Por Adriana Bucheli / para La Barra Espaciadora
Cuando hablo de mi hija lo primero que salta es que tiene 14 años y es Directioner. Sigue la pregunta ¿y eso qué es? Una fan a muerte de One Direction. Y esos, ¿quiénes son? Pues unos guaguas que cantan como los Back Street Boys de nuestros tiempos.
Aunque muchos no tengan idea -o algo sepan al respecto, gracias a sus hijos o sobrinos-, un leve ataque a los muchachos en cuestión puede hacer que brote la Pantera Bucheli, como alguien me bautizó hace años. La cosa es que, aunque no al nivel de mi hija, me gustan los One Direction. A pesar de que a mi edad no se ve muy bien que tenga música de chiquillos en el celular, la tengo. Lo digo sin reparo alguno. Como es de esperarse, conozco las letras y las canto a viva voz cuando mi pequeña las reproduce en casa.
Y no es solo el hecho de que sean unos jovencitos guapísimos y que, como me dice una buena amiga, yo sea una cougar (léase mujer mayor que gusta de hombres menores con rostro de adolescentes), sino que su música suena bien. El millón de críticas que dicen que es pop malo no hacen mella en mí. No por nada los muchachitos han ganado un sinnúmero de premios y se han consolidado como una de las bandas inglesas más reconocidas del momento. Tampoco es gratuito que revienten Youtube cada vez que estrenan un video. Además, la mayoría de las letras son todas tiernas y romanticonas y algunos videos tienen propuestas de historia bastante interesantes, y son muy bien trabajados. Y, aceptémoslo, me recuerda a la adolescencia y la emoción de los ídolos juveniles, aunque no niego que a veces marea ver tanto póster de ellos en el cuarto…
El problema es que con lo Directioner me entró la manía de comprar cuanta cosa tenga que ver con el grupo, o con Gran Bretaña e Irlanda, terruño de los chicos.
¿Plan caro? Por supuesto, pero lo vale con tal de ver cómo se ilumina la carita de la hija cuando llego con el regalo inesperado… ¡Y sí, la mía también se ilumina!
Por el momento ando buscando las entradas para el concierto que darán este año en el país que sea de la región, pues los guambras descomedidos no vienen para acá, así que si alguien sabe del particular, agradezco la colaboración. Y no crean que no recibo críticas por esto. «Más la plata que gastas, si ya les pasará el gusto», o el tradicional «pareces guagua». Y entonces, mi respuesta: ¡sif, eso hace una mamá Directioner orgullosa de serlo, y yo lo soy!