Por Anaís Madrid / @anaistamara
A principios del siglo XX, el sur del Ecuador engendró un abogado de profesión pero escritor de oficio que se convertiría en el fundador del vanguardismo en el continente entero. Pablo Palacio todavía atrapa a los jóvenes lectores en el colegio; Octavio Ramírez, el difunto vicioso, Nicanor Tiberio, el que devoró la mejilla de su hijo Nico, o la mujer que necesita dos sillas para sentarse son los personajes más conocidos de la locura que envuelve su narrativa.
Pero además de ser un escritor adelantado a su tiempo, Palacio es el maestro de la crónica roja. Y su libro de cuentos, publicado en 1927, se inicia con la memorable historia del investigador obsesionado que lee el titular de periódico más famoso de la literatura ecuatoriana: “Un hombre muerto a puntapiés”, y tal es la gracia que le causa que no le queda más que reconstruir la escena del crimen.
En la Feria del Libro de Quito 2015, el Ministerio de Cultura presentó la primera adaptación al cómic de este cuento de Palacio. Se trata de un trabajo que se vale de los recursos de la novela gráfica para contar con sus trazos esta historia. El ilustrador se tardó entre seis y ocho meses en concluir este proyecto que empezó en su época de colegio.
Jorge Cevallos Hernández es comunicador social y autodidacta. Le es casi imposible leer sin dibujar. En sus cuadernos, cosidos a mano, registra escenas de la literatura de Stephen King, Medardo Ángel Silva, Edgar Allan Poe, García Márquez o de la mitología griega. La adaptación al cómic de Un hombre muerto a puntapiés ganó el Concurso Nacional de Proyectos para el Fomento y Circulación de las Artes 2013-2014. Hoy está recorriendo algunos colegios de la ciudad y de la región para contar su experiencia a los jóvenes y acercarlos a la obra de Palacio a través de esta historieta.
Adaptar un cuento de Pablo Palacio al cómic, ¿por qué?, ¿qué relación tienes con su obra?
La verdad es que leí Pablo Palacio a los 15 años, pero luego reflexioné sobre su trascendencia. El momento en que lo leí en mi adolescencia, en esa primera lectura fue chévere e impresionante para mí porque todas las imágenes del relato se iban construyendo en mi cabeza y dije: Esto tengo que dibujarlo. Después fue la reflexión sobre la trascendencia de Palacio, que era un escritor importante, vanguardista, que empezó a hacer cosas diferentes. Fue el autor que más me impactó.
El caricaturista, en la era digital, ¿cómo piensa y qué retos asume?
En esta era de lo digital, la tecnología te facilita muchas cosas de la vida, vives tan rápido. Lo programas solucionan, pero ese trajín de hacer las cosas rápidas… es como que tomas distancia de conocer cómo estas funcionan. Y no solo en el arte gráfico sino en todos los aspectos de la vida. Estamos empezando a vivir tan rápido (…) claro ahora con tantos temas que te bombardean, en las redes sociales… no pierdes sensibilidad sino que vives tan rápido que no tienes tiempo de detenerte.
Parece que el narrador de “Un hombre muerto a puntapiés” es el mismo de “El Antropófago”, toda la obra de Palacio tiene unidad, todos sus relatos están conectados. “El Antropófago” y “Un hombre muerto a puntapiés” son relatos muy gráficos. Cuando lees “Vida del Ahorcado” o “Débora” es más loco. Palacio es un autor tan difícil de encasillar…
¿Cómo fue el proceso de adaptación?
Hice una primera versión, totalmente intuitiva, como te digo, leí a los 15 años este libro y me dije Tengo que dibujar esto, pero saliendo del colegio empecé con ese proceso… de tal manera que luego me di cuenta de que debía pasar ese estado intuitivo y empezar… soy autodidacta, no estudié arte, busqué bibliografía sobre la historieta y el resultado de eso es la versión definitiva de esta adaptación. Empecé guionizando con el texto original, luego fragmentando, identificando escenas, secuencias, personajes… y en la parte gráfica a armar una secuencia coherente. Me tardé entre seis y ocho meses en hacer esta versión definitiva.
En el cómic has retratado el Quito de las calles estrechas, las cúpulas de las iglesias, el Panecillo. ¿En tu lectura los ibas imaginando?
La primera lectura era una imagen; con el paso del tiempo ahora es otra. Eso es lo bonito de la literatura, cada persona, cuando lee, puede formarse su propio universo dentro de su cabeza, entonces, claro, cada persona tiene una interpretación diferente. Una adaptación es una traducción, en este caso es una traducción a imágenes. Una adaptación es limitar con formas y colores. Es una interpretación, por eso yo, si un chico o un joven me pregunta, le recomendaría que siempre vuelva al texto. En esta época, de tanta velocidad y la industria del entretenimiento con sus películas, el problema es que no regresamos a los textos originales. Los chicos y cualquier lector debe regresar al texto original, la idea de esto no es sustituirlo.
¿Cómo percibes el tema de la homosexualidad ahora, casi 90 años después de la publicación de “Un hombre muerto a puntapiés”?
Es una problemática que Pablo Palacio en esa época ponía ya en escena. Son tópicos que siguen vigentes, todavía presentes. Necesariamente viene el tema de la tolerancia, a pesar de que haya avances…
Estaba pensando en la película Persépolis, de la chica iraní que abandona su país…
Sí, claro, es interesante. No sé si has visto Virus Tropical, de PowerPaola, es un libro de una ecuatoriana colombiana, algo similar, sus padres colombianos vinieron acá, ella regresó a Colombia y vive este proceso de adaptación…
Hay un cuadro de Frida Kahlo, Unos cuántos piquetitos, que tiene una historia muy parecida a la de este narrador/investigador obsesivo de “Un hombre muerto a puntapiés”, la obra surge de un titular de periódico, una noticia de crónica roja de un hombre que apuñaló a su esposa… ¿Cómo usaste el humor gráfico para narrar esta historia?
Pablo Palacio es un genio, porque él empieza a ironizar este suceso, con el lenguaje, con su maestría, él logra ironizarlo, podríamos decir que es un humorista y también usa el recurso de la caricatura en el lenguaje. Palacio es crítico, se burla incluso del narrador protagonista, otro elemento del cuento es el policiaco, parece una influencia de Edgar Allan Poe. Por esa misma época leí Crímenes de la Calle Morgue, interesante, se podría decir que Poe es el padre del género policiaco (…) hay muchas cosas en común. La historieta fue un género subvalorado, considerado como arte menor, entonces Pablo Palacio en su época fue relegado por sus contemporáneos, son eslabones… se conectan.
La estructura del cuento es compleja; una historia dentro de otra, como cajas chinas, ¿cómo enfrentaste este reto al armar el cómic?
Se refiere a un texto dentro de otro texto. El mismo narrador construye hipótesis. Es una manera de ironizar. Tuve que plantearme terminar este proyecto, fue intenso. Porque requirió de disciplina. El arte secuencial necesita de disciplina. Es como una traducción y tienes que ver que esa traducción tenga una secuencia coherente.
Entiendo que el libro será distribuido en los colegios, para los jóvenes en general, ¿crees que esta adaptación funcionará como un anzuelo para atraerlos a la obra del lojano?
Yo creo que sí, esto no fue intencional. Sobre todo a los jóvenes les puede aproximar, puede haber aproximación a la lectura de cualquier género. Por eso llegó un punto en el que dije Por fin terminé esto, era un episodio que tenía que cerrar, dar la vuelta a la página. Me gustaría graficar un relato propio y sería chévere hacer una adaptación de Huasipungo, de El chulla Romero y Flores. Me parece que El chulla Romero y Flores es la obra más completa de Jorge Icaza. En la literatura universal hay tantas cosas, mi sueño sería hacer la adaptación de Cien años de soledad, obras extensas…
Si uno se pone a conversar con los abuelos, más o menos en los años 60 o 70 la historieta no era valorada, era considerada perjudicial para los chicos porque en esas épocas alquilaban las revistas y ávidos por la lectura se olvidaban de todo… incluso no iban a la casa y los papás se preocupaban y por eso se consideraba perjudicial. Ahora en nuestra generación es diferente, así como tenemos una pequeña tradición literaria –y el hecho de que sea pequeña no quiere decir que sea de mala calidad–, también la tradición en novela gráfica es casi casi inexistente. Hay algunos intentos, son pocos, en comparación con otros países…
Me parece que hay un clímax en el cuento, cuando empecé a leer el cómic lo que más quería era encontrar las onomatopeyas…
Las representaciones de los sonidos son logradas en el texto y en la historieta. Imagínate, abordaba tantos recursos que en esa época, no se hablaba de onomatopeyas y todo está conectado con el ritmo del texto, para mí fue un reto que haya ritmo, las viñetas, las onomatopeyas…
Y en cuanto a los textos, ¿cómo los seleccionaste?
En el momento en el que inicié tuve que identificar lo graficable y además no dañar la belleza del texto de Palacio… el pasaje en el que empieza (el narrador) a reflexionar sobre la deducción y la inducción, dibujé a Aristóteles y Bacon… tuve que buscar un equilibrio entre texto e imagen.