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Mentiras nuestras

Mentir es universal. Mentimos siempre, para todo, en lo más insignificante. ¿Será que en nuestras mentiras cotidianas se engendran las mentiras mayores? Daniel Orejuela dice las cosas #SinTantaVuelta y lo hace desde el vacío. Precisamente desde donde nacen las cosas importantes. Así nos llegan los temas de discusión en el café, en la esquina, en el barrio, en la sala de la casa de los panas, sin tanta vuelta. ¡Bienvenidos a leerlo!

Businessman Crossing Fingers ca. 2001

#SinTantaVuelta

Por Daniel Orejuela / @daniel_orejuela

Raspaba con un estilete mientras hablaba por teléfono –como quien garabatea un papel o el sistema parasimpático que hace sin conciencia– la pintura de la verja de un parque público. Debe haber estado un buen rato así, considerando el tamaño del daño, así que sin pensarlo mucho me acerqué a él.

–¿Por qué dañas?

Me ignoró. Yo también lo habría hecho o me habría asustado, así que volví a preguntar…

–No estoy dañando –dijo, por fin.

–¿Por qué mientes? Esta vaina luego se oxida y tendrán que cambiarla…

–Que la cambienfff

Y cuesta… ¡nos cuesta!

Hizo un ademán de a mí qué chucha y siguió en su conversación telefónica. Yo también lo habría hecho. Lo bueno es que guardó el estilete.

***

Un amigo que prefiere torear los carros de la avenida al cruzar por donde no es en lugar de caminar unos metros hasta donde están el semáforo y el paso cebra, me decía:

–Es que por aquí cruza todo el mundo.

–¡Ese es el problema! –Yo, indignado–. ¿Sabes lo que le costó al Municipio poner este semáforo aquí? ¿Cuánto se habrá llevado el que facilitó este contrato?

–Por esofff…

–Por eso…

***

Una joven madre le decía a su hijo preescolar, que lloraba afuera de un teatro:

–Ya vengo, mijito, solo voy a ver un papel y regreso.

Sabe que no es cierto, pienso yo, pero no digo nada.

–No sabes como se pone

–No, no sé.

Pensaba que hace poco me había contado que llamaron a los representantes de su hijo mayor porque solía justificar con frecuencia el incumplimiento de sus tareas de primaria con una mentira. Yo también lo habría hecho, aunque de niño no lo hacía… tampoco las tareas.

***

Es más fácil justificar todo con una mentira. Malas costumbres como la impuntualidad, la falta de palabra, hasta los huecos en las medias… ¿Será que de ahí nace la demagogia de los políticos? Porque ellos tienen la culpa de todo lo malo…

El uruguayo Eduardo Galeano, en su genialidad y elocuencia, escribía refiriéndose a una gran quiteña de América: “Tenía dieciséis años cuando la encerraron en uno de los muchos conventos de esta ciudad rezadora y pecadora, donde los frailes ayudan a las monjas viejas a bien morir y a las monjas jóvenes a bien vivir. En el convento de Santa Catalina aprendió Manuela a bordar, a tocar el clavicordio, a simular virtudes y a desmayarse con ojos en blanco.”  

Los mismos quiteños utilizan el término mojigatería con frecuencia, para referirse a quienes prefieren salir bien parados escudándose en una mentira, que enfrentarse a la verdad. Pero esto de mentir no es de una ciudad ni de un país. Mentir es de humanos. Aunque se acostumbre más por estos lados…

Así como con el dilema del huevo y la gallina, me quedo yo pensando: ¿quién crea a quién? ¿El machismo a la mojigatería o viceversa?


Daniel Orejuela Flores es un guayaco del 75. Productor musical de oficio, ingeniero de sonido de necio y escritor de repente. Ha vivido más de la mitad de su vida fuera del Ecuador, sin embargo, ha tratado siempre de mantener el contacto con el país y su acontecer político, social y cultural y ahora, de vuelta, reside en Quito.