Según los datos del Censo de Población y Vivienda 2010 y del Censo Nacional Económico 2010, proporcionados por el Instituto Nacional de Estadística y Censos, en el Ecuador, la mayoría de gestores artísticos la conforman los fotógrafos y los músicos. De acuerdo con estos datos, a escala nacional, existían 3 864 fotógrafos y 1 939 músicos, cantantes o compositores hasta ese año. Es de suponer que estas cifras, luego de siete años de sostenido trabajo desde los mismos círculos de gestión cultural independiente, se hayan multiplicado considerablemente, aunque aún no dispongamos de esos datos a ciencia cierta.
En esos mismos procesos censales de hace siete años, en materia de turismo, los datos giran tan solo alrededor de la cantidad de viajes turísticos realizados dentro del territorio nacional. Se resaltan las causas de estos viajes, clasificadas entre Visitas, Diversión o recreación, Negocios, Salud, Conferencias, Comisión de servicios, Compañía a parientes o amigos y Otros… Los sitios de hospedaje, así como los destinos más codiciados para los viajeros, también son variables importantes para los datos del censo. Sin embargo, llama la atención que entre los distintos tipos de actividades turísticas no se tome en cuenta aquellas motivaciones provenientes de la actividad artística. Resulta curioso o, por decir lo menos, sorprendente, que las estadísticas en la materia no consideren al turismo cultural como una de sus categorías.
Si la intención ‘revolucionaria’ del gobierno ecuatoriano es convertir a Ecuador en un destino turístico por excelencia, ¿por qué reducir la oferta a la postal para gringuitos? ¿Por qué hacer del Ecuador un llaverito para el recuerdo?
Aislar los datos cuantitativos en materia turística, de aquellos que reflejan las actividades artísticas y culturales, podría proporcionarnos resultados reduccionistas y engañosos que no sirven de mucha ayuda al elaborar y aplicar políticas públicas en estos dos rubros. Al parecer, el Estado ecuatoriano no termina de comprender que las dinámicas económicas están fuertemente determinadas, hoy más que nunca en una sociedad mediática y espectacularizada, por las actividades artísticas, a cualquier escala. Las dinámicas culturales ocurren, más allá del impulso que la institución estatal quiera darles, pero ese Estado no se da ni cuenta… El Estado no sabe que la cantidad de viajes que un espectáculo musical provoca y el movimiento comercial que genera puede determinar una proyección a largo plazo en la gestión pública con resultados grandiosos. ¿O es que acaso el turismo solamente es deslumbrarse con el paisaje detrás de la ventanilla del tren recuperado?
No sirve de nada tener un censo que demuestre que los músicos y los fotógrafos son mayoría, si solo van a aparecer en fotitos en alta resolución. No sirve de nada decirlo, si el plan es tan solo comprarlos para vender una falsa imagen de revolución.