Por Alexis Serrano Carmona / @alexserranocar
Hace unos días, en la clase de Teoría de la Narrativa, el maestro Leonardo Valencia nos hablaba del íncipit, palabra de origen latín que significa comienzo. Explicaba incluso que en la antigüedad solía usarse un símbolo en cada texto para indicar dónde se ubicaba; lo que equivalía a decir ‘aquí comienza el libro’, pero podría leerse también ‘aquí comienza una historia’. Y luego nos dijo esta frase: “El inicio de un texto marca el final de un silencio”.
Sentí un sobresalto porque creo firmemente que el periodismo es siempre una búsqueda de inicios. Gran parte de la labor de un reportero se define en una pregunta: ¿por dónde empiezo? Tiene mucho de simbólico la imagen esa de enfrentarse a la hoja en blanco y descubrir, en ese vacío, el camino. ¿Cuál es la historia que voy a escribir?
La humanidad se enfrenta a un nuevo íncipit gracias a la pandemia y el periodismo, claro está, no podía salir ileso. En Ecuador, a los medios de comunicación, el coronavirus les dio una paliza. Impedidos de imprimir o de transmitir sus historias normalmente desde las calles, los acorraló impiadosamente contra la pared y los apuntó directo con su espada. Muchos lograron sobrevivir con redacciones medio vaciadas, después de los despidos o las renuncias obligadas de reporteros y editores; otros están intentando andar prácticamente con el olor de la gasolina; y otros desaparecieron. Pero ahora, la magia de la vida, quienes quedamos varados en el camino tuvimos que volver a la esencia y preguntarnos de nuevo: ¿por dónde empiezo?
Y entonces pusimos el símbolo del íncipit. No solo que muchos medios digitales que durante algún tiempo ocuparon un segundo plano ahora se están fortaleciendo y volviéndose protagonistas, sino que han aparecido decenas de nuevos medios: revistas de análisis, revistas de entretenimiento y de cultura, portales de noticias, informativos audiovisuales… Lo cierto es que —no hay mal que por bien no venga— la oferta periodística se ha ampliado notoriamente gracias al virus que nos acorraló.
En estos días me he estado preguntando por qué. ¿Por qué insistimos en hacer periodismo en estos momentos, arriesgando muchas veces el sustento propio y de nuestras familias, en lugar de ponernos una tienda o una panadería? Y la mejor respuesta la encontré —cuándo no— en Leila Guerriero y en el discurso con el que el año pasado recibió el premio Manuel Vázquez Montalbán: “Porque el periodismo podrá ser un negocio fatal, un muy mal negocio, pero es un negocio de gente que hace, que insiste, que intenta y que cree”.
Me llena de emoción la cantidad de colegas que creen en el oficio. El periodismo ha sobrevivido a persecuciones y censuras, crisis y ataques, y claro que sobrevivirá también al virus. No importa el soporte, o las técnicas, mientras haya gente interesada en conocer historias, informarse, entender el mundo, el periodismo existirá.
Muchos han dicho, equivocadamente, que el oficio está en crisis; que la era de la tecnología, las redes y el clic lo amenazaba. Pues esos muchos están equivocados y está pandemia lo ha demostrado, porque, en último caso, quienes están en crisis, y desde hace tiempo, son ciertos medios de comunicación. Pero en el país hay muchos periodistas ensayando más y nuevas formas de contar.
Una cosa más: en estos tiempos de rumores digitales (me rehúso a llamarles noticias falsas o fake news, porque sin son falsas no son noticias; si son fake no son news), en los que cualquier persona puede decir cosas, fortalecer el trabajo de la prensa es fortalecer a la sociedad. Una prensa fuerte, económicamente sustentable, capaz de resistir el tsunami de una pandemia y seguir, es una garantía por la que vale la pena pelear.