Por La Barra Espaciadora
A una buena parte del periodismo contemporáneo le arrastra un tsunami. Es el maremoto del mundo digital que habla a gritos con ese lenguaje que para algunos resulta indescifrable. Los editores de los periódicos de hoy se la pasan lidiando con sus redacciones virtuales y no saben qué hacer con tanta inmediatez. Andan mareados con tanta herramienta flotando en el ciberespacio. Hay editores de tradición que usan su cuenta recién abierta de Twitter para hacer bromas sosas y retuitear información de otros medios digitales que superan cada día la tempestad. Otros usan sus cuentas con la frecuencia con la que leen una novela, o sea unas tres veces por año. La mayoría no tiene ni la más remota idea de cómo dejar de hacer copy-paste con las notas de la edición impresa para armar sus versiones on line. O sea, los enlatados de la era digital.
Periodistas legendarios de redacciones centenarias se están sumiendo en el subdesarrollo del oficio debido a su propia pereza. Y osan decir que hay que pensar en internet como en el nuevo escenario, que el papel se está muriendo, que los lectores no están preparados y unos cuántos pretextos más. ¿De qué sirve migrar a la pantalla si vamos a replicar las mismas noticias impresas sobre el papel? ¿Qué ganamos con redacciones virtuales que adiestran en el arte del plagio viral y no inventan periodismo todos los días?
Mientras los niños que llegan al mundo desde hace quince años llevan incorporados los dispositivos electrónicos a su vida, los editores anticuados se olvidan de escribir y de sentir. Portan sus smartphones de última generación pero no se animan a salir con él a las calles, a la vida, donde se hace el oficio. Se limitan a machetear textos a la brava para hacerle sitio al aviso publicitario. Luego se echan a retozar en sus sillones de editor con música clásica de fondo hasta que llegue el cheque mensual. Eso es subdesarrollo.