Por Cristina Burneo Salazar
El 28 de junio de 1969 la policía entró al Stonewall Inn, un bar neoyorquino, para llevarse a gays, lesbianas y toda persona que resultara “cuestionable”. A este operativo represor le siguió una poderosa revuelta de la disidencia sexual que se considera un momento fundamental de la liberación del movimiento gay, que ha marchado durante estas décadas junto a la fuerza lésbica y las luchas transgénero y queer.
Los movimientos de defensa como el que hoy llamamos LGBTIQ se apoyan unos a otros a escala internacional, porque sus derechos son vulnerados en todos lados. No se trata de “influencias” sino de un voraz contagio que tiene lugar entre quienes buscan no ser perseguidos. El 28 de junio se expandió en el mundo como otras olas de defensa que buscan que se deje de discriminar, de matar y de torturar selectivamente. Así como se han aliado históricamente los feminismos, los movimientos sindicales, los movimientos indígenas, los activismos de la discapacidad, y se han alimentado unos a otros de lo que pasa en contextos diferentes, así la ola expansiva de defensa de la disidencia y la diversidad sexual llegó a América Latina.
En Ecuador, la homosexualidad fue un crimen hasta 1997. La policía metía palizas a los homosexuales o podía tirar los cuerpos trans en matorrales o encerrar a las lesbianas en psiquiátricos. Y porque nada de esto ha desaparecido y Ecuador sigue tolerando que existan centros de tortura llamados ‘clínicas de deshomosexualización’ o se les niega el acceso a la salud a personas trans o a migrantes sexualmente diversos, cada lucha es urgente y necesaria. Por eso, celebramos también este carnaval internacional de la diferencia que es cada 28 de junio el Día del Orgullo Gay.
Lejos de ser una exhibición banal, el desfile del orgullo gay dice que ocupar el espacio público y apropiarse de él desde la diferencia, el carnaval y la liberación del cuerpo es un derecho conquistado y aún por conquistar. De esta presencia constante y atrayente depende que menos gente sea asesinada, violada o torturada por su opción sexual.
Mientras haya migrantes discriminados en los centros de salud, mientras jóvenes transgénero sean expulsados de sus comunidades indígenas o afro por sus decisiones sexuales, mientras el Ministerio de Salud en Ecuador siga tolerando las ‘clínicas de deshomosexualización’ y las familias persigan a sus propios hijos, seguiremos saliendo. Por todo eso, aquí, también celebramos.