Por Carlos Pazmiño
La historia del anarquismo en Ecuador continúa siendo un gran misterio. Buena parte de los historiadores del movimiento obrero ecuatoriano han tocado el tema de manera superflua u obviado su importancia histórica. Este descuido bien puede originarse por el celo partidario de algunos historiadores, que fechan el origen moderno del movimiento obrero a partir de la fundación del Partido Socialista Ecuatoriano (PSE), en 1926, y luego del Partido Comunista del Ecuador (PCE), en 1931, así como el difícil acceso a fuentes bibliográficas y testimonios de quienes conformaron las primeras organizaciones libertarias en el país.
Los trabajos de Elías Muñoz Vicuña, Pedro Saad, Manuel Augustín Aguirre, Patricio Ycaza Cortés, Oswaldo Albornoz, entre otros, abordan la historia del movimiento obrero describiendo el papel de los anarquistas en la conformación de los primeros sindicatos “de lucha de clases” a inicios del siglo XX, mientras que Alexei Páez y Alejo Capelo, un libertario sobreviviente del núcleo originario del anarquismo criollo, han sido hasta el momento, no sin dificultades e imprecisiones, quienes han tocado el tema con mayor profundidad. Muertos todos, tanto anarquistas como historiadores del movimiento obrero ecuatoriano, la tarea hoy sigue siendo igual de compleja, pese a existir mayor cantidad de fuentes ordenadas y dispuestas para la consulta.
El anarquismo fue una importante corriente revolucionaria que intervino activamente en las primigenias y más importantes luchas obreras de los primeros 40 años del siglo X. En las siguientes décadas, hasta aproximadamente los años setenta, los anarquistas continuaron participando en el movimiento obrero e incluso unos pocos llegaron a formar parte de los sectores más radicales de la izquierda ecuatoriana, como el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Desde finales de los años noventa hasta nuestros días el anarquismo ha experimentado un débil resurgimiento por lo general en sintonía con la contra cultura punk, el arte, mientras un reducido grupo ha migrado a posiciones más maduras respecto al trabajo político-social, pese a ello, continúa siendo una corriente marginal dentro de la izquierda del país.
Los orígenes libertarios del movimiento obrero ecuatoriano
Desde 1910 hasta 1943 existen registros de prensa anarquista y anarcosindicalista. Esta etapa produciría una primera generación de anarquistas ligados principalmente al ambiente obrero de Guayaquil, puerto principal y ciudad de vital importancia para la economía nacional. Por el puerto no solo ingresan y salen mercancías, también lo hacen ideas y prensa de diferentes orientaciones ideológicas que ayudan a la formación de los primeros núcleos socialistas y anarquistas del país. A diferencia de países como Brasil, Argentina o Uruguay, donde la migración europea había traído hombres de espíritu revolucionario que constituyeron grandes centrales sindicales de carácter libertario, la Confederación Obrera del Brasil (COB), la Federación Obrera Regional Argentina (FORA), la Federación Obrera Regional Uruguaya (FORU), en Ecuador el fenómeno es inverso y está en su mayoría constituido por anarquistas ecuatorianos y en menor medida por migrantes (peruanos, argentinos y chilenos, además de anarquistas españoles, italianos, griegos y jamaiquinos que transitaron por el país durante estos años) que crean por cuenta propia, en conexión con el movimiento obrero libertario latinoamericano, organizaciones de carácter anarquista y anarcosindicalista.
Ecuador, tras el estallido de la Revolución Liberal (1895), sufrió importantes transformaciones que repercutieron en los ámbitos político, social, ideológico y económico. La separación de la Iglesia del Estado, el aparecimiento de instituciones laicas, la dinamización capitalista de la economía que corre contra el régimen hacendatario de tipo colonial, entre otros factores, posibilitaron la emergencia de una clase obrera precaria y una burguesía agroexportadora y bancaria. Los gremios artesanales, que hasta el arribo del liberalismo se encontraban en manos de la Iglesia, poco a poco se fueron transformando en sociedades mutuales y luego en sindicatos.
En 1905 aparece, de la mano del liberalismo, la Confederación Obrera del Guayas, una de las más importantes organizaciones obreras de ese entonces. El anarquismo empieza su andar en este contexto apostando por un sindicalismo de lucha de clases distante del control eclesiástico y liberal. Entre 1920 y 1922, los anarquistas guayaquileños centran su actividad en gremios de tipógrafos, cacahueros, ferrocarrileros, astilleros, constituyendo el embrión de la Federación Regional de Trabajadores del Ecuador (FTRE). Al igual que la COB, FORA, FORU y otras centrales anarcosindicalistas, la FTRE usó la palabra regional advirtiendo que era una organización que no reconocía patrias ni fronteras.
Entre 1910 y 1921, los anarquistas guayaquileños centraron su actividad en la propaganda y agitación de sus ideas, se trasladaron a los barrios obreros de la ciudad (como el Astillero, del que nacerá la poderosa Asociación Gremial del Barrio del Astillero), fundaron organizaciones de estudio, organizaciones femeninas (el Centro Rosa Luxemburgo, fue el primer centro de mujeres socialistas en Ecuador ligado a las ideas libertarias), no sin suscitar polémicas y lecturas controversiales del ideal ácrata. Esta fue una etapa filoanarquista donde los libertarios se hallaban en “formación”.
La masacre del 15 de noviembre de 1922 y el nacimiento del mito
El 15 de noviembre de 1922 los anarquistas convocaron el primer movimiento huelguístico de masas en la historia del Ecuador. Días antes, en octubre del mismo año, formaron la FTRE, también primera central sindical revolucionaria del país que suma más de 30 organizaciones de trabajadores (muchas salidas de la COG), con entre 20.000 y 30.000 afiliados. El movimiento huelguístico de 1922 estalló a finales de octubre con los obreros del ferrocarril en la ciudad de Durán, a escasos kilómetros de Guayaquil. Este sector era uno de los más combativos del movimiento obrero ecuatoriano en el que se ha encontrado indicios de propaganda libertaria, probablemente no ligada directamente a los anarquistas guayaquileños sino a inmigrantes jamaiquinos. Tras la victoria de los ferrocarrileros, el espíritu huelguístico se extendió hacia Guayaquil, los obreros pidieron aumento de salarios y disminución del valor de productos de primera necesidad inflados por la crisis económica, resultado de la caída del valor del cacao en el mercado mundial, en ese momento producto de vital importancia para la economía nacional.
Panaderos, eléctricos, trabajadores del tranvía, tipógrafos, cacahueros, y otros tantos, paralizaron Guayaquil desde el 7 de noviembre. Las fuerzas de seguridad se acuartelaron y los obreros fueron los dueños de la ciudad, convirtiéndose en la primera muestra de poder popular en Ecuador. Organizados en brigadas, los obreros se encargaron de mantener el orden y seguridad en la ciudad. El gobernador de la provincia solicitó a la FTRE permiso para transitar en las calles de Guayaquil, y durante el control obrero de Guayaquil no se reportaron incidentes.
La Gran Asamblea de Trabajadores (GAT) se convirtió en el órgano máximo de los trabajadores. Confluyeron la FTRE mayoritaria y los elementos que quedaban de la COG. La consigna de la GAT pedía el aumento de salario, rebaja de carga horaria, disminución de productos básicos, sin embargo, la “dirección revolucionaria” encabezada por los anarquistas fue rápidamente copada por los sectores agroexportadores, quienes pusieron su propio pliego de peticiones (la baja de cambio del dólar para enfrentar la crisis cacaotera) sobre los intereses de los trabajadores; los anarquistas salieron derrotados y no pudieron contener la efervescencia popular.
El día 15 se convocó a una gran manifestación en la que participaron miles de personas. José Luis Tamayo, presidente de la República, consideró entonces que ya era suficiente y que todo debía volver a la calma a cualquier costo. Así que los batallones Marañón y Cazadores de Los Ríos, al mando del general Enrique Barriga, se encargaron de asesinar a entre 300 y 1000 personas, mujeres, niños y hombres, que iban desarmados.
El 15 de noviembre de 1922 fue el bautizo de sangre de la clase obrera ecuatoriana. Posterior a la masacre varios gremios que participaron en la movilización, incluida la FTRE, fueron prohibidos. Muchos anarquistas fueron presos y uno fue desaparecido (el secretario de la FTRE, el peruano Juan Huapaya), el silencio se prolongó en la clase obrera. En los siguientes años algunos anarquistas pasaron a las filas del PCE.
La revolución y los exiliados
La Guerra Civil Española (1936-1939) y el proceso revolucionario convocado por los anarquistas españoles no fue un tema desconocido para los libertarios ecuatorianos. Periódicos y testimonios dan cuenta de ello. Antes de la formación de la FTRE mantuvieron contacto esporádico con anarquistas españoles que se hallaban de paso por el puerto de Guayaquil. Tras la derrota republicana y el ascenso del fascismo de Franco varios exiliados llegaron a Ecuador, entre ellos José Peirats, que en 1940 estableció junto a otros exiliados una comuna anarquista en la selva del país; o Armando A. Trabanco Díaz, quien trabajó en la constitución del Sindicato de Maestros Mecánicos de Pichincha (1944). Estos exiliados mantuvieron contacto con otros exiliados españoles encargados de la edición del periódico Tierra y Libertad, en México, medio en el que colaboraron también los anarquistas ecuatorianos Alejo Capelo y Alejandro Atienza. Los libertarios españoles presentes en Ecuador tuvieron relación con partidos y círculos de izquierda. Su actividad aún es desconocida debido a la falta de fuentes.
Huelgas y arte comprometido
Entre 1960 y 1970 los anarquistas habían perdido su influencia en el medio obrero, no obstante continuaban participando en sindicatos de diversa índole, principalmente en Guayaquil. En Quito, la actividad de los libertarios fue minúscula, por no decir imperceptible. No existen registros claros más que cierta simpatía por la edición de textos; también algunos anarquistas pasaron a formar parte del MIR ecuatoriano participando en actos insurreccionales como la “toma y quema de la avenida Amazonas”. Unos pocos anarquistas se integraron sin mayor protagonismo (probablemente a título individual) entre las organizaciones del Frente Unitario de Trabajadores (FUT) durante la década de 1980, organización que protagonizaría las famosas “huelgas nacionales”, en los mismos años y hasta la actualidad. Jaime Guevara, un reconocido cantante quiteño ligado al mundo popular, se constituyó como un referente anarquista.
Transformarse o desaparecer
La generación contemporánea de anarquistas ecuatorianos, ligada a la contracultura punk, el mundo alternativo e incluso aquellos que optan por el trabajo político-social de masas se encuentran ante el mismo dilema: transformarse o desaparecer. La llegada al poder de Rafael Correa, en 2007, marcó un antes y un después en las formas de lucha popular. Las consignas anti neoliberales de los movimientos sociales que tumbaron 3 presidentes cuajaron en un gobierno con un discurso de tipo anti neoliberal y progresista que representó un proceso interesante (con todas las contradicciones y críticas posibles), hoy en crisis.
El abstencionismo ideológico, la adoración a las bases sociales, el inmediatismo anti estatista han debilitado al anarquismo en su afán de erigirse como una alternativa real para una sociedad como la ecuatoriana y ese hecho devela la necesidad de repensar la teoría y la acción política, el papel del Estado, la liberación de la mujer, la autodefensa y la creación de mecanismos de poder popular que le devuelvan a la sociedad la gestión de la vida misma.
Carlos Pazmiño (Quito, 1987) se define como marxista libertario. Es comunicador y sociólogo, estudioso del anarquismo y anarcosindicalismo en Ecuador, la cuestión kurda y Oriente Medio, procesos de violencia política, acción colectiva y teorías del Estado. Colabora con diferentes medios dentro y fuera del país, es miembro del Centro de estudios “Patricio Ycaza” (CEPY).
Este texto aparecerá en el periódico español “Contra Marcha” # 73, vocero del Sindicato Único de Trabajadores “Solidaridad Obrera”.