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¿Quieren probar el poder?

El poder no es lo que posiblemente aparezca y nos ponga a discutir sobre la base de una borrachera, sino lo que de manera sutil se va tejiendo por detrás. Si la divulgación de un comportamiento impotente ante una detención es lo que nos causa mofa y reprobación, entonces pongamos a hacer el café para tener una “buena actitud” y así esperar felices la práctica de un arresto.

Dibujo del artista Parsei R. Caruan www.prcaruan.com
Dibujo del artista Parsei R. Caruan www.prcaruan.com

Por Jorge Vicente Paladines

En estos días hemos visto, de forma risible y al mejor estilo de los talk show de Laura Bozzo, dos videos que muestran el deplorable comportamiento de personas que alguna vez administraron justicia. En ambos casos, el mensaje difundido en redes sociales, memes y hasta la prensa, reprocha la prepotencia e insultos que se profieren en contra de agentes de la policía, sobre todo al momento de sus detenciones. La reacción inmediata es de condena debido a su relación con las típicas prácticas discursivas del autoritarismo mediante expresiones como “no sabes con quién te metes”, “ya verás lo que te va a pasar” o “¿quieres probar mi poder?”. El mensaje y las imágenes se asocian al desgaste político del gobierno, pues se trata de quienes ostentaron la calidad de jueces en la Revolución Ciudadana y, en algún caso, mantienen una innegable simpatía con el régimen.

La crítica se ha generalizado en la dirección de reprobar la conducta de sus protagonistas, como si se tratase de un reparto donde hay héroes y villanos. A pocas horas de practicados los arrestos por motivos que dejaron de ser importantes, se viralizó en las redes sociales una multitud de memes y ediciones de videos y canciones que bien podrían estar en el top 10 de lo más escuchado en 2016. Nada mejor para cerrar el año y darle una pizca de creatividad a los artesanos que elaborarán los folclóricos años viejos. De ahí que hasta George Lucas podría patentar una de sus frases para la nueva versión de Star Wars.

Lejos de la exageración, el poder tiene muchas definiciones y formas de representación. Abimael Guzmán Reinoso, líder de Sendero Luminoso, decía: “Salvo el Poder, todo es ilusión”. Thomas Hobbes ubicó la idea del poder en una entidad que supone lo racional en lugar de lo salvaje (estado de naturaleza): el Estado; mientras Carl Schmitt lo usó bajo la noción de decisionismo político que encantó a los nazis. El poder genera sospechas porque a través de él el mismo concepto de la vida sería relativo, nada menor en los análisis de Nietzsche, Heidegger o Foucault. Incluso, podría decirse que el poder tiene connotaciones estético-religiosas. Basta con admirar la gran escultura grabada en piedra en la vía Santo Domingo-Quito para leer: “El poder brutal”.

Lo más extraño es la discusión centrada en reprobar y ridiculizar el comportamiento ciudadano de los exjueces, como si hubiera la intención de aleccionar a la sociedad con una especie de Manual del Buen Detenido; además, de impedir cualquier cuestionamiento a las decisiones de un servidor público, pues hacerlo configuraría un delito o contravención, sea con el artículo 283 o con el 394 del Código Orgánico Integral Penal (COIP).

Sin embargo, ¿seríamos capaces de esperar con una taza de café y galletas a un funcionario que venga a detenernos? Nada más ridículo, hasta el mismo Eugenio Derbez podría representarlo en alguna de sus parodias. No se trata de hacer apología de la violencia o de la fuga frente a la práctica de un arresto, sino de intentar pensar por un momento cómo nos sentiríamos al ser privados de la libertad. Con toda seguridad, desaparecería cualquier expresión de risa o felicidad de nuestros rostros.

El poder no es lo que posiblemente aparezca y nos ponga a discutir sobre la base de una borrachera, sino lo que de manera sutil se va tejiendo por detrás. Si la divulgación de un comportamiento impotente ante una detención es lo que nos causa mofa y reprobación, entonces pongamos a hacer el café para tener una “buena actitud” y así esperar felices la práctica de un arresto. Lo delirante no es hablar bobadas cuando se está en cautiverio, sino el saber que cualquiera de nosotros podría ser avergonzado ante la picota pública. La detención policial es uno de los hechos sociales de mayor cuidado para los Derechos Humanos, no solo para evitar una desaparición forzada sino también para impedir una tortura, incriminación o cualquier forma de vejamen. Por ende, exhibir ante los medios de comunicación la práctica de una detención –para posiblemente humillar a los detenidos– puede ser un vejamen. Además de vulnerar el estado de inocencia, contamina la decisión de un juez y hasta la misma cadena de custodia, si al menos se pretendía construir una prueba.

El artículo 471 del COIP no es una carta abierta para exhibir al “salvaje” o mostrar los versos de su impotencia, sino una evidencia cuando realmente se configure una infracción, la cual debe ser resguardada para su exclusiva discusión judicial. Al filtrarla no solo se corre el riesgo de invalidar una posible prueba, sino, y tal vez sea lo más grave, afectar a las personas. Cualquier detenido no solo puede demandar de la autoridad pública un comportamiento más ético y garante del procedimiento de su arresto, sino también la reparación de los daños psicológicos o morales que cause un deliberado uso de su imagen con fines distintos a los judiciales.

Al margen de la discusión legal, existe una causalidad mágica en ambos casos. A renglón seguido, se vuelve a difundir el procedimiento de la detención de otra persona relacionada con la administración de justicia, en medio de un gradiente escenario político-electoral. Quizás este sea el verdadero poder, aquel que pasa invisible pero busca un rédito del que todos no seríamos nada más que medios. Si es esta una sospecha, ¿quiénes entonces tienen el poder?

En los últimos años asistimos a una cultura del castigo. La punitividad es parte de la agenda electoral y el único diálogo para “salir” de un conflicto. De ahí que la privación de la libertad no deja de ser un espectáculo para hablar de política, un momento en el que posiblemente nadie esté exento de probar su poder…