Por Milagros Aguirre A.
![El conejo y la tortuga](https://www.labarraespaciadora.com/wp-content/uploads/2025/01/image-5-150x150.png)
Cuenta la leyenda kichwa que el conejo y la tortuga se encontraron en el bosque y se retaron a competir en una carrera. Llegó el día de la carrera y el conejo, sobrado y prepotente, arrancó a toda velocidad, seguro de su triunfo y burlándose de su lento competidor. De tanto en tanto, se dio cuenta de que la tortuga iba delante suyo. El conejo no podía explicar cómo lo había hecho, lo que le hizo enfurecer y correr más rápido. Resulta que la tortuga llamó a las otras tortugas de la comunidad para que se escondieran a lo largo del camino hasta la meta. Todas, sigilosas, se fueron ubicando espaciadamente en las orillas del camino. El conejo, que iba a toda prisa y que tenía clara ventaja por su agilidad y rapidez, perdió la carrera. Y las tortugas, unidas, salieron triunfadoras.
Dos meses tienen, tanto ADN como la Revolución Ciudadana, para pelear voto a voto la Presidencia del Ecuador, para el período 2025-2029. En medio de esa pelea estarán los 500 mil votos que obtuvo Leonidas Iza junto al movimiento indígena en esta última contienda (además de los 700 mil votos nulos, los blancos y aquellos votos de quienes no fueron a votar en la primera vuelta). Pero no será fácil.
La votación no puede ser endosable ni transferible y, para el movimiento indígena –e incluso para sus simpatizantes– no será cómodo, porque ninguno de los proyectos políticos que están en disputa se acerca al suyo, al menos, en sus principales postulados: el no al extractivismo en sus territorios, sumado a temas de consulta previa, libre e informada; el no a la eliminación de los subsidios y al alza de impuestos; el cobro a los grandes deudores de impuestos; el no a los tratados de libre comercio y a los tratos con el FMI; el respeto a los territorios y a su gobernanza, etc.
Aunque el país padece de memoria selectiva, es difícil olvidar lo mal que trató Rafael Correa al movimiento indígena, con represión y desprecio. La misma represión y desprecio que los indígenas han sufrido en los últimos gobiernos, sobre todo, luego de las movilizaciones de 2019 y 2022. Tanto Correa como Noboa, pasando por Moreno y Lasso, han usado el calificativo de terroristas para liquidar de raíz cualquier discusión, reclamo, demanda, protesta, manifestación o movilización indígena.
De seguro, a unos y a otros, el que Leonidas Iza haya tenido una votación que representa un poco más del 5% del padrón debe ser como uno de esos incómodos granos salidos en mala parte del cuerpo. Las encuestas (y también algunos sectores de la prensa) le daban mucho menos, le ninguneaban y lo despreciaban, señalándolo como el indio violento que llegó a incendiar el país y que ahora tiene ínfulas de presidenciable.
En declaraciones recientes, Leonidas Iza ya ha trazado algunas líneas en su cancha: ha dicho que no se sentará con la derecha ni para beber un vaso de agua, pero que tampoco lo hará con la Revolución Ciudadana mientras la candidata Luisa González no hable con voz propia, lejos de la sombra de Rafael Correa. Para Iza, las dos fuerzas políticas representan, respectivamente, «a la derecha y a la socialdemocracia”, según ha dicho a la prensa. Sin embargo, aunque en el membrete de izquierda se pueda sentir más afín a González, las decisiones en el movimiento indígena son colectivas. No dependen de una sola persona ni de la voz del dirigente o del caudillo. Su postura se decide en asambleas, así que quienes piensan que basta que Leonidas Iza, como dirigente que es, disponga y decida, están equivocados. El movimiento indígena tiene una agenda y un programa, así que no es tan fácil esa transferencia electoral. A ese programa se han sumado otras voces en el país que se sienten identificadas, desde hace tiempo, con sus propuestas: ambientalistas, estudiantes universitarios, sindicatos, movimientos eclesiales, artistas, gestores culturales, intelectuales, organizaciones feministas, etc. Si fueran listos los aspirantes al poder, deberían desempolvar los acuerdos que quedaron truncos en el gobierno de Guillermo Lasso y empezar por ahí a conversar con los pueblos indígenas y afrodescendientes y con las organizaciones sociales.
Iza y el movimiento indígena, como la leyenda kichwa del conejo y la tortuga, ahora tienen la capacidad de negociar y exigir a ambos bandos y, quién sabe, de ganar, al menos, algunas de las demandas que tienen que ver con la deuda histórica que tiene el país con los más pobres, con los campesinos, agricultores, con las nacionalidades amazónicas. Es más: pueden pedir camisetas a los dos y a la final, no dar el voto a ninguno. Pueden llamar al voto nulo o comprometer sus votos a cambio de compromisos concretos dentro de su agenda. O pueden escoger, incluso, al candidato contra quien tienen más posibilidades de seguir luchando y exigiendo sus demandas.
Aunque la votación del movimiento indígena de esta ocasión no haya llegado al 20% que alcanzó cuando Yaku Pérez quedó tercero en las elecciones del 2021, parte de esa votación, sumada a quienes anularon su voto, podría constituir el resultado del desencanto del sistema político y de la forma de hacer política hoy, del autoritarismo, la demagogia y del binarismo de este país que parece estar partido en dos. Hay al menos un 25% de ciudadanos empadronados que quiere otra cosa, distinta, para cambiar al país. Ahí está la semilla. Y, quién sabe, la posibilidad de que, algún día, uniendo fuerzas y con estrategia e inteligencia, sea la tortuga la que le gane al conejo.
![El conejo y la tortuga](https://www.labarraespaciadora.com/wp-content/uploads/2025/01/image-5-300x243.png)
![Fabrizio Peralta Díaz](https://www.labarraespaciadora.com/wp-content/uploads/2023/03/LOGO-JPEG-600x578.jpeg)
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