Inicio Tinta Negra A ver, ¿qué harías si la guagua te sale lesbiana?

A ver, ¿qué harías si la guagua te sale lesbiana?

Imagen extraída de cdf.montevideo.gub.uy
Imagen extraída de cdf.montevideo.gub.uy

Por Adriana Bucheli / @Adri_Maye

El año pasado veía en televisión el noticiero de la noche con mi hija, entonces de catorce años. El Registro Civil había negado el pedido de matrimonio a Pamela Troya y Gabriela Correa. La pareja de lesbianas presentó todos los papeles respectivos para sacar el turno y casarse, pero les dijeron “¡no, no, no, guambritas, aquí no se me casan!” Claro, en palabras más elegantes.

Mi hija -con cara de ¡what the fuck!– me dijo: «Oye, ma’, ¿y por qué no les dejan casar a esas chicas?». Pues, porque en el Registro Civil se están apoyando en la Constitución, que dice que el matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer. «No cacho, mami… si las manes se aman, ¿por qué esos del Registro les tienen que decir si pueden o no casarse? ¡Que se casen y ya! A ellos qué les importa…».

Con nuestra naturaleza picada, no nos quedamos ahí y la guambra sacó la Constitución que le mandaron a comprar para la clase de Sociales, en el colegio. Leímos el artículo 67, que dice lo del matrimonio entre hombre y mujer, pero primerito reconoce a la familia en sus diversos tipos. «¡Ahí está!», se exaltó ella. «Si se reconoce cualquier tipo de familia, ¡déjense de vainas y que se casen para que tengan la familia que quieran, pues! O sea… ¿qué les pasa a estos?, ¡Si todos tenemos derecho a ser felices y a amar a quien nos dé la gana! ¡Ayshhh, mami, no entiendo a este país… si no le hacen daño a nadie!».

Para la guambra todo estaba bien claro: el matrimonio no debe ser cuestión de leyes sino de  derechos, pero sobre todo de amor. No importa si el amor es entre hombre y mujer, hombre y hombre o mujer y mujer, el amor es eso y yafff. Es que parece que las leyes que nos rigen no están de acuerdo con lo que piensan las nuevas generaciones. Tener amigos gay, lesbianas o trans deja de ser un tabú para quienes recién espían el mundo de los adultos. Es que muchos hetero somos una tarea de mojigatos, no somos sinceros en decir, tal cual, lo que nos gusta y lo que nos disgusta, porque me muero, qué dirá la fulanita, o la menganita, o la tía perro–gato de la nosecuantita…”. Al menos estas nuevas generaciones ya van perdiendo ese dejo de hipocresía. Así como vienen con el chip bien puesto para eso de la tecnología, lo traen también para entender que los seres humanos somos todos igualitos (excepto que alguno ya haya empezado a desarrollar alguna mutación del tipo X Men y ahí sí ya sea más evolucionado…).

Pero, resulta que mientras los jovencitos llegan así a la vida adulta, los adultos, que son los que deciden las leyes, en lugar de chips usan todavía tarjetas perforadas… Esas mismas leyes generan contradicciones que de pronto y le ponen complicada la cosa a los chamos, porque si nos fijamos en el artículo 11 de la Carta Magna, dice clarito que se prohíbe la discriminación “por razones de etnia, lugar de nacimiento, edad, sexo, identidad de género, identidad cultural, estado civil, idioma, religión, ideología, filiación política, pasado judicial, condición socio-económica, condición  migratoria, orientación sexual, estado de salud, portar VIH, discapacidad, diferencia física; ni por cualquier otra distinción, personal o colectiva, temporal o  permanente, que tenga por objeto o resultado menoscabar o anular el  reconocimiento, goce o ejercicio de los derechos”.

Así es, este es un país de gente justa que no discrimina por ley, pero que tampoco deja que las parejas GLBTI se casen y sean felices… ¡Vaya contradicción! Pasó casi un año desde que vimos la noticia en la televisión, pero Pamela y Gabriela no han podido casarse, por más que presentaron apelaciones en varios juzgados y a pesar de que llegaron hasta  a la Corte Constitucional. Más bien otras tres parejas de lesbianas y gays pidieron turnos en Guayaquil y Machala para el matrimonio civil, y como ellas, ninguna logró la autorización del Registro.

Por ahí saldrán quienes defienden que “lo normal” es que uno se case con alguien del género opuesto y tacharán lo contrario hasta de pecado. Mucho respeto para usted, si piensa así, pero al menos nosotras, guambra y mama, creemos que anormal es maltratar a la gente dependiendo de quién duerme a su lado. Señores (y uso el término para generalizar, pues me parece absurdo usar señores y señoras, niños y niñas, los y las, que son solo letritas que nos dividen más como seres humanos), hay que entender que la sexualidad es propia de cada individuo y los convencionalismos, dogmas y prejuicios no aportan a tener sociedades más justas como, entiendo, todos queremos que sea la nuestra. Y dirán: “Claro, es que como a vos no te ha pasado, no sabes qué es tener una hija lesbiana”. “A ver, ¿qué harías si la guagua te sale lesbiana?”, me dijo alguna vez una amiga medio homofóbica que tengo por ahí. ¿Qué voy a hacer? ¡Nadaf! si eso no le hace menos hija mía a la chama. Creo (y puede que sea mi percepción) que todo taita quiere que sus hijos sean felices por sobre todo lo demás, ¿no? ¿Que qué haría? Ahora que lo pienso bien, sí sé qué haría si mi hija llega un día de la mano de otra chica: lo mismo que hago cuando conozco a algún  prospecto de novio que le ronda, le digo: «dale, sean pelados. Por mí no hay trobo, pero respétale, cuídale, no le des motivos para llorar… o te las verás conmigo…”.

3 COMENTARIOS

  1. Chevere el artículo, en particular por las reflexiones.
    A mi me paso, mi hija es lesbiana, y cuando me enteré, el momento en que me confirmo que si, que era lesbiana, le abrace y le di todo el amor del mundo, y con él mi apoyo incondicional.
    El saber que mi hija tiene una opción «diferente» no le hace ni mas ni menos hija, más bien, cuando ella se involucro en el activismo, a mi me dio orgullo, y simple la voy apoyar para que defienda y trabaje por los derechos de ella y de las demás personas; me parece que ella es muy valiente para enfrentar a los prejuicios, criticas, y a todos los que no entienden o no quieren entender que «todos somos iguales» y que las situaciones personales se respetan.

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