La Barra Espaciadora / @EspaciadoraBar
La pesadilla cada día es peor: una larga fila de miles de hormigas malditas con los bolsillos llenos de dólares cruzan la frontera norte y llegan a Colombia a depositar sus fugaces fortunas a cambio de televisores, laptops y calzoncillos.
De ese lado del mundo, la invasión está muy lejos de ser un mal sueño. Los almacenes, los restaurantes, los hoteles…, todos están listos para vender y sacar su respectiva tajada. ¡Nada ilegal, es el mercado duro y crudo que la espada de Bolívar se ha empeñado en maquillar!
La ilusión de riqueza eterna y el consuelo de queDios proveerá son tan fuertes que cuesta comprender que la burbuja es una bomba de tiempo que, paradójicamente, está cerca de hacer ¡pum!
De acuerdo con las autoridades colombianas, cada fin de semana llegan a Ipiales unos 8 000 vehículos ecuatorianos, ¡más de la mitad de los matriculados en esa pequeña ciudad colombiana (14.400)!
Si suponemos que un prudente promedio de gasto del hormiguero móvil es de 1.000 dólares por vehículo (en el que caben, digamos, 4 personas), tenemos unos 8 millones de dólares en juego. Multipliquen eso por las cincuenta y pico semanas del año y saquemos cuentas… Pues, esa “módica” suma (que para fines de este texto no es más que una prudente suposición) es la que sale a Colombia, dinero que los ministros del frente económico ven como agua que se les va de las manos.
Claro, en el ejemplo son entre 400 y 500 millones de dólares anuales que se van de la economía nacional, precisamente cuando más hace falta que se queden. De ahí que se ponen salvaguardias y policías rebuscadores en la aduana de Rumichaca.
Pero, ¿cómo no ir de shopping a Colombia si aquellas hormigas generosas reciben por sus dólares cada vez más pesos? O, en cristiano: tienen productos cada vez más baratos con respecto a los mismos en perchas de Ibarra, Quito, Guayaquil, etc.
Mientras más se devalúa el peso colombiano, más barato resulta comprar en sus tiendas. De acuerdo con las estadísticas del tipo de cambio del Banco de la República (o sea el Banco Central de Colombia), hace exactamente un año, el 10 de diciembre del 2014, un dólar valía 2.350 pesos; para el 10 de diciembre del 2015, la cotización bordea los 3.300, llegando a romper cualquier previsión.
La pesadilla para el presidente Rafael Correa y los ministros Fausto Herrera y Patricio Rivera es peor aún, no solo porque se van millones de dólares de la economía ecuatoriana, sino porque se van cuando –especialmente estos tres- son los responsables de que las cuentas fiscales del Ecuador se hayan, prácticamente, vaciado.
De acuerdo con las estadísticas del tipo de cambio del Banco de la República de Colombia, hace exactamente un año, el 10 de diciembre del 2014, un dólar valía 2.350 pesos; para el 10 de diciembre del 2015, la cotización bordea los 3.300, llegando a romper cualquier previsión.
Y, sin embargo, la peor pesadilla de quienes (mal) gobiernan los asuntos económicos, es un sueño para miles de hormigas que día a día se rompen el lomo trabajando para llevar la comida y pagar las cuentas de sus hogares.
Es que no solo se trata de encontrar productos más baratos cruzando la frontera.Es esa sensación de poder que te da el llegar a un lugar en el que a primera vista todo es “2 x 1”, ese demonio que todos llevamos dentro: el consumo. Además, si los revolucionarios Carlos Marx Carrasco, Rolando Panchana o María Fernanda Espinosa pueden comprar en los outlets de Miami (por la red circulan sus fotos), ¿por qué las miles de hormigas no pueden hacerlo en Ipiales o Pasto?, ¿cuál es la legitimidad de las escuálidas arcas fiscales si las urgencias cotidianas del ecuatoriano de a pie se pueden resolver con cuatro horas de viaje desde Quito?
La ilusión de riqueza que nos vendió la revolución, esa que no se cansó de promocionar al milagro ecuatoriano en su versión eterna, subió los estándares de consumo a niveles que de largo superaron la capacidad productiva tanto del sector privado como del Estado. Pero a la burbuja artificialmente creada por el gasto público y los maravillosos precios del crudo se le acabó el aire. Empezó a reventar como la peor pesadilla en el lado de quienes se niegan a aceptarlo, y está a punto de estallar en el lado de las miles de hormigas que viven, en cambio, un sueño en Ipiales o en Pasto.
Además, si los revolucionarios Carlos Marx Carrasco, Rolando Panchana o María Fernanda Espinosa pueden comprar en los outlets de Miami (por la red circulan sus fotos), ¿por qué las miles de hormigas no pueden hacerlo en Ipiales o Pasto?
La ilusión de riqueza eterna y el consuelo de que Dios proveerá son tan fuertes que cuesta comprender que la burbuja es una bomba de tiempo que, paradójicamente, está cerca de hacer ¡pum! justo cuando más ricos nos sentíamos, justo cuando pensábamos que comprar “2 x 1” está a apenas cuatro horas, justo cuando el milagro ecuatoriano empezaba a parecerse a las propagandas de la Secom.
Pero, calma. Estamos a las puertas de Navidad y fin de año, y el chuchaqui de las fiestas de Quito está crudito. Ya veremos si el 2016 nos espera con una nueva burbuja de relevo. Total, los milagros no son solo atribución de los santos, sino de los aparatos de propaganda y de la buena vida que nos negamos a abandonar.