Por Alex Aillón Valverde
El amor es un asunto bestial. Nosotros somos las bestias. El amor podría despedazarnos pero, en cambio, busca que lo cuidemos, que lo alimentemos, que lo acariciemos. En la soledad de la noche el amor nos gruñe y nos mira con desconfianza —quizá sabe que no lo lograremos— y se pega con desesperación, porque presiente, como cualquier animal, que alguna vez llegaremos a cansarnos de él y lo despreciaremos. El amor es una criatura esencial, en consecuencia, siente miedo, se estremece, llora. No sabe cómo retenernos. Resignado, antes de mordernos, nos lame la mano.