Por Karina Marín
Atramentum es tinta negra. La tinta del pulpo es un atramentum. La tinta negra destinada a la escritura se conocía como atramentum librarium o atramentum scriptorium. En la antigua China, hacia el 400 a.c., esa sustancia se producía a partir de humo negro y goma. Por supuesto, allí y en otras latitudes también se escribía con oro y plata, o con tintes de otros colores, elaborados con productos costosos, cuyo uso estaba reservado exclusivamente para emperadores y reyes. Pero la tinta negra más vulgar, sobre todo hacia la edad media romana, resultaba de mezclas en las que se ha documentado el uso de sustancias al alcance de cualquiera, como ciertas resinas vegetales, la cerveza o el vinagre, siempre con base de hollín generado por la quema de cuencos de arcilla.
Hago una mezcla de esta información, que he encontrado en algunos sitios de internet. Me emociona pensar en la tinta del negro más común, la de la arcilla quemada o el carbón, como aquella a la que cualquiera podría acceder. Me gusta pensarla como marca de un gesto de emergencia, uno que recurre al fuego para la comunicación que nos apremia.
Pocas veces nos preguntamos por qué la mayor parte de la escritura humana se hace con tinta negra. Se podría decir que escribimos o imprimimos en negro sobre blanco porque el contraste nos permite leer / mirar. Y sin embargo lo damos por hecho. Tanto negro sobre blanco, en pequeños trazos tipográficos que se replican infinitamente, pasan desapercibidos. Son millones los documentos, libros y pantallas, sobre un abismo que ya nada dice, de cuyas entrañas no brotan respuestas, excepto un eco en el vacío. Parecemos condenadas a encontrar, en negro sobre blanco, solamente las palabras de lo mismo, de lo que es abrumadoramente igual. Lorem ipsum, Lorem ipsum, Lorem ipsum… hasta el infinito.
Si Tinta Negra es el nombre de este espacio, es porque queremos, precisamente, reivindicar la posibilidad de una escritura distinta, de y para cualquiera, que brote del humo de nuestros incendios cotidianos y no se pierda en lo mismo. Una combustión urgente que salga al encuentro de lecturas diversas. No se trata de refundar un espacio para firmas autorizadas. Esa forma de la columna de opinión ha caducado. Los mismos dinosaurios de siempre, escribiendo con tintes de oro y plata para imponer el capricho de sus dogmas, desde sus particulares y desgastados pedestales y bajo el candado de la suscripción, todos ellos ya no tienen cabida. Nos lo tomamos en serio porque entendemos que lo que nos está ocurriendo es difícil, doloroso, y porque somos una mayoría luchando en condiciones precarias.
Sin embargo, asumimos también nuevas latencias, algo de esperanza. Por eso, nos corresponde desjerarquizar el intercambio que inicia en el espacio de opinión y dejar de poseer verdades, para procurar un relacionamiento horizontal. Las palabras escapan a la propiedad privada. No son de nadie. Escribir es un acto para darse, como se da la vida.
Tinta Negra le dice no a la opinión que se vende al poder, poque le dice que sí a la opinión que se hace eco de quienes están luchando incluso desde el cansancio y la zozobra y buscan caminos para encontrar claridad. Es, ante todo, un espacio para que las personas que nos lean se sientan acogidas, tanto en sus sospechas como en sus indignaciones, tanto en sus deseos como en sus vulnerabilidades. Es una apuesta por la apertura, para todas aquellas que quieran abrazarse y abrazarnos en el diálogo. Una terquedad de libertad en tiempos cada vez más amargos.
Por eso, queremos abrir este espacio para compartir nuevas palabras, deseosas de ser hoguera a la vez que arrullo. Nos interesa que sean ideas que lleguen desde cualquier parte del mundo, porque esperamos la desnacionalización de los debates. Aunque el mundo, tal como lo conocemos, está llegando a su fin, hemos comprendido que el pesimismo, nos lo recordaba hace poco Silvia Federici, también es un privilegio de clase. Por eso queremos extraer, de diálogos migrantes y transfronterizos, el más mínimo rayo de luz, para iluminar las vidas que somos todavía.
Retomamos Tinta Negra, el espacio de opinión que La Barra Espaciadora inauguró en pandemia, con muchas ganas de crear oportunidades para encontrarnos en vivo con nuestras audiencias, escucharlas, tomarnos un café y pensar juntas. Queremos que este sea un lugar para la reflexión asumida como forma de lo colectivo. Tenemos muchas ganas de que aquello que escribimos se reconozca como un ejercicio de responsabilidad ciudadana. Como uno de nuestros principios fundamentales hemos sostenido que la opinión es un derecho, no un privilegio. Hacia allá caminamos.
Porque anhelamos encontrarnos con quienes nos abran sus puertas, queremos ofrecerles un espacio de opinión que se resista a las presiones de la vida contemporánea, que no responda a los afanes de la noticia del día ni al aturdimiento de la coyuntura. La manera vertiginosa en la que el mundo se mueve en estos tiempos nos aboca a un cúmulo de ideas apuradas que son ruido. Anhelamos que las conversaciones que iniciemos sean intercambios de largo aliento, pausadas y tendientes al detenimiento y al mutuo cuidado.
Y por las mismas razones, Tinta Negra tampoco obedece a medidas o normas, que no sean las del respeto y las de garantizar el derecho a la comunicación clara y accesible. Sabemos que los medios de comunicación también son espacios en disputa. Queremos acoger esa posibilidad, desde los lenguajes diversos y las voces distintas. Queremos dar cabida a la reflexión y al silencio, a los sonidos y a las imágenes, a los cantos y a las rimas. Queremos hacerlo distinto, queremos hacerlo en diálogo, queremos hacerlo respetuoso. Con tinta del humo que brota de esta llama colectiva. En negro sobre blanco.
Bienvenidas, bienvenides, bienvenidos de nuevo.