería, le contaron que una de las maestras había tenido un problema y le preguntaron si a ella le gustaría reemplazarla.
—Comencé a trabajar ahí y ya nunca me fui.
Cuando le pregunto qué edad tenía cuando esto sucedió, ríe, piensa por un momento y me dice que ella y los números no son muy amigos. Pero enseguida responde:
—Más o menos, me acababa de graduar de la universidad. Debe haber sido tipo 2010. Me hice socia de la guardería, estudié una maestría en Educación y me comencé a formar sola, también: leyendo, yendo a conferencias.
Ahora, cuando asume el Ministerio de Educación, tiene una hija y dos hijastros.
—Le faltan dos para cumplir su sueño.
—Sí, pero ya no sé si llegue a tanto.
***
Hacerse cargo de la educación en tiempo de pandemia, con un índice de vacunación tan bajo y con los niños del país obligados a las clases virtuales, no debe ser fácil. Su formación en Educación y Relaciones Internacionales, su experiencia en esa guardería familiar, dos años como funcionaria en el Ministerio y cinco años como representante de la Unesco en varios países de la región, incluido Ecuador, son su carta de presentación.
El presidente, Guillermo Lasso, le ha encomendado varias misiones: reabrir las escuelas rurales cerradas durante el correísmo; establecer los lineamientos para que las editoriales que producen los libros para el sistema educativo lo hagan técnicamente y en libertad, y no para favorecer a un caudillo y su proyecto político; establecer un nuevo escalafón para los maestros… Pero, sobre todo, liderar en el tiempo un proceso de retorno a clases presenciales. ¿Cómo?, ¿cuándo?, ¿dónde?
El Gobierno anterior pidió a 15.135 colegios que, si ese era el deseo de los padres, presentaran proyectos para un regreso paulatino y progresivo a clases. Pero solamente 5.089 respondieron afirmativamente. Es decir, aún la gran mayoría de instituciones prefiere la educación a distancia mientras se controla la pandemia. Así comienza Brown su gestión: un sendero que sabemos dónde termina, pero no sabemos cuándo.
Durante la presentación del plan de retorno progresivo a las aulas, lo más cercano a una fecha fue cuando el Presidente dijo “apenas sea posible”…
Bueno, ya tenemos una fecha. Tuvimos la reunión del COE, esto se planteó como pedido principal y fue aprobado el reinicio de los planes de continuidad en 1.301 instituciones educativas: 1.102 rurales y 199 urbanas. En la ruralidad es donde más se ha solicitado la reapertura, porque eso es voluntario, esto se construye con la comunidad, es solicitado por las familias.
Pero, me refiero a la reapertura total, al 100%. Creo que eso dependerá más de las cifras de vacunación que de las fechas, ¿no? ¿Con qué porcentaje de la población vacunada podemos decir ‘ok, vamos todos a las aulas’?
Tenemos que esperar a ver cómo va evolucionando esto. Pero, típicamente, lo que nos ha dicho la Ministra de Salud es que a partir del 72% de la población vacunada, podemos empezar a tener una inmunidad de rebaño. Honestamente, creo que tenemos que trabajar en posicionar en la población la idea de que no vamos a volver nunca a la normalidad de antes de la pandemia. Además, pienso y sostengo que no deberíamos volver a la normalidad de antes de la pandemia, porque deberíamos aprender de esta emergencia e incorporar cambios al sistema educativo, de los cuales incluso ya se hablaba antes.
¿Cuáles?
La flexibilización, la necesidad de trabajar en planes individualizados, adecuados al contexto de cada estudiante. Por ejemplo, a un deportista olímpico le favorece mucho la educación a distancia, porque le permite entrenar. Que la educación no sea tan homogeneizante es el sueño de todo educador. También era una realidad que había poco involucramiento de la familia en el proceso enseñanza-aprendizaje; la pandemia ha revertido eso, las familias ahora estamos muy metidas y muy involucradas, eso debe mantenerse. Volver a lo anterior sería retroceder. Hablar de un sistema más flexible, más humano, más cercano, más comunitario no es nuevo, pero es algo que ahora tenemos la oportunidad de implementar.
Pero también es algo que tomará tiempo.
Por supuesto, y es un cambio de paradigma importante. ¿Cómo cambiamos la educación para que exista una mayor promoción de estilos de vida más sostenibles, de reducción del cambio climático, de un consumo responsable, de una producción más sostenible? Pasar de un sistema que incentiva la competencia entre estudiantes, a una manera más cooperativa, más común, en la que pensemos como unidad. Pasarán muchos meses hasta que podamos hablar de una educación completamente presencial.
¿Muchos meses?
Sobre todo, en las áreas urbanas. En las rurales es más fácil, porque son comunidades pequeñas, donde hay menos gente, donde se puede controlar más la pandemia.
En la Sierra está terminando el año lectivo. ¿Imposible, entonces, pensar que para septiembre puedan volver las clases presenciales? ¿Aunque se cumplan los 9 millones de vacunados que ofrece el presidente Lasso?
Es que incluso en esa situación, va a seguir existiendo el virus. Todo requiere, además, de un periodo de adaptación y se tomarán decisiones en ese sentido. Pero, yo creo que es mejor planificar para algo más flexible, que generar la expectativa de que en septiembre volvemos a una presencialidad total y que eso no suceda. Esto es algo que deberemos ir evaluando y, además, pensando con las realidades de cada parroquia, porque cada institución educativa es un mundo. Como decía, esta presencialidad completa será más rápida en instituciones rurales, que tienen pocos estudiantes y se demorará más en las que tienen 1.500 estudiantes.
El mundo se ha visto en la necesidad de elegir prioridades: la economía o la vida, el comercio o la salud. En el caso de los niños: ¿dejar el aislamiento o priorizar la salud?
En este caso, estamos hablando de tres Derechos Humanos fundamentales: vida, salud y educación. ¡Pues, debemos garantizarlos todos! Existen mecanismos para garantizar los tres de una manera responsable, sin que generemos otros daños. Garantizar la educación no significa garantizar la presencialidad absoluta, pero sí que tengamos un modelo que nos permita actuar lo mejor posible para garantizar también la salud y la vida. Existen formas de encontrar un equilibrio.
Usted habló de unas brigadas que van a recorrer el país para evaluar la situación de los niños en la pandemia. Cuántos han dejado la escuela. ¿Cómo se va a hacer, cuántas personas van a estar en las brigadas, desde cuándo?
Es un plan que denominamos ‘Puntos de encuentro’, estamos en la fase de pilotaje. Nada de lo que estamos planteando es algo que yo me inventé, nace de una experiencia previa. En Monte Sinaí (Guayaquil) nacieron estas brigadas por la propia iniciativa de los docentes que, de manera voluntaria, se acercaron a la comunidad porque han visto que sus estudiantes no tienen acceso a tecnología. Organizaron pequeños grupos de estudiantes y comenzaron a trabajar en tutorías. En Manabí hay lugares donde los niños van a las unidades de Policía y les dan conexión a Internet. Estos son puntos de encuentro y pensamos que eso debería estar disponible para más gente. Por otro lado, tenemos la necesidad de conocer el estado de situación. Mal haríamos en plantear políticas públicas que no se basen en la evidencia. En este momento no tenemos certeza de cuántos estudiantes han dejado de estudiar; tenemos estimaciones por encuestas que ha hecho Unicef, por encuestas que ha hecho el Ministerio, pero son estimaciones.
¿Y cuándo empezarán?
Estamos actualizando el aplicativo con el que vamos a reclutar voluntarios a nivel nacional; ya hemos hablado con las primeras universidades para pedir que los estudiantes de las carreras de Educación y Sicología también puedan participar y esto sea reconocido como horas de sus prácticas profesionales. Hemos avanzando en la planificación mucho, pero todavía no está terminada. Aspiramos a que al finalizar los 100 primeros días hayamos podido cumplir con esta encuesta al 100% de la población estudiantil.
¿Cómo llegarán a esos territorios?
Son brigadas de docentes voluntarios, que se ubicarán al menos en un punto de encuentro por parroquia (hay parroquias muy grandes que van a necesitar más), que pueden ser una unidad educativa o algún otro sitio de la comunidad.
Entonces, ¿la idea es que las familias vayan a estos puntos y conversen con los voluntarios?
Así es. Los distribuiremos por fechas, para que no haya aglomeraciones.
Usted dice que los brigadistas serán voluntarios, pero para la infraestructura y la logística, ¿hay financiamiento?
Sí, porque esto necesita una infraestructura muy mínima. Necesitamos que sea un espacio abierto, que tenga cubierta, que tenga un baño, pero no debe ser una institución educativa, puede ser la casa comunal, puede ser una iglesia, puede ser el patio de una casa. Eso nos facilita el tema, sin duda.
Hablando de la educación en zonas rurales, una de sus misiones es la reapertura de 900 escuelas. ¿Cuál es su plan?
Tenemos identificadas 144 instituciones educativas en donde la comunidad, efectivamente, quiere que existan. No se trata de reabrirlas en el sector donde estaban antes, sino donde la comunidad, a la realidad de hoy, necesita que estén. Vamos a empezar con las primeras 50, esperamos este año cumplir con la meta de reabrir 100, con el apoyo del sector privado, en particular con ‘Unidos por la educación’, que ha adelantado un programa de acompañamiento no sólo a la reapertura, sino también de creación de un modelo pedagógico adecuado para el entorno. Ellos apadrinarán varias de estas instituciones educativas. Es un llamado también a que el sector privado se involucre, es un ejercicio de corresponsabilidad. Estamos avanzando, con toda la celeridad posible para reabrir las primeras 50 en los primeros 100 días.
Una de las relaciones más tensas de los ministros de Educación ha sido con los maestros. El Gobierno propone un nuevo escalafón, también currículos y capacitación. ¿Cómo se hará esto?
Los estudiantes son nuestra razón de ser y los maestros son el corazón del Ministerio de Educación. No existe educación sin un docente y para nosotros son fundamentales. Creo que es importante mantener un diálogo fluido con todos. No tomar decisiones para ellos sin que ellos participen en ese proceso, la elaboración del escalafón será muy participativa, se escuchará las necesidades de los docentes.
¿Cuándo empezarán estos diálogos?
La semana pasada tuvimos los primeros encuentros con docentes y directivos de instituciones educativas para escuchar su sentir, su parecer. Tuve una reunión también con líderes de varios gremios, incluso antes de posesionarme, mantendremos una comunicación fluida durante toda la administración. Queremos que se familiaricen con las herramientas que vamos a desarrollar, que conozcan los cursos que vamos a dictar y establecer un plan de vida, que el incentivo para formarse no sea el salario, sino su meta personal.
Sobre el escalafón, ¿cuáles serán los nuevos parámetros?
No tenemos definidos los nuevos parámetros, porque de verdad hay que construir con ellos. La idea no es llevarles una propuesta ya armada para que ellos validen. El punto está en construirla de verdad, desde cero, de manera conjunta.
¿Con todos los sectores? ¿La UNE, por ejemplo?
Por supuesto.
No quería dejar de preguntar esto: usted fue funcionaria del Ministerio durante el correísmo. Ese correísmo que cerró la escuelas que ahora usted tendrá que reabrir, que creó los textos escolares que usted tendrá que corregir. Hubo muchas críticas por ese pasado suyo cuando se supo su designación. ¿Qué responde?
Uno de mis profesores de la maestría se convirtió en esa época en Viceministro de Educación y me preguntó si quería ir a trabajar con él, asesorándolo. Dejar mi trabajo en el centro de desarrollo infantil fue una decisión difícil, pero lo hice porque creí que era una gran oportunidad para aprender y, de hecho, ahí nació mi pasión por la política pública educativa. Yo entré al Ministerio por mi carrera. Me interesaba conocer el sector público. Desde el primer día fui sincera con todos mis jefes, de que no estaba afiliada a ningún partido y que no comulgaba con todas sus propuestas. Sin embargo, siempre pensé que para hacer un cambio en la educación uno tiene que participar desde dentro. Y siempre mi participación fue desde el ámbito técnico y fui muy franca en las cosas en las que estaba de acuerdo y en las que no.
Como para cerrar, nombre dos o tres cosas que a usted le gustaría que cambiaran durante su gestión. ¿Qué cambios en la educación le harían a usted irse satisfecha?
Si logramos currículos consolidados a la realidad territorial, en los que se contemplen de manera eficiente, de manera real, los conocimientos de nuestros pueblos, de nuestras nacionalidades, ese sería un legado fenomenal, un excelente punto de partida. Otra cosa es la flexibilidad: pasar de un sistema educativo homogeneizante a uno más pertinente. Yo creo que el ambiente es tal en el sistema educativo que hay predisposición a esos cambios y estamos en un momento como para generar ese paradigma en la educación; que pase de ser esa educación bancaria, en la que sólo nos llenamos de información que no sirve, y pasar a una un poco más humana, que enseñe habilidades para la vida, como la empatía, la convivencia, el respeto del otro. Si el último día de mi gestión digo ‘hemos avanzando un paso en esas dos cosas’, me sentiré satisfecha.
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