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Cuando Jasu tenía diez años conoció a un hombre inmortal. Fue en Rovaniemi, la capital de Laponia, una provincia finlandesa que se encuentra muy cerca del Polo Norte.
Dentro de una pequeña casa de madera llena de juguetes, el hombre inmortal trabajaba arduamente con sus manos, llevaba un par de anteojos y vestimenta gris. “No recuerdo mucho –dice ahora este músico y empresario de 41 años que vive en Berlín–, él estaba trabajando pero tuvo tiempo de saludarnos. Los renos estaban fuera de casa, y los fui a saludar también”. Era el verano de 1985. Jasu lo fue a visitar en esta época del año porque durante el invierno, el Joulupukki estaba muy ocupado fabricando los juguetes, aprovechando que el sol no sale durante varios días.
Según la tradición finesa Nuuttipukki, en diciembre, luego de las reuniones familiares de Navidad, un hombre ataviado de pieles de animales y cuernos de cabra recorría las casas y asustaba a los niños exigiéndoles que le dieran comida y que le hicieran regalos. Este personaje era la Cabra de la Navidad y los primeros registros de su presencia datan de principios del siglo XIX.
Los mayores, en Finlandia, recuerdan con cierto temor la llegada del Joulupukki –que es como se llamó después– porque, así como podía ser un anciano bonachón que premiara el comportamiento de los niños con juguetes fabricados por él, también podía ocurrir que –haciendo caso a los chismes de sus gnomos con respecto a los niños que se habían comportado mal– Joulupukki los golpeara con un manojo de ramas. Hay incluso quienes guardan el recuerdo del Joulupukki como un viejo que siempre tenía un fuerte aliento a alcohol.
Para los fineses, a lo largo del año se vive la expectativa de la llegada de la Navidad, porque los gnomos vigilan el comportamiento de los niños para informar a Joulupukki quiénes merecen regalos por su buen comportamiento y quiénes merecen un castigo. En diciembre aparecían los Joulutonttu, unos gnomos que lucían gorros rojos y se encargaban de espiar por las ventanas de cada casa para comprobar que los niños se comportaran bien e ir con el chisme adonde el viejo Joulupukki. Pero, a lo largo del año, antes de que llegara la Navidad, los duendes Saunatonttu se dedicaban a proteger a los niños.
Con el paso de los años, la tradición finesa ha ido transformándose, así como la apariencia del Joulupukki, cada vez más parecido al Santa Claus que popularizó la propaganda estadounidense desde los años 30, con el hombre obeso de blanca barba y ropa roja con vetas blancas. Ahora, el Joulupukki finés del siglo XIX ya no viste sus ropas grises o verdes sino que ha adoptado los colores rojo y blanco y es un Papá Noel común y corriente que se promociona como una atracción turística más.
Sin embargo, en Finlandia siempre hay alguien que encarne al personaje en Rovaniemi y la tradición se mantiene viva en varios pueblos de este país nórdico. Es por eso que Jasu recuerda hasta hoy al anciano fabricante de juguetes rodeado de renos mientras trabajaba dentro de su casita de madera. “Joulupukki, es inmortal –dice–, es un tipo normal, con barba, que luce como Santa, pero es un tipo inmortal…”.
Actualmente, todos pueden ir a visitar al personaje que representa a Santa Claus y que ha recopilado elementos de varias tradiciones hasta construir un estereotipo. El Joulupukki globalizado vive también en Rovaniemi y cada año la gente puede ver la salida de este personaje desde su casa.
