Por Francisco Ortiz / La Barra Espaciadora
Soy tu peor pesadilla del día después. Soy el que te levanta mojado sobre un charquito de babas con los ojos pegados como enmohecidas bisagras. Soy ese que te arranca la bilis y te muestra lo que jamás imaginaste haber dejado entrar por tu boca. Soy el que te alborota las hormonas, el que te levanta con el pipí parado, el que te hace olvidar todo lo bueno y lo malo que hiciste anoche y el que invita a tus fantasmas a jugar con el delirio, a la cuerda, en esa neurótica azotea. Ese soy yo, el juramento en vano, el no lo vuelvo hacer, el nunca más, el por qué a mí, ese ayayay lastimero, ¡ese mismito, tu viejo amigo el Chuchaqui!
Ayer bebiste confiado en que hoy no asomaría. ¡Jajaja! ¡Ingenuo! ¡Cómo perderme esa farrita tan a lo bestia! Buenas estuvieron esas bielas, todo ese ron, el vodkita, el whisky, el pisco sour… ¿Cuántos litros serían, dos, tres? ¿Te acuerdas? Yo no. Solo sé que fue ayer y hoy estoy aquí de nuevo: Tu cruda verdad.
¿No logras despegarte de las sábanas? ¡Levántate y anda, mi buen Lázaro! Ya es casi mediodía. ¿No te mueres de hambre? Verás que si me irrito comienzo a jugar con tus entrañas, con tu gastritis, con tu úlcera, con tu hígado y con tu páncreas… Yo solo te estoy avisando, así, como pana te digo… Pero bueno, primero un bañito en agua tibia, luego un chapuzón en agua fría: este es el segundo mejor remedio luego del par de aspirinas que ya te mandaste. ¿Que te tiembla el cuerpo, me dices? Me muero de la pena con usté, como dirían nuestros vecinos colombianos, pero así mismo es el guayabo… ¿verdad?
Ya pues, ¡muévete! ¿Qué esperas? ¿Qué te cargue?
¿No querrás un tabaquito antes de salir? ¡Uy, disculpas! Mi intención no era verte abrazado al inodoro otra vez … Vamos, límpiate esas lágrimas, que no piensen que has llorado.
¿Y qué será mejor? ¿Un cebiche o un encebollado? ¿Nos vamos donde la madrina? ¿O prefieres las corvinas del Mercado Central? ¿El tiburón? No te olvidarás que somos casi socios numerarios del Manabiche y del Café de Tere. Los agachaditos de La Merced tampoco serían un mal plan, ese sequito de pollo o de carne, ¡mmm…! ¿O será mejor una guatita donde Mama Miche? No, no, no. No te digo las guatas de Mama Miche, sino sus guatitas… eso, así, con cariño. ¿Caldo de nervio o de manguera? ¡Tú eliges esta vez! Pero, si me permites opinar, yo solo quiero recomendarte ir donde Zoila Toro, la esposa del finado Humberto Yulán, allá en la Hurtado y Antepara. Ese es para mí el mejor caldo, el mejor tripaje de todos. De paso, ahí mismo nos tomamos una pescuezuda negra de cebada y un juguito de borojó, con eso sí que matas al ratón, y de paso, te quedas cañón.
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¿Está buena esta cebadita, no? Pasa como agüita apagando incendios. Échale ahora unas gotitas de esos limones sutiles-verdes… ¡hazme caso! Lo que necesitas es vitamina C y B, mucho potasio para que puedas arrinconar al azúcar que corre desordenadamente por tu torrente sanguíneo. Con eso, chao a la caña.
Mira todos esos cuerpos demacrados, pegados apenas con saliva a sus propias caras… ¡Pero qué fachas! Todos están desvencijados. ¿Bebieron juntos? Sus camisas fruncidas solo dan fe de que todos los tipos durmieron vestidos y alborotados. Las mujeres, en cambio, tienen un look de payaso llorón: llevan el maquillaje corrido, el rímel chorreado bajo sus párpados achinados. Ni hablar de sus otrora sedosas cabelleras Wellapon, parecen pelucas de viuda de fin de año, madrigueras de araña, mejor dicho. Hasta el Coco Chanel namber faif sucumbió a todos sus hedores.
Mmm, qué bueno… ¡al fin comidos! Estoy servido por un par de horas al menos. Ahora regresemos a la casa, pero antes pasemos por la tienda del vecino comprando la receta del cuñao: dos Finalines, dos Complejo B y dos Alka Seltzer, mucha agua y, ahí sí, otra vez al sobre, a ver esas películas piratas que tanto te gustan.
¿Te acuerdas de la última vez que nos fuimos de farra? Yo nunca me voy a olvidar de la seca en la que andabas. Tenías los labios partidos y secos, llenos de engominados islotes blancuzcos entre sus comisuras. Necesitabas beber agua como un náufrago… Cómo me reí cuando, medio dormido, estiraste el brazo y te mandaste el agua del vaso que había quedado olvidado en tu velador… fue muy tarde cuando supiste que esa mosca que te despertó con su zumbido se había zambullido ahí. No sabías si reír o llorar… Déjame decirte que el color verde en tu tez te va bien, te favorece, combina a la perfección con tu parda palidez.
Al parecer ya te estás recuperando… Las pupilas ya no están tan dilatadas y tu cristalino ya está cristalino… También se han relajado los músculos de tu rostro, ya no pareces boxeador descalabrado. La cejita de la tarde colaboró y ya no tuviste que anclarte al piso para detener el mundo. Bueno, al parecer me toca abandonarte… Ya sabes, siempre será un gusto verte. Espero que la próxima semana me llames y que lo de hoy no haya sido solo pretexto por estas fiestas. Verás que viene Navidad y Fin de Año, así que espero mi Dulce Jesús mío y mi regalo… ¡Salud! ¡Y que Viva Quito!
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RECETARIO…
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