Por Diego Cazar Baquero / @dieguitocazar
Fotos: Josué Araujo / Fluxus Foto.

En el primer lugar de la fila de niñas del paralelo A faltaba ella, la más pequeñita de todas. La Fer. Esa mañana del lunes 10 de enero de 1988 se iba a grabar en la memoria de todos los compañeros en la escuela porque la falta de la Fer no era cualquier falta. Pero el viernes 8 de enero de 1988 se grabaría en la memoria de todo un país.

El inspector del colegio tomó el micrófono y lo anunció ante cientos de estudiantes: nos faltaban Santiago y Andrés Restrepo. “Los que pateaban durísimo el balón”, “los dos hermanos mayores de la Fer”, “los hermanos Restrepo”. Se llevaron a los hermanos Restrepo Arismendi. Los desaparecieron, luego mintieron y callaron. ¿Qué es la verdad? ¿Qué es el silencio? ¿Qué son los desaparecidos para una niña de 10 años?

Semanas después, María Fernanda Restrepo aparecía en las pantallas de los televisores de casa, la veíamos en los noticieros, la encontrábamos en las fotografías de los diarios, entre las piernas de su papá, Pedro; o en los brazos de su mamá, Luz Elena Arismendi. La niña del paralelo A aprendió a elaborar carteles, a levantarlos cada miércoles frente al Palacio de Gobierno, a gritar junto a diez, a cien, a mil, a miles de indignados, que exigían verdad al gobierno de turno, siempre agazapado en el silencio.

En el 2011, María Fernanda lanzó el documental Con mi corazón en Yambo, un intento por reconstruir sus recuerdos sobre sus hermanos y sobre los 23 años que, hasta entonces, habían transcurrido sin verdad y sin justicia. El filme representa la violencia histórica y estructural de una institución como la Policía Nacional del Ecuador. Refleja a los poderosos de turno en su faceta de cómplices, encubridores e indolentes y, por lo tanto, autores de un crimen de Estado. La película retrata a ese Estado criminal y rescata el valor y la nobleza de una familia que enseñó a millones a no olvidar y a no callar jamás. “El silencio es miedo. La verdad es el anhelo diario y los desparecidos son nuestro ADN injustamente perdido”, dice hoy la documentalista de 41 años.

Luego de acompañar la incansable lucha de tu padre y de tu madre casi toda tu vida, después de que tu madre se fue y de que tú, a través de tu documental, mantienes vigente esta exigencia de verdad total, te has convertido en una especie de guardiana de la memoria de un país. ¿Sientes esa gran responsabilidad de serlo?

Creo que sí. La vida me llevó a ser una guardiana de la memoria. A valorar por sobre todas las cosas el poder de la memoria. Esa es la fuente fundamental de la vida misma, de mantenernos aquí, en pie, de mantener vivos a los que no están vivos. La memoria es una herramienta fundamental, poderosísima, con la cual he aprendido a caminar, y mucha gente también lo ha hecho, en sus propias historias, en sus propias causas. Por un lado –como tú dices–, es una responsabilidad. Y es bonito portar esta bandera, esta lucha, este legado. Lo hago con todo el amor que me sale del corazón. Pero por otro lado es frustrante. Es frustrante sumar años en el completo silencio. Es frustrante sumar años viendo que gente que tiene una parte de la verdad se muere con ella. Se va al otro lado con una parte fundamental de la verdad. No nos alegra la muerte de nadie, pero nos entristece profundamente que esa verdad se siga desvaneciendo a un paso tan acelerado.

Foto: Josué Araujo / Fluxus Foto.

A lo largo de estos años ustedes, como familiares, han sido testigos mucho más cercanos que buena parte de la población de este país, de cómo funciona el poder. La gente merece recordar para no permitir que se vuelva a violar alguno de sus derechos. Sin embargo tenemos siempre frente a nosotros a una estructura de poder que parecería que –más allá del gobierno o del gobernante de turno– está siempre pensando en estrategias para hacernos olvidar. ¿Qué es para ti el poder después de todos estos años?

El poder, mal concebido, es un poder corrupto. Es un poder que intenta congraciarse solamente con sus propios intereses y, con fuerzas oscuras, mantener un estatus quo, y hacer todo lo posible porque quede en nada cualquier lucha emprendida desde abajo. Desde la ciudadanía. Desde el pueblo. Desde las bases. Son dos estructuras distintas. Pero ningún poder es del todo infranqueable porque hay un sentimiento más fuerte que el poder, que es el amor. El amor que lo mueve todo. Para mí el amor básico, el amor primero, es el amor a la familia. No hay poder que pueda permanecer completamente infranqueable si entendemos que el amor lo puede todo. Por eso, 31 años más tarde seguimos contando esta historia. Hemos sorteado más de 11 presidentes, todos con sus silencios, todos intentando dejar este caso en nada, echándole tierra por donde sea, salvando las estructuras de poder policiales. Pero a todos les hemos dicho: “Estamos aquí y seguiremos aquí porque el amor es eterno”.

Han pasado presidentes, versiones, verdades y también mucho silencio. Y no podemos concebir –ya no solamente ustedes, como familiares, sino el pueblo, en general– que nos quedemos silenciados o sin conocer la verdad. ¿Qué debemos exigir a las estructuras del poder que se revele por fin, 31 años después?

¡La verdad total! La verdad está, pero no completa. Y los cuerpos de Santiago y Andrés. Aunque sea una falange, un diente, lo que sea, para nosotros es símbolo de cerrar una historia macabra. Nosotros vivimos en un funeral eterno sin un cierre. Un funeral con condolencias de todo el mundo. Y nosotros, como familia, todas las familias, todo ser humano, merece un entierro digno, que reposen los restos en un lugar digno, que se sepa dónde estás. No se puede permitir que se sigan sumando los años desde el poder, que dice lo hemos hecho todo, cuando eso es mentira, porque hay fiscales poco preparados, porque hay una Policía absolutamente corrupta que se niega a entregar toda la verdad. Esta es una lucha contra la muerte de todos los que todavía quedan y que portan la verdad. Es indignante que 31 años después no se esclarezca uno de los casos más duros. Nosotros nunca hemos buscado la venganza. No nos mueve el odio. Nos mueven otras fibras más potentes. Por eso seguimos aquí y nos merecemos –como familia– que cualquiera hable, que se conduela, que vea a los ojos de su nietos, a la cara, y que diga la verdad.

Hay distintos modos de ocultar la verdad. Durante el gobierno anterior, el entonces ministro del Interior, José Serrano, quiso ofrecer disculpas, anunció que el Estado y la Policía Nacional querían ofrecer disculpas públicas a la familia Restrepo. ¿Qué hacen las disculpas ante la ausencia de esa verdad total?

Cada gobierno ha cumplido un papel nefasto o menos nefasto. El gobierno anterior intentó, hubo una voluntad política, una apertura política para realizar algo. Pero la Policía, donde radica la verdad, no movió un pelo.

Entonces, la voluntad política no ha sido suficiente…

No fue suficiente la voluntad política. Y luego existen estos ofrecimientos que son más un show para lavarle la cara a la Policía, ofrecidos por el exministro Serrano, de decir: vamos a hacer un show de grandes proporciones donde la Policía pide disculpas públicas a la familia. Mi padre, claramente, le dijo que nos negamos absolutamente, porque mientras no haya verdad total no hay perdón, tampoco olvido.

El caso Restrepo se volvió emblemático para todo el país y ustedes han sido muy vigilantes de que no se convierta en el único caso, que no oculte a los demás. Ahora se cuentan por centenas los desaparecidos en Ecuador, un país que no ha pasado por guerras o conflictos significativos en comparación con otros países de la región. ¿Podemos confiar en una Policía en la cual no hay un solo elemento que sienta cosquillas en el corazón y quiera contar lo que sabe? ¿No es esa una señal de que la estructura sigue absolutamente incólume siendo tan responsable?

Absolutamente. El mal llamado espíritu de cuerpo se ha mantenido más fuerte que nunca durante estos 31 años de nuestra historia. Como tú dices, si existiera uno, que aparezca uno soltando otra parte de la verdad…

Pero, ¿por qué no hay una sola persona que sea lo suficientemente sensible?

Por cobardía absoluta para admitir un crimen abominable. O porque importan más otras cosas absolutamente fatuas como el poder, la imagen o el honor.

¿Qué es el honor para ti, ahora?

El honor es poder mirar de frente a los ojos, con la frente en alto, seguir reclamando justicia con la verdad, sin inventarnos un pelo en esta historia. El honor es poder caminar de frente, mirando a los ojos, hablando fuerte. Hay otros que se esconden, que se cambian el nombre, que van tras vidrios oscuros intentando que no los reconozcan. ¡Qué feo vivir así!

Alexandra  Córdova, madre de David Romo –desparecido en mayo del 2013– habla de eso. Ella dice que en la Policía siguen existiendo las ‘Dorismorán’, los mismos agentes que te mintieron tantos años… 

Sí. Para nosotros es doloroso e indignante. Si bien existen [las figuras de] la desaparición forzada –cometida por agentes del Estado, en carros del Estado o instituciones del Estado–, y la desaparición involuntaria –que son estas miles de desapariciones que se han dado en el país–, toda desaparición es una falla del Estado, porque quiere decir que el Estado no está cumpliendo su papel de defender y de cuidar a los ciudadanos. Toda desaparición nos duele. ¡Y se involucra la Policía muchas veces –como en casos como el de David Romo– para hacer todo al revés! Y encubren, y hacen que una mamá tenga que pasar por hechos horribles, abominables, como quemar a un cerdo con soplete para decirle que así murió su hijo. ¿De qué avance estamos hablando?

Es necesario señalar a esos ‘alguienes’ con nombres y apellidos que cometieron los delitos, autores intelectuales o materiales. Sin embargo, sabemos que lo hacen porque responden a una dinámica estructural. ¿Qué pasa con este Estado, que después de 31 años sigue cometiendo las mismas ineficiencias, las mismas irregularidades, las mismas ilegalidades, que, por lo tanto, constituyen delitos? ¿No ha pasado nada con este Estado, con sus fiscales, con sus policías, con sus jueces?

Creo que hubo una voluntad de mejorar y de cambiar. Antes no había absolutamente nada. Ahora, por lo menos, se cuenta con una Fiscalía que tiene que ver con el delito de las desapariciones. Antes teníamos que ir adonde se perdían los carros a denunciar que se te perdió una persona. No podemos decir que nada ha pasado, pero en ese algo ha pasado no ha habido buenos o significativos avances, tampoco. Tenemos a fiscales poco preparados, con poca educación, con nada de tecnología. ¡No puede ser que a estas alturas del partido no se pueda cotejar una prueba de ADN, un banco de ADN de desaparecidos, que es fundamental! Es más, se han eliminado fiscales que tienen que ver y tratar temas de desaparecidos: de cinco, en Pichincha, solo quedan tres. Entonces, estamos hablando de personas que componen estas instituciones, indolentes con el dolor del otro. No ponerse en los zapatos del otro y no hacer memoria es grave. Es gente que vive un Alzheimer voluntario.

Con lo que dices, esta voluntad política del anterior gobierno, de la que tú hablas y que se notó en la conformación de la Comisión de la Verdad y en sus informes, ¿no termina reducida a un discurso que suena bonito, pero que cambia demagógicamente la postura de la clase política ante la gente, aunque en la práctica no ha revuelto de verdad lo que debería revolver?

En la práctica faltó mucho…

Me refiero también a la sicología, a la cultura de servicio por parte de los fiscales, es decir, a ese otro escenario en el que un Estado debería desenvolverse, que se resume en el sentido de humanidad. ¿No queda todo esto, entonces, reducido a un discurso?

En parte queda reducido a un discurso, pero no dependía solo de una persona. Dependía de todas las demás jerarquías y gente involucrada. Y ahí fue donde se falló. Algo se logró porque se establecieron por lo menos 9 juicios que antes era imposible que se hagan, de casos de hace veinte años. No podemos decir que no pasó nada, pero ha pasado muy poco. ¡Muy poco, muy poco!

No decidiste hacerte fiscal ni policía ni entrar en la carrera política. Decidiste entrar en el arte, en la creación audiovisual y en el ejercicio del cine documental. ¿Qué valor tiene el registro documental en la convivencia humana en estos tiempos?

Es fundamental para elaborar una memoria y sentar las bases del valor de la memoria. A Con mi corazón en Yambo ya le han pasado siete años por encima. Casi ocho. Y yo todas las semanas voy a una escuela, a un colegio o a una universidad, y se ha convertido en una herramienta fundamental de educación, de información y de memoria. Es fundamental la labor documental en este país y en todo el mundo. Provoca cambios. Si bien mi papá y mi mamá sentaron las bases fuertes de no olvidar, en una plaza, este documental se difundió por todo el país. Es como la plaza extendida de todo un país.

¿Cuál crees que debe ser el perfil ideal de un fiscal en este país?

Honesto, sensible, que se ponga en los zapatos del otro, y con preparación.

¿Cuál crees tú que debe ser el perfil ideal de un policía en este país?

Lo mismo: honesto, sensible y preparado, y que la mentira no sea su bandera.

¿Cuál crees que debe ser el perfil ideal de un político en este país?

Honesto, sensible y preparado.

En este momento de tu vida, después de todos estos años, ¿qué le quieres decir a tu padre, a Pedro?

¿A mi padre…? Eh… Le quiero decir que yo… voy a seguir hasta el final de esta lucha. Y que esté tranquilo, porque cuando yo ya no pueda seguirla, la va a seguir alguien más, porque Santiago y Andrés son los hermanos, hijos, sobrinos y nietos de todos.

Foto: Josué Araujo / Fluxus Foto.