Por Jefferson Díaz / @Jefferson_Diaz
Indignación e incertidumbre. Tal parece que esas palabras son el nuevo lema de Ecuador. Olviden el Dios, Patria y Libertad. Ahora nuestro país se ha visto obligado a entonar lemas de supervivencia donde el más vivo, el que tenga más conexiones o el que tenga más malicia es el ganador de la gracia divina -léanse esas dos últimas palabras con tono irónico- para ser considerado un ser humano.
Sí, nuestros líderes, nuestras autoridades, nos han empujado al abismo donde se pierde la humanidad, la empatía y la certeza de que nuestro país puede ser mejor. Y los primeros en ser empujados son las personas más vulnerables, quienes necesitan de nuestro apoyo, de un esfuerzo extra, para que sus derechos sean protegidos. Por ejemplo, los migrantes y refugiados.
Mientras escribo esta columna, por redes sociales se hierve otra indignación enmarcada en la campaña política que Guillermo Lasso y Andrés Arauz llevan adelante para llegar a Carondelet. Varias fotos de supuestos migrantes y refugiados venezolanos en Quito les muestran sosteniendo carteles donde invitan a los ecuatorianos a “votar bien” para evitar que Ecuador caiga en el socialismo. Para evitar que Ecuador caiga en una lamentable crisis humanitaria como la que vive Venezuela.
Migrar es un derecho humano, y ante eso, el migrante no debería ser usado como chivo expiatorio o ficha de cambio para campañas políticas o partidistas. Pero tal parece que en el país de la indignación y la incertidumbre todo se vale. Un país donde, lamentablemente, el proceso de vacunación contra el Covid-19, llevado por sus autoridades sanitarias, ha sido una burla. Donde la corrupción desde las diferentes ramas del gobierno -nacional y local- no es solo un delito sino una hoja de ruta para gobernar.
¿Dónde están las dinámicas y herramientas del gobierno ecuatoriano para velar y proteger los derechos de personas migrantes y refugiadas, para que no sean expuestas en circos políticos? ¿Dónde están las respuestas de los organismos internacionales que deberían velar por los migrantes, más allá del asistencialismo, para que esto no siga pasando?
Sí, indignación e incertidumbre. Un país cuyo gobierno cambia y recicla ministros dependiendo de su humor diario. Un país donde el poder legislativo reformó la Ley Orgánica de Movilidad Humana para criminalizar a la migración. Un país donde las autoridades del Consejo Nacional Electoral se hacen de la vista gorda ante los delitos electorales, pero luchan hasta con los dientes para impulsar sus agendas personales.
Dentro de este escenario, ¿cuál es la esperanza de los más vulnerables que habitan este país?
No hace falta que los migrantes y refugiados venezolanos en Ecuador puntualicen sus pesares en forma de proselitismo político y sean usados como elementos de una realidad distópica. Porque, de seguir y permitir este rumbo en el que se consideran a la empatía y a la humanidad como elementos accesorios, nuestro país no necesitará de profetas de otras tierras.
Nosotros (como ya ocurrió en el pasado) somos los únicos encargados y responsables de luchar contra nuestras miserias.
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Jefferson Díaz es periodista venezolano-ecuatoriano radicado en Quito. Trabajó para el diario Últimas Noticias y para los medios digitales VivoPlay.net y elestimulo.com, en Venezuela; y para los diarios La Hora y El Comercio, en Ecuador.