Por Edizon León / @leon_edizon
Selva Alegre es una parroquia rural del cantón Eloy Alfaro, en la provincia de Esmeraldas. Reconocida por sus expresiones culturales afrodescendientes, entre las que se incluyen arrullos, chigualos y alabaos, sus cerca de 1 500 habitantes integran estas manifestaciones en celebraciones religiosas y comunitarias, reflejando la identidad y espiritualidad de toda la comunidad.
En esta parroquia de 49,56 km², junto al río Santiago, la Semana Santa muestra sus marcas distintivas. Aunque en el corazón de la celebración late la fe católica, esta se entreteje con la espiritualidad afropacífica que resignifica cada acto y cada símbolo en una experiencia profundamente viva y ancestral.
El Cristo viviente que camina en procesión no lleva corona de espinas ni rostro descubierto: su cara está cubierta con una máscara de nailon, lleva una corona tejida con hojas de plantas de la zona y viste una túnica blanca que ondea con el viento que llega desde el río Santiago. Su cuerpo no simula el dolor del calvario sino que encarna una presencia más cercana al territorio, al monte, a la memoria de una comunidad que ha sabido resignificar la Pasión desde sus propios códigos cimarrones.
A su alrededor, los soldados romanos no portan armaduras ni cascos: llevan ropa cotidiana, camisetas deportivas y hay quienes lucen alguna prenda de color verde militar, con botas de caucho. Sus lanzas son de madera y algunas escopetas de fogueo marcan el ritmo dramático de la persecución de Cristo. No es la precisión histórica lo que importa, sino el sentido propio, la ritualidad escenificada a su manera que se vive y se hereda.
Cuando cae la noche, la comunidad tiene dos procesiones: una de mujeres, que avanza entre velas, silencios, rezos, y otra de hombres, marcada por pasos firmes y escopetas. En ambos recorridos, los alabaos —cantos ancestrales en honor a la muerte de Jesús— llenan el aire con un lamento profundo, que simboliza también resistencia, cuidado, ofrenda y memoria de la espiritualidad afrodescendiente.
En Selva Alegre, la Semana Santa no es solo conmemoración. Es un acto de pertenencia, un tejido espiritual entre el cristianismo y la cosmovisión afropacífica. Cada canto, cada hoja, cada paso son un rezo al monte, al agua, a los ancestros y al Cristo que camina con su pueblo, no en lo alto sino abajo, descalzo y enmascarado.













