Por Javier Alonso* / @javier12mayo (Especial para La Barra Espaciadora)
*Javier Alonso, nacido en Burgos, una pequeña ciudad al norte de España, llegó a Ecuador como exiliado económico, donde lleva trabajando varios años en el campo de la comunicación digital, el diseño y el mundo web.
[divider]
Una de las peculiaridades de España que más sorprende en Latinoamérica es que, siendo un moderno país europeo, ubicado en la vanguardia, tenga como Jefe de Estado a una figura tan anacrónica y tan poco democrática como un rey.
Juan Carlos Alfonso Víctor María de Borbón y Borbón-Dos Sicilias (A.K.A. el Rey de España) abdicó en favor de su hijo Felipe. Este anuncio y la visible reacción de los españoles, también ha puesto de relieve ante la comunidad internacional el rechazo que siente la mayoría de ciudadanos españoles a la Corona, y a que se realice este proceso sin contar con su opinión. El ya exrey Juan Carlos no cuenta con el apoyo popular que contaba antaño, y los españoles se preguntan: ¿por qué a estas alturas seguimos teniendo un rey?
https://www.youtube.com/watch?v=pNSKC6nN5vI
Manifestación frente a la Embajada española en Quito, el sábado 7 de junio, en apoyo a un Referendum popular sobre la sucesión monárquica y el modelo de Estado.
¿A qué responde la tradición monárquica desde la época medieval hasta la actualidad? ¿Por qué pervive esta figura, más propia de la fantasía épica que de las democracias modernas.
España no siempre ha sido un territorio unificado, ha estado fragmentado a lo largo de siglos bajo la ocupación de diferentes pueblos e imperios: los visigodos, bizantinos, musulmanes, etc., han protagonizado continuas conquistas y reconquistas. El nombre de este territorio viene del fenicio hispania, que significa tierra de conejos, y no se unificó bajo una Corona hasta el siglo XV. Antes de eso, la península ibérica comprendía 5 grandes reinos: Castilla, Aragón, Navarra, Granada y Portugal. Tras el matrimonio de Isabel I de Castilla con Fernando II de Aragón, en 1469, ambos reinos se unificaron. Un poco más tarde se conquistó Navarra y Granada (que desde el siglo XI estuvo ocupada por los musulmanes), y de este modo todos los reinos, excepto Portugal, pasaron a formar uno solo: lo que hoy conocemos como España.
Desde los Reyes Católicos hasta la época actual se han sucedido 3 dinastías monárquicas: los Trastámaras, los Habsburgo y los Borbones… Bueno, en realidad, 4, si contamos a José I, de la dinastía Bonaparte, quien reinó durante la ocupación francesa, a principios del siglo XIX.
La casa de Borbón ha sido la reinante en España desde el siglo XVIII. Pero durante este periodo, España no siempre ha sido monárquica; ha habido tres periodos de la historia reciente en los que no hubo rey: la Primera República (1873–1874), la Segunda República (1931–1939) y el régimen franquista (1939–1975). Después de la instauración de la Segunda República, en 1931, el entonces reinante Alfonso XIII se vio en la necesidad de exiliarse fuera del país, junto con su hijo Juan de Borbón (padre de Juan Carlos de Borbón). Así desapareció la dinastía de los Borbones del territorio español y España dejó de ser una monarquía.
¿Por qué y cómo se reinstauró la monarquía borbónica después de Franco?
A partir de 1941, después de que Juan de Borbón heredara de su padre, Alfonso (ambos en el exilio), la jefatura de la Casa Real, este trató de forma diplomática y en calidad de exiliado, de restaurar la monarquía en España, en oposición a la dictadura de Franco. Sin embargo, Juan de Borbón enseguida comprendió que Franco no estaba dispuesto a permitirle reinar. Pero sí consintió cederle ese privilegio a su hijo, una vez que el propio Franco ya no estuviera. Probablemente a Franco no le gustó el hecho de que Juan de Borbón tuviera sus propias ideas sobre el modelo de Estado, y pensó que Juan Carlos, en aquel entonces un tierno infante, podía ser educado y adoctrinado como un correcto sucesor de su régimen. Así fue que el padre consintió que su hijo recibiera una formación militar bajo la tutela de Franco, para ser nombrado a la postre su sucesor, bajo el título de rey, y como Jefe de Estado.
Por desgracia para Franco y los franquistas, Juan Carlos de Borbón no tenía el carácter dictatorial de su mentor, aunque no se dieron cuenta de ello hasta que ya fue demasiado tarde. Juan de Borbón accedió a abdicar en favor de su hijo, y así permitió en 1977, ya muerto Franco, la restauración de la dinastía borbónica en Juan Carlos I. Los miembros de las Cortes Constituyentes entendieron que prescindir de Juan Carlos de Borbón en la configuración del nuevo Estado democrático podría significar la inestabilidad institucional, y acabar con un posible levantamiento militar que pusiera en riesgo la incipiente democracia. Por eso muchos aceptaron la monarquía como un mal menor, una cesión necesaria para preservar la concordia en el proceso de la transición. Un año más tarde, en 1978, Juan Carlos fue legitimado como rey en la Constitución española.
El papel moderadamente progresista de Juan Carlos de Borbón frente a Arias Navarro (el primer presidente tras la muerte de Franco), y sobre todo su posterior rechazo público al golpe de Estado de Tejero, en 1981, consolidaron su popularidad y legitimaron su reinado no solo «de iure«, si no también «de facto». La carta por la que Franco se lo había jugado todo le había fallado. Después de la transición democrática, el papel del rey en las cuestiones de Estado fue anecdótico; dejó el poder en manos del Parlamento y se limitó a representar un papel simbólico, aunque plagado de numerosas prebendas y beneficios, como corresponde a los miembros de la Casa Real respecto del resto de españoles.
¿Por qué Juan Carlos sigue siendo rey?
Estamos en el siglo XXI, España ya pasó la transición, consolidó su democracia y cuenta con los mecanismos suficientes para preservar la voluntad de los ciudadanos, expresada en el Parlamento por medio de sus representantes políticos. Ya no hay riesgo de un alzamiento militar ni tampoco se escucha ruido de sables… Entonces, ¿por qué España permite que continúe la monarquía, si ya no tiene utilidad, si fue fruto del nombramiento de un dictador y nunca estuvo sometida a referéndum? Es una buena pregunta que muchos españoles se hacen desde hace años.
Las instituciones españolas han insistido en que tener un rey es necesario para evitar que el ejército se pudiera levantar de nuevo (como ya sucedió en 1981, con Tejero) y que Juan Carlos de Borbón era la mejor garantía para preservar la democracia, por ser al mismo tiempo Jefe de Estado y del Ejército español, y por demostrar, además, un carácter benévolo y “campechano” (este apelativo se le adjudica a menudo a Juan Carlos, y significa algo así como fresco, cercano y afable). El problema es que esta razón, si acaso fuera cierta, solo demostraría la debilidad institucional del país, al tener que depender de la existencia de una persona determinada en un cargo concreto, y de su buena fe y voluntad, para preservar la democracia. Lógicamente esto pudo aplicarse en la convulsa época de la transición, cuando la construcción de un Estado democrático aún estaba en el aire, pero no ahora.
Mientras escribo estas líneas, las calles españolas claman por un proceso constituyente en el que se pueda elegir un modelo de Estado. Las plazas de todas las ciudades se han visto inundadas por una marea de gente portando la bandera tricolor (la enseña oficial española durante la Segunda república), lanzando un mensaje muy claro: queremos formar parte del proceso de construcción del Estado. Porque esto va más allá de tener o no tener rey, o ser o no una república. Se trata de poder opinar y tener la opción que no tuvimos en 1978 de elegir cómo queremos vivir. Por eso, la mayoría de los participantes en las manifestaciones no pertenecen a una ideología concreta ni son necesariamente republicanos. Son personas que simplemente quieren reivindicar su derecho a elegir su modelo de Estado.
¿Por qué el rey ha abdicado justamente ahora?
La sorpresa del anuncio fue mayúscula para todos los españoles. Muchos pensábamos que la sucesión dinástica iba a producirse cuando Juan Carlos muriera, ya que ni sus continuas enfermedades, accidentes, achaques ni salidas de tono parecían torcer su voluntad de seguir en el trono hasta el final. No ha sido sino hasta una semana después de las últimas elecciones europeas que ha hecho este anuncio. ¿Casualidad?
Con toda certeza, estos resultados electorales, que revelaron el fracaso del bipartidismo y el auge de los grupos de izquierda en España, han motivado la decisión del monarca. La explicación es que, para formalizar la abdicación y para que pueda producirse la sucesión, debe promulgarse una Ley orgánica aprobada por amplia mayoría de los Diputados en el Parlamento (2/3 de los votos). Y si los resultados de las europeas son sintomáticos de lo que pueda suceder en las próximas elecciones generales, desde el Palacio de Moncloa (hogar del rey) han debido pensar que tal vez para entonces ya no cuenten con los apoyos suficientes, y en su lugar podría salir adelante una enmienda para un proceso de consulta popular sobre la sucesión monárquica. Dicho de otro modo: “mejor vamos a arreglar el tema de la sucesión mientras sigamos teniendo la sartén por el mango”.
La decisión también responde a un intento de lavar la cara a la monarquía española, sustituyendo al Jefe de Estado por otro que, de momento, no está salpicado por escándalos de corrupción, ni ha protagonizado episodios tan lamentables como los de su padre.
¿Qué va a suceder ahora que el Juan Carlos ha abdicado?
Según todos los pronósticos, la proclamación del príncipe Felipe de Borbón como Felipe VI rey de España se producirá el próximo 19 de junio. Para ello, primero debe presentarse en el Congreso de los Diputados el trámite para la Ley orgánica de sucesión. Esto está previsto para el próximo 11 de junio, y los dos grandes partidos políticos han manifestado que van a apoyar con sus votos dicha ley. De hecho, ambos partidos, tradicionales rivales políticos, parecen haberse puesto de acuerdo muy fácilmente en este tema. La prensa se ha hecho eco de sus declaraciones públicas, en las que mutuamente se alaban por su responsabilidad y sentido de Estado, algo que raramente manifiestan en cualquier otro tema. Los líderes de los dos grandes partidos revelan su verdadera cara y dejan claro que, más allá del teatro de sus rivalidades, son ambos lados de una misma moneda.
También se han manifestado a favor de esta ley otros grupos parlamentarios de corte conservador más minoritarios; solo los grupos de izquierdas han dicho públicamente que no van a apoyarla, aunque por desgracia, dada la actual configuración del Parlamento, basta con los apoyos de los dos grandes partidos para conseguirlo. Otro detalle que revela la sospechosa falta de transparencia en todo este proceso es que, tanto la cúpula del PP como la del PSOE no van a dar libertad de voto a sus diputados, algo que no resulta muy democrático que digamos. Pero si partimos de que en dicha ley orgánica, redactada por el Consejo de Ministros, no se plantea la opción de una consulta popular, ya podemos imaginar que no existe ninguna voluntad por parte del Gobierno , y en este caso tampoco de la oposición (una oposición que ya no es oposición), de permitir que el proceso tenga ni un mínimo de apertura, democracia y participación popular.
No es ningún secreto que desde el Palacio de la Zarzuela se dialogó con los partidos mayoritarios (PP y PSOE) para llegar a este acuerdo conjunto y dejarlo todo bien atado. Las instituciones ya han escrito el guión y nadie puede salirse de eso, ni moverse en la foto. El único consuelo que nos queda a muchos es saber que este contubernio tiene sus días contados, y que visto el hartazgo de los españoles ante el secuestro de la democracia que estamos viviendo, las próximas elecciones generales probablemente supongan un cambio del sistema político e institucional corrupto y mafioso que, por desgracia, de momento nos toca soportar.
Impunidad muy Real
Según el artículo 56 de la Constitución española: “la persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad”. Esto significa que el rey tiene carta blanca para hacer lo que quiera sin ninguna consecuencia legal ni punitiva. A esto se suma la Ley Orgánica 10/1995 que declara: “el que calumniare o injuriare al Rey […] será castigado con la pena de prisión de seis meses a dos años si la calumnia o injuria fueran graves, y con la de multa de seis a doce meses si no lo son.” Es decir que el Jefe de Estado no puede ser criticado públicamente por nada de lo que haga, de lo contrario, el infractor debe enfrentarse a graves consecuencias. Esto ha producido durante años un ‘pacto de silencio’ entre todos los medios de prensa para tapar todos los escándalos relacionados con la Casa Real. Pero ahora que los medios de comunicación están cada vez más globalizados, difícilmente se pueden esconder todos los casos de corrupción o episodios lamentables que esta familia ha protagonizado.
Tres décadas de monarquía en retrospectiva.
Del Juan Carlos que envió un mensaje de tranquilidad a los españoles durante el alzamiento militar del 81, al Juan Carlos del “por qué no te callas” contra Hugo Chávez, y amigo de dictadores como Hassan II o Pinochet, han pasado 33 años, y muchas cosas han cambiado. Ahora sabemos por el New York Times y la NBC News que su fortuna alcanzaría la cifra de 2 3000 millones de dólares, cuando supuestamente llegó al trono casi sin nada. ¿De dónde salió todo ese dinero? 33 años de reinado y unos 10 millones de dólares anuales de presupuesto para la Corona… ¡La cuenta no da!
El caso “Nóos” de corrupción (una supuesta organización benéfica de ayuda a niños discapacitados que en realidad servía para malversación y blanqueo de capitales) en el que están sumidos la Infanta Cristina y su marido, Iñaqui Urdangarín, supuso un grave golpe al prestigio de los Borbones. Por desgracia, todos sabemos que ningún miembro de la Casa Real va a pagar por sus delitos ni despropósitos. Ahora que Juan Carlos deja la Corona (y con ella su inmunidad jurídica), ya se ha solicitado otorgarle el rango de “aforado”, que con toda probabilidad le será concedida. Para quien no lo sepa, un «aforado» es la persona que por razón de su cargo, tiene el privilegio de ser juzgado por un tribunal diferente (Tribunal Supremo o Tribunal Superior de Justicia). España tiene el dudoso honor de ser la democracia con mayor número de aforados del mundo, se calcula que en este país existen 10 000 ciudadanos con una protección jurídica especial (2 000 de ellos, políticos) mientras que, por ejemplo, en Francia hay solo 21, y en Alemania o el Reino Unido no hay ninguno. Semejante volumen genera enormes disfunciones en el sistema judicial, y es difícilmente conciliable con la Constitución española, que en su artículo 14 proclama que “los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”. Así es la ejemplar democracia española, que pese a todo, se permite dar lecciones a otras democracias del mundo.
Censura a la prensa
El último escándalo protagonizado por la Casa Real ha tenido como víctima, una vez más, a la popular revista satírica española El jueves, una publicación de humor que ofrece cada semana caricaturas cargadas de crítica política y social, del modo más mordaz e irreverente. Digo “una vez más”, porque ya el 20 de julio del 2007 esta revista publicó en su portada una caricatura sobre la Casa Real que le valió una importante sanción. La portada consistía en un dibujo del príncipe Felipe y la princesa consorte Leticia Ortiz en acto sexual.
A raíz de esto, los caricaturistas fueron declarados culpables de delito de injurias al Príncipe Heredero, y el juez decretó el secuestro de la publicación y “la destrucción de los moldes”… Este fragmento de la resolución judicial resulta especialmente cómico, porque los “moldes” son las planchas que se usaban antiguamente para imprimir repetidas veces la página de una revista, pero los métodos tecnológicos de impresión actuales ya no las precisan. Sirva este detalle para ilustrar de qué forma el poder judicial español está anclado en otra época. El autor de la portada comentó irónicamente que tendrían que cortarle las manos, que es lo más parecido a las planchas de impresión que existe hoy en día.
La cuestión es que la revista fue retirada por la policía de los establecimientos de toda España, aunque la mayoría de los ejemplares ya se habían vendido, debido a la enorme repercusión que tuvo el caso nada más conocerse la noticia. El juez le hizo un flaco favor a la monarquía con esta sentencia, que generó el conocido efecto Streisand, al punto que ese número concreto de la revista se convirtió en una pieza de culto para algunos coleccionistas.
El caso se ha repetido en estos días -con algunas diferencias- pero de nuevo a causa de una portada alusiva a la corona. El Jueves, “la revista que sale los miércoles”, retrasó la salida de su último número un día, para rectificar la portada que ya había sido difundida en redes sociales, donde se mostraba a Juan Carlos traspasando a Felipe una corona llena de excrementos y rodeada de moscas. En su lugar, se publicó una portada con una caricatura del político español Pablo Iglesias, líder del partido recién nacido Podemos. Pero ya todos los seguidores de la revista habían podido ver la portada anterior, lo que sumado al día de retraso de salida de la publicación y a la falta de explicaciones por parte de El Jueves, levantó la sospecha de que algo raro estaba pasando. De nuevo, la sombra de la censura voló sobre la revista.
No tardamos mucho en saber que RBA, la editora que publica El Jueves, fue quien provocó esta censura, tal vez para evitar posibles represalias legales, o tal vez por intereses políticos de la propia editorial. Sin embargo, fue una jugada poco inteligente, porque ha provocado la fuga de gran parte de los dibujantes que formaban el equipo, además de la indignación de muchísimos seguidores hacia la editorial, y por supuesto hacia la ya malograda Casa Real. Y es que es difícil de entender que en democracia se pueda hablar, criticar y reírse de todo, excepto de un órgano tan inútil, caro y oprobioso como es la monarquía.
Quedan muchas incógnitas sobre lo que pasará en el futuro: ¿Cómo llevará Felipe VI su reinado? ¿Se endurecerán las protestas sociales? ¿Qué precio electoral pagarán los grandes partidos, ya sumidos en la debacle, tras este último acto contra la democracia? ¿Hasta cuándo los españoles vamos a seguir siendo súbditos de una monarquía, en lugar de ciudadanos de una república? Soplan vientos de cambio, mal que les pese a muchos, en la piel de toro que es España, y más tarde o más temprano los ciudadanos van a volver a tener protagonismo en las instituciones, como debe ser en democracia. La nobleza no es algo que se obtenga por sucesión dinástica; es un atributo que se adquiere al defender la dignididad y la justicia. No es noble quien se dedica a pegarse la gran vida con dinero del erario público, cazar elefantes u osos borrachos, tener relaciones extramatrimoniales o cerrar oscuros negocios millonarios con dictadores y personas pudientes de baja reputación.
Y antes de que ningún juez español pida el secuestro de esta web y “la retirada de los moldes” por este artículo, explicaré que en internet, en lugar de planchas o linotipos, todo funciona con unos y ceros. Solo por si acaso.
No tienes ni idea de lo que dices… lo mueves todo hacia tus intereses.
Paquito: estoy dispuesto a replicar cualquier crítica siempre que sea razonada. Si sólo dices eso la verdad no dices mucho.
Ya quisiéramos los americanos, poder vivir un una monarquía, el mejor sistema de gobierno y el más natural. y no en estas repúblicas bananeras de mierda que son consecuencia de la anglofilia y traición del asqueroso de Bolívar
Viva el Rey
Hermanos españoles peninsulares, Luchen por su Rey y su bandera, que fue de nos también un día