Por Juan Carlos Cabezas / @liberjuan
Guadalupe Nettel (México D. F.1973) escribe a partir de las memorias guardadas en su cuerpo. Su trabajo literario la ha convertido en la portavoz de las imperfecciones congénitas, de las obcecadas manchas de nacimiento imposibles de disimular, en fin, de los distintos.
Se ha ganado un espacio dentro del espectro literario de Iberoamérica, donde su nombre brilla con luz propia después de títulos como Después del Invierno, novela ganadora del Premio Herralde en el 2014, y libros de cuentos como Pétalos y otras historias incómodas (2008) y El matrimonio de los peces rojos, (2013).
Esta entrevista se realizó vía correo electrónico, mientras ella preparaba unas conferencias. “Estoy en quema”, escribió en un chat y pidió más tiempo para contestar las preguntas. Cuando las envió, no hubo necesidad de agregar nada. Un símil de ella misma, precisa y sin mácula.
¿Qué evolución existe entre los cuentos de Pétalos y El matrimonio de los Peces Rojos?
Primero, la extensión, en Pétalos hay cuentos más cortos, en cambio El matrimonio de los Peces Rojos es más cercano a la nouvelle. En el primero me centro en la belleza no convencional, la belleza del monstruo o del que se siente diferente. En el segundo me centro en la animalidad de los seres humanos, en la sabiduría instintiva a la que muchas veces despreciamos y que en realidad no es sino otra forma de conocimiento. Como decía T.S. Elliot, las vidas de un animal y de un humano se pueden reducir de la misma manera: nacimiento, apareamiento y muerte. Los animales atraviesan la existencia con mucha mayor naturalidad y nosotros le damos una gran cantidad de vueltas casi siempre innecesarias a estos asuntos. Si te fijas, la literatura también se centra en estos tres momentos.
Existe un principio de levedad que intentas mantener en tus cuentos, ¿cómo logras combinar atmósferas pesadas que no impiden que tus cuentos sean ligeros, casi etéreos?
Yo sé que muchas veces mis historias son oscuras o la sicología de mis personajes las vuelven así. Escribo mucho sobre la inadecuación o sobre la exclusión de las personas con características físicas o sicológicas diferentes a las de la mayoría. También escribo sobre muchas cosas que los demás no quieren voltear a ver como la enfermedad, la crueldad en la pareja o en la familia, la muerte, el luto. Sin embargo, es verdad que busco que las metáforas que utilizo para hablar de estos temas vuelvan todo un poco más soportable y liviano, más comprensible quizás.
¿Cómo distingues que en tu cuerpo habita un cuento?
Los cuentos casi siempre se presentan enteros, a diferencia de las novelas que uno tarda años en urdir. Alguien cuenta una historia, conozco a algún personaje atractivo, visito un lugar fascinante o me doy cuenta de que algo que viví o estoy viviendo lo amerita. Casi siempre mis cuentos se centran en una imagen de la cual se desprende todo. La historia surge en mi mente como un regalo. Después hay que buscar el tono y sentarse a escribirla.
¿En algún momento la violencia que vive México aparecerá en tus cuentos, tal como ocurre en tus novelas?
Ni en mis cuentos ni en mis novelas aparece demasiado. No sé cómo hablar de ello de una manera personal. Generalmente, me desahogo de mi angustia social y política (que no es poca) en las columnas que escribo para el diario Más por más.
En una entrevista con Elbuensalvaje, dices: “Hay una cantidad impresionante de hongos que no están catalogados y con el amor pasa algo muy parecido”, ¿sigues pensando igual?
Esto forma parte de un cuento llamado “Hongos”, que pertenece a El matrimonio de los peces rojos. Se trata de una historia de amor clandestina, una gran pasión que surge con toda la fuerza que suelen tener esas enfermedades en condiciones en las que no puede prosperar ni expandirse, y sin embargo lo hace, igual que los hongos se apoderan de los lugares menos imaginados de nuestra casa o de nuestro cuerpo.
El volcán más alto del mundo se reactivó en Ecuador, ¿crees que efectivamente todos anhelamos nuestra propia destrucción?
Como hija de psicoanalista, creo que todos tenemos dentro la pulsión de muerte pero también la pulsión de vida, y que nos pasamos la vida intentando encontrar un equilibrio entre ambas, aunque la verdad nos veo más sucumbiendo a una y a otra alternadamente. En cuanto al volcán, espero que sea una falsa alarma. Aquí el Popocatépetl se activa y desactiva igual que lo hacemos nosotros mismos. Por el momento veo a México mucho más tanático que nuestro querido volcán. Es tristísimo lo que está sucediendo.
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