Por Cristián Londoño Proaño / @cristianlondono
Son las cinco de la tarde. Óscar Saavedra y yo nos sentamos en la sala de su apartamento, en comuna de Macul, en Santiago de Chile. Me sirve una taza con agua aromática.
Oscar Saavedra es un poeta y videopoemista chileno que ha publicado varios libros, entre ellos, Tecnopacha, Tecnopacha invertido. Es parte, junto al poeta chileno René Silva, de la iniciativa Descentralización poética y de la editorial Andesgraund.
Hacía algunos días, en Santiago, había asistido a un evento de una acción poética organizada por Óscar. En el acto intervinieron más de quince niños y personas de la tercera edad que habían escrito poemas y cuentos de su propia comunidad. Fue interesante testimoniar que la poesía se mantenía viva en Macul.
Óscar practica lo que se denomina: Movilidad poética. Un concepto que intenta hacer que la poesía camine por los rincones de Chile, llegando a las poblaciones más olvidadas, poniendo énfasis en los niños, niñas y los adultos y adultas mayores.
Nos acomodamos en nuestros asientos. Tomamos el primer bocado y empezamos…
En un país como Chile, que tiene tradición poética, ¿qué significa la movilidad poética?
La movilidad habla de la acción poética en sí misma. El hacer caminar a las palabras, el que la poesía llegue a esos lugares donde parecería que no existe, pero están ciegos por un sistema que no les permite darse cuenta. Entonces, cuando uno habla de movilidad, habla de que la poesía entre en las casas, en los colegios, en los centros comunitarios, en las sedes sociales, en las universidades. La movilidad está ligada al sacar la poesía de los lugares tradicionales, y si está en esos lugares tradicionales, intervenir con creatividad.
¿La movilidad poética es una acción poética con respecto a tu vida?
Está totalmente ligada a mi vida. Siempre he pensado que cuando uno se prepara para algo, ya sea azaroso, ya sea por estudio, uno va acumulando una gran cantidad de experiencias. Uno que es poeta sabe que esas experiencias no le pertenecen, sino que tienen que salir. Es importante que los poetas, las personas que se educaron leyendo y escribiendo poesía, entreguen lo que saben.
¿Ese volcar el texto poético en la acción poética está muy ligado a las nuevas teorías de la comunicación, lo que el español Algabarra decía que la comunicación es compartir?
Tienes razón. Siempre he soñado que las palabras salen de los libros. Desde el punto de vista de la ficción, quizá se logre con una droga o qué sé yo esas cosas que se inventan los escritores. Pero en la realidad también existe. ¿Cómo la poesía puede llegar a las personas? Puede llegar a través de la oralidad. Hay que comunicarse con el diálogo. Los libros no son el único espacio de la poesía.
Este concepto de expandir la poesía por varios rincones de Chile, en esta labor comunicativa, y al alcance de los niños, niñas, adultos y adultas, ¿es un intento de democratizar el acceso a la poesía?
En la actualidad, el concepto de democracia no me gusta como es. Prefiero hablar de «humanizar» la poesía, «animalizarla». Sacar la poesía a las poblaciones invisibles, alejadas.
¿Eso significa que la poesía contemporánea se volvió inaccesible o que los libros de poesía se volvieron de difícil acceso?
Son ambas cosas. Acá en Chile hubo un proceso de dictadura. La dictadura anuló totalmente la lectura de poesía y de buena literatura en sí. Cuando se reconstruye a través de una transición democrática y neoliberalista, nos damos cuenta de que la poesía estaba en un sótano, oculta. Los libros de poesía son carísimos. Imagínate un lector no adecuado a lectura de poesía y que encuentra poesía que le gusta y que no puede comprar. Por otro lado, el sistema educativo difunde poco o nada poesía. Los mismos maestros no son buenos lectores. Pero en este contexto, yo creo que hay algo interesante. Los maestros tienen mucha experiencia y esa experiencia se podría conjugar. Una persona que tiene mucha experiencia y tiene ganas de expresar algo y por otro lado, la poesía que existe en todos los lugares. Si estas dos fuentes se chocan están creando lo que decía Rodary: «El binomio fantástico: dos palabras se necesitan para crear una idea y de ahí un texto». Bueno, estos dos contextos se necesitan para generar movilidad y acción poética.
En la mayoría de países de América Latina, los libros de poesía -salvo honrosas excepciones- no son publicados por las editoriales grandes y esto hace que la distribución sea pequeña y fraccionada. Las editoriales dicen que lo hacen porque no hay mercado. ¿Crees que las acciones como las que tú emprendes pueden estimular a masificar la poesía?
Sería maravilloso que estas acciones fueran multiplicadas en todos los rincones. Medellín es buen ejemplo. Ellos generaron una escuela de la poesía, un proyecto que se llama Gulliver y lo insertaron en la educación formal e informal. Por muchos años la gente comenzó a leer poesía, empezó a educarse con la poesía. Imagínate todos instruyéndose en poesía. Ahora Medellín es un lugar donde 10 000 o 15 000 personas escuchan a un poeta.
En los distintos talleres que dictas en Santiago o las otras regiones, sea a personas de las tercera edad o a los niños y niñas, ¿qué tipo de habilidades puede dar a los niños?
Son muchas las habilidades. Una de las principales es que, cuando los niños y niñas se encuentran con la palabra se encuentran consigo mismos, se pueden definir, pueden saber en qué contexto viven, quiénes son las personas que les rodean. Les da la capacidad de entender lo que es la sociedad como tal y desde ahí a proyectar su emoción, su vida, su futuro. Eso es lo que más he visto. Cuando se encuentran con la poesía su cabeza no está pegada a la televisión, no se quedó pegada en el texto escolar. Es decir, ellos profundizan. Si un niño desde los cero a los 9 años se encuentra con la poesía tiene un futuro distinto.
¿En algún punto la poesía puede alejar a los jóvenes de las pantallas?
O podría cambiar las pantallas. Por ejemplo, una persona que lee poesía, si tiene que hacer algo para la televisión, lo va a hacer de otra manera. Uno de los casos maravillosos es Peter Greenaway. Hablamos de un tipo grande, quizá, pero él agarra la poesía, la cultura, la pintura, y hace un cine barroco hermoso, lleno de ideas, lleno de cosas. Yo, por ejemplo, hago ejercicios diferentes con los jóvenes y niños. Les digo que se lean un poema y lo lleven a una imagen. Y la imagen cambia, no es un lugar común, es otra cosa.
¿Los adultos y adultas de la tercera edad pueden entregarse igual a la poesía?
Los niños y las personas de la tercera edad son las personas más creativas. En el caso de las personas de la tercera edad, lo que uno encuentra es memoria, mucha memoria, experiencia, vida. Entonces, cuando ellos y ellas se encuentran con la palabra, eso fluye como una marea. Es una ola, una ola gigante que cae. Lo que las olas botan, la arena lo recoge en imágenes. Ellos las recogen, la reconstruyen en forma de poema, de cuento y nos entregan una historia real.
¿Crees en el compromiso del poeta?
Totalmente, pero no solo en los poetas. Si soy ingeniero y no le dedico un día, unos minutos a la sociedad entregando sin que el lucro esté de por medio, soy un capitalista más. Nosotros en Chile –que vivimos del capitalismo, y somos el país más neoliberal, es más hay tesis que dicen que aquí se inventa el asunto–, no podemos caer en el mismo lugar común. Acá se hacen ferias independientes, actividades culturales, se hace todo, pero todo está ligado a la institución, todo está ligado a un sistema mercantil. Yo pienso que si creemos en la palabra, debemos entregarla con amor a la sociedad. Las palabras tienen tanta fuerza, por eso las dictaduras siempre han intentado eliminar el lenguaje, porque ahí radica la verdadera movilidad social, emocional e intelectual. Nosotros tenemos, no solo un deber ético con la palabra que es escribirla de la mejor manera posible, sino que es hacerla caminar, generar movimiento, movilidad. No me baso en la temática, sino en la acción, puedo escribir el poema de amor más revolucionario o menos revolucionario, pero lo que vale es el desapego. Todos deberíamos practicarlo.
Videopoesía Tecnopacha, de Oscar Saavedra: