Por Milagros Aguirre A.
Cuando termine todo esto… ¿tendremos nuestros locos años veinte?, ¿nuestro destape?, ¿nos besaremos y nos abrazaremos nuevamente?, ¿recuperaremos la libertad de salir de casa hasta la madrugada, sin toques de queda ni estados de excepción?, ¿invitaremos a quien quiera a nuestra casa sin necesidad del horrible ritual de rociar alcohol sobre sus manos, ropas y zapatos?, ¿podremos asistir a conciertos de multitudes, gritar y cantar sin temor de aspergear nuestros gérmenes a nuestras amistades y familiares?
Cuesta imaginar ahora cómo será el mundo pospandemia, ahí, cuando las fiestas dejen de ser clandestinas y los besos y abrazos dejen de ser señal de peligro de muerte; cuando carnavales y diabladas vuelvan a ser de multitudes sin control. ¿Habrá una explosión social?, ¿una revolución, tal vez?, ¿un cambio que nos permita ser mejores? ¿Nos rebelaremos contra el autoritarismo y contra los prohibicionistas, ahora que casi todo nos ha estado prohibido sin necesidad de regímenes dictatoriales?
Me pregunto si saldremos a las calles enloquecidos, con música y tambores o si se publicará toda la poesía escrita en los días oscuros y si esta será de ruptura, como lo fue en su tiempo la poesía de Carrera Andrade o la de Escudero. Me pregunto de qué hablarán las novelas cocinadas por los escritores en este largo cautiverio o qué dirán las obras de teatro de actores solitarios que se han negado a interpretar monólogos por zoom y que cuentan los días para que se levante el telón y comience la función.
Me pregunto si saldremos volando, ligeros de equipaje, a conocer otros mundos y otros parajes o si, como en los años veinte del siglo veinte, tendremos nuestros nuevos Louis Amstrong en la música o si el cine tendrá otro Carlitos Chaplin que nos haga reír y llorar al mismo tiempo.
La moda de las mascarillas y los trajes de bioseguridad, los cascos y las burbujas plásticas ¿desaparecerán de nuestro vestuario?, ¿emergerá nuestra propia Chanel del siglo XXI?
En un abrir y cerrar de ojos, no hay cómo negarlo, el mundo cambió y no volverá a ser igual. Sin necesidad de una bola de cristal, podemos intuir que se nos viene una gran recesión y que sacar la cabeza del caparazón que nos protege (a algunos que hemos tenido la fortuna de estar protegidos) nos va a costar. Si la historia es circular ojalá no se repita otra guerra mundial ni seamos testigos de una matanza como la del 15 de noviembre del 22. ¿Parirá este momento histórico un Pablo Palacio o, como decía Agustín Cueva, “los populismos que nos han gobernado hasta ahora dejarán pocas huellas en la cultura literaria y artística del país”?
De pronto se nos hizo real un mundo que solo parecía existir en las películas de ciencia ficción y frente a eso no hay vuelta atrás: nada nunca será igual. El teletrabajo y la teleeducación seguramente llegaron para quedarse. Las reuniones, clases o actos, se seguirán haciendo por zoom y webinars y las visitas, desde la sensible pantalla de un teléfono celular. No hay duda, tampoco, de que nuevos ‘Vitos Corleone’ están, desde ya, bien instalados entre los que gobiernan este mundo. Pero, ¿qué sorpresas tendremos cuando todo esto pase? ¿Nos ganará la rebeldía o la corrección política? ¿Construiremos murallas o saltaremos los muros? ¿Dejaremos de vivir el día a día y podremos hacer planes sin pensar en el acecho de la enfermedad, el contagio y la muerte? ¿Qué nos depararán nuestros locos años veinte?
Milagros Aguirre Andrade es periodista y editora general en Editorial Abya Yala. Trabajó en diarios Hoy y El Comercio y en la Fundación Labaka, en la Amazonía ecuatoriana, durante 12 años. Ha publicado varios libros con investigaciones y crónicas periodísticas.
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