La Barra Espaciadora / @EspaciadoraBar
João Moreira Salles no sabe si es completamente documentalista o si es periodista. Su vida profesional oscila entre los hechos que alimentan su revista, Piauí, y el reto de contar la realidad con un lenguaje que va más allá del esquema periodístico tradicional.
Llegó al Festival Encuentros del Otro Cine (EDOC) invitado por su producción documental. Como parte estelar de la programación han sido seleccionados los filmes Santiago y Últimas Conversas, filme póstumo de Eduardo Coutinho que João Moreira produjo y finalizó tras la muerte del realizador brasileño.
Ni solo periodista ni solo documentalista. Es ambas cosas. Se angustia cuando intenta explicarlo, pero, sin decirlo, goza de su doble condición.
En medio de esa ambigüedad entre el periodismo y el cine, si defines tu incursión en el documental como un accidente, ¿se podría entender que más que nada eres un periodista?
Yo tengo un problema de identidad. Nunca sé qué poner en el formulario del hotel cuando me piden llenar el espacio que dejan para poner la profesión. Creo que estoy entre el documentalismo y el periodismo.
El periodismo va ocupando cada vez nuevos espacios, más allá de los medios, en el documental, en el cine…
Eso es muy malo para el documental. Para mí, el documental no es el tema, sino cómo se habla de ese tema, es la manera de narrar, no es lo que se narra. (La forma) no es una cuestión muy importante en periodismo. En el periodismo es necesario transmitir los hechos; la forma está, prácticamente, dada por los hechos. Claro que hay muchas maneras de organizarlos, hay movimientos muy expresivos de reinvención del periodismo, como el New Journalism… Pero de un modo general, al periodismo le compete la información verídica, mientras que el documental no se ve necesariamente ligado al espacio de lo verídico. Coutinho ha hecho una película que se llama Juego de escena, en la que no se sabe quién está diciendo la verdad. Y es un documental.
¿El documental no es un género periodístico?
No es un género periodístico. El documental, para mí, es un ejercicio de la forma. El gran documental es el que reinventa la forma del cine de no ficción. Una gran pieza de periodismo puede ser altamente conservadora en su forma, pero su fuerza está en lo que revela. El texto de Seymour Hersh sobre la tortura en Abu Ghraib no es un texto muy… O la prosa inglesa, incluso, es muy (dura). Sin embargo, allí hay un impacto, una denuncia, una revelación: los americanos están torturando a los presos. Eso es periodismo. La forma no importa.
SIn embargo, con el nuevo periodismo se borran las fronteras, la forma sí importa y hasta se podría ver al documental como un género periodístico más.
¡Claro, claro, claro! Lo que pasa es que hay un espectro.
En este momento de la conversación, Joao dibuja sobre la mesa lo que él llama un territorio. Y lo explica. Pone su mano izquierda en un lado. Extiende su dedo índice y lo asienta.
Aquí, en este extremo tenemos al periodismo más duro…
Recuerda sus estudios de Economía y cita como ejemplo a la prensa especializada en finanzas. Luego estira su dedo índice derecho y lo sitúa en el otro extremo de aquel territorio imaginario.
En este lado se encuentra el documental, lo más experimental.
¿Cómo explicas ese territorio?
Hay un terreno en el medio del que he disfrutado por un medio u otro. Pero creo que a partir de un cierto momento el documental se convierte en periodismo y en otro el periodismo se convierte en documental. Lo difícil es decir donde pasa eso, cuál es la frontera.
¿Y en qué parte de ese territorio te ubicas?
Convivo en esos espacios, pero sabiendo siempre que no son el mismo. Hay fronteras, aunque sea el mismo territorio. En ese mismo espacio tenemos varias vidas profesionales, varias maneras de narrar. El mismo acontecimiento puede ser objeto de mi trabajo como periodista y como documentalista. Y serán dos obras diferentes.