Por Alexis Serrano Carmona
Pasé el fin de semana leyendo columnas que Clarice Lispector publicó en el Jornal do Brasil entre 1967 y 1973 (¡muchas gracias, profe Gina Saraceni!). Entonces, conocí a la escritora que cuando decía escritura, estaba hablando, en realidad, sobre la vida:
—Soy una persona que tiene un corazón que a veces se da cuenta, soy una persona que quiso poner en palabras un mundo ininteligible y un mundo impalpable. Sobre todo, una persona cuyo corazón late de levísima alegría cuando logra en una frase decir algo sobre la vida…
Y leyéndola así, en ese estado de gracia que ella define como el instante en que el ángel de la vida viene a anunciarte el mundo, la escuché hablar sobre la muerte y sobre el alma, sobre el cuerpo transformado en don y sobre cosas simples en apariencia, como el mar en un atardecer. Ante mí, que anotaba hipnotizado en mi cuaderno, desfilaron frases como estas:
¿Escribir no es casi siempre pintar con palabras? Vestir una idea con palabras. Escribir es una manera de no mentirle al sentimiento. Ocuparse del mundo exige también mucha paciencia: esperar el día en que aparece una hormiga. Paciencia: observar las flores abriéndose, imperceptible y lentamente.
Llegué, entonces, a una columna en la que Lispector le hablaba a una mujer que trabajaba para ella, alguien a quien quería, que casi había perdido la razón. Y Lispector dijo esto: “Aninha, mi bien, tengo saudade de ti”. Me pregunté qué significa eso de tengo saudade de ti, qué significa saudade; y por qué esa palabra portuguesa no fue traducida en el libro que leía. Googleé y la primera respuesta me perturbó:
—Vocablo de difícil definición, incorporado al español del portugués saudade, que expresa un sentimiento afectivo primario, próximo a la melancolía, estimulado por la distancia temporal o espacial a algo amado y que implica el deseo de resolver esa distancia.
Como leí que había sido incorporado al español, fui al diccionario de la RAE: “Soledad, nostalgia, añoranza”. Pero me pareció que esta definición oficial no le hacía honor a todo lo que había leído. Escribí a Alzira, mi compañera brasilera de maestría, y me respondió con una nota de voz:
—Te voy a recitar un verso. Saudade es lo que queda de lo que no quedó.
La música de esa palabra en portugués me estremeció.
La vida está llena de saudade. Tengo saudade de mi abuelita, la Lita, cantando mientras preparaba la merienda, o leyendo conmigo Las aventuras de Robinson Crusoe. Tengo saudade del Nano, mi abuelito, enseñándome a jugar 40, contándome sus tiempos en el Gladiador. Tengo saudade de las largas charlas con mi padre en la sala o frente al televisor. Tengo saudade del rostro de mi madre regalándome mi primera guitarra. Tengo saudade de las noches con mi hermana, riéndonos hasta que dolía sin que nadie más entendiera por qué nos reíamos. Tengo saudade de esa casa, y sus aromas, y las noches de pollo Gus con Coca Cola.
Sentir saudade está bien. Quiere decir que el camino ha sido intenso, que esos recuerdos son parte del engranaje, de la fibra de lo que soy, de aquello en lo que me he convertido. Claro que hay nostalgia y añoranza, pero también hay alegría. Ahora soy yo tomando la mano de mi esposa con todo lo que eso significa, disfrutando las charlas con mi hijo y viendo cuánto le gusta dibujar, oyendo las primeras palabras de mi hija y suspirando cada mañana al abrir la puerta de su habitación. Seguramente, habrá nuevos saudades, pero eso querrá decir que se está vivo. Quizá, como diría Lispector, así se escribe la vida.
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Alexis Serrano Carmona es periodista. Trabajó durante 13 años en diario La Hora. Fue colaborador y miembro del Consejo Editorial de SoHo Ecuador. Ha publicado en Mundo Diners y Criterios. Ganó dos veces el Premio Eugenio Espejo, de la Unión Nacional de Periodistas, y el tercer lugar del Premio Jorge Mantilla Ortega.
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