Por Jefferson Díaz / @Jefferson_Diaz

Los caminos parecen invisibles. El gobierno nos pinta un destino exitoso y lleno de felicidad, que parece sacado de un manual de evangelización. Pero los resultados son dolorosos y llenos de incertidumbre. Caemos en los mismos vicios que tantos desatinos político-partidistas ya nos alertaron durante las épocas de campañas electorales. No hay trabajo, no hay recuperación económica, no hay paz entre los que deberían liderar este país y lo más preocupante: los temas que nos hacen mantener la humanidad quedaron en segundo, tercero y cuarto planos.

Perdonarán mi realismo, damas y caballeros, que estoy seguro muchos asociaron con pesimismo, pero estoy seguro de que es más sano evitar que las sorpresas te sorprendan, y más si estas afectan tu desarrollo personal y profesional, en lugar de seguir tropezando con la misma piedra.

Esta columna, un tanto abandonada (nuevamente pido me perdonen), nació para dar detalles, desde mi perspectiva, sobre el desarrollo de Ecuador alrededor de los Derechos Humanos y las luchas que personas migrantes, habitantes de este país, libran a diario para mantenerse, para conseguir esa tan esquiva felicidad y la estabilidad que no consiguieron en sus países de origen. El Estado, en conjunto con Acnur, se jacta de ser el que más refugiados reconoce en América Latina, pero causa suspicacia que esa afirmación no esté acompañada de políticas públicas efectivas para esta población.

Y además de suspicacia, causa preocupación que la mayoría de los ciudadanos de este país estemos a merced de una nube de incertidumbre que se origina en organismos gubernamentales que deberían ser coherentes; la Asamblea Nacional, por ejemplo; y cada día se nos presente una carrera de obstáculos para olvidarnos de vivir y empecinarnos en sobrevivir. ¿Dónde está el gobierno del encuentro?

Al hacer esa pregunta muchos caen en la dicotomía de tomar bandos. De quiénes son los buenos y quiénes son los malos. Como si no hubiéramos superado nunca la etapa escolar de pelearnos por tonterías. Eso forma parte de las consecuencias de dejarnos llevar por retóricas y discursos populistas, herramientas usadas entre la izquierda y la derecha políticas.

A nadie le gusta que sacudan su base de principios, sus valores, sus perspectivas, sus convicciones sobre lo que creen que debería ser el desarrollo político, social y económico de un país. Mientras tanto, en el medio, las poblaciones más vulnerables buscan aferrarse a soluciones efectivas y duraderas y no a promesas y discursos vacíos que dejen de convertirlos en víctimas por beneficios personales.

Las redes sociales se inundan de comentarios miserables que aseguran que los privados de libertad no merecen ningún derecho, que la pobreza es culpa de las personas que viven ahogadas por ella o bajo una excusa macabra: “Eso es lo que quieren”. Están los migrantes y refugiados inmersos en un sistema burócrata y maltratador impulsado por el Ministerio de Gobierno y la Cancillería, donde estas personas dejan de serlo para convertirse en estadísticas y pasos a seguir en una hoja de ruta política que no termina de establecerse.

Por ejemplo, Guillermo Lasso prometió durante su campaña presidencial, y en sus primeros discursos al ser presidente electo, que iniciaría una regularización masiva de los venezolanos que viven en este país. A cuentagotas, desde Cancillería, se ha informado sobre cómo será el proceso y, supuestamente el 30 de noviembre comenzaría un nuevo censo para la población extranjera en Ecuador. Pero no hay certezas. La opacidad de las clases políticas y regentes sigue siendo ley.

Ecuador se posicionó la tercera semana de noviembre como el tercer país de América Latina y el Caribe en recibir la mayor cantidad de migrantes y refugiados venezolanos. Sí, el tercer país. Solo superado por Colombia y Perú. Son más de medio millón de personas buscando lo mismo que buscan los nacionales: un país donde prosperar, donde las diferencias no sean lo que marque la opinión pública y donde los entes que deberían velar por nuestra integración y progreso no sean cascarones vacíos enfocados en venganzas políticas y personales.

Lamentablemente, hasta ahora, tal parece que los caminos para que eso ocurra siguen siendo invisibles.


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Jefferson Díaz es periodista venezolano-ecuatoriano radicado en Quito. Trabajó para el diario Últimas Noticias y para los medios digitales VivoPlay.net y elestimulo.com, en Venezuela; y para los diarios La Hora y El Comercio, en Ecuador. 

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