Por Anaís Madrid / @anaistamara
Iván Vallejo (Ambato, 1959), montañista enamorado del Chimborazo desde niño, ha llegado a la cumbre de 14 montañas que superan los 8 000 msnm sin oxígeno complementario. No le interesan los récords sino los retos y dice que nunca correrá 100. Lo suyo son las montañas y la formación de montañistas. La conquista del Everest sin oxígeno es parte del proyecto Somos Ecuador, que se propone escalar diversas montañas de las cordilleras del mundo.
Iván es el maestro de Carla Pérez, la primera mujer latinoamericana en llegar a la cima del Everest sin oxígeno complementario. Fueron cinco años de entrenamiento, marcados por dedicación y esfuerzo. En 2013 hubo un revés muy importante en el proceso de Carla y no fue sino hasta el lunes 23 de mayo de 2016 que ella pudo ver el cielo desde el punto más alto de la tierra. Esta hazaña es para Iván la culminación de una etapa.
El proceso duró algunos años, ¿cómo fue el entrenamiento físico y psicológico que tuvo Carla Pérez para lograr el reto Everest?
En total han sido cinco años, porque hace tres años tuvo su derrota en el Everest, pero dos años antes ya estuvimos trabajando para que suban. Es decir, en el 2013, fue la primera vez que Somos Ecuador fue como equipo. El entrenamiento psicológico viene como una consecuencia de los años que has vivido, entonces, como en el caso de Carla y de Esteban, aposté por ellos porque son chicos que ya tenían experiencia. Escalan desde muy jovencitos.
«En la cima sientes el regalo de la divinidad y cuando las cosas se complican sientes lo insignificante que eres, por una tormenta, una avalancha, cuando estás perdido… Solo me queda rezar y que funcione el GPS».
El tema de tener mucho oficio en la montaña desarrolla tu forma de adaptarte psicológicamente. Aquí no hay una escuela para decir ‘a ver, vamos a trabajar en la parte psicológica del miedo, del temor’. Cuando tú has trabajado desde pequeño, lo cual supone que subiste unas montañas bajas, luego medianas, después subiste tu primer Coto, después tu primer Chimborazo… todo eso ha sido un proceso formativo paralelo a la formación física, la psicológica. Obviamente cuando uno dice nos vamos a ir al Rucu, de ley tiene miedo y se pregunta: ¿y si nos vamos por el paso de la muerte? Llegas allá y escalas y tienes temor pero luego vences…
Aunque a veces haya que vivir el fracaso, la derrota…
La Carlita supo manejar bien el tema de la derrota, porque bajarse de una montaña tan grande cuando solo faltan 250 metros es un golpe psicológico bien duro; y para ella fue bastante fuerte. Entonces, el procesar y entender que no pudo llegar a la cima, para mí fue lo más importante. La Carla es una mujer muy valiente, muy centrada, sabe lo que quiere. Pero una derrota le pega a cualquiera. Creo que el trabajo psicológico estuvo en remontar el dolor que te genera un revés. La montaña es una escuela para eso; muchas veces no he llegado a la cumbre, aquí y fuera del país. Y en los ochomiles me ha tocado bajar cinco veces sin lograr la cumbre. Seis veces con lo del año pasado. Entonces, sí es un continuo vivir con la opción de que tal vez no puedas llegar; en el paquete de aprendizaje viene eso, si no, estarías desubicado, manejándote con el concepto de que siempre harás cumbre.
«Katmandú es una ciudad superloca, hippie, con muchas motos y bulla. Es una locura. Tiene su espiritualidad porque hay dos monasterios y la gente es buena onda. Pero la verdadera parte espiritual está en la montaña, si es que tú eres espiritual. Para mí la montaña es un escenario de conexión conmigo mismo».
Al subir sin oxígeno la montaña más alta del mundo, el esfuerzo físico que tienes que hacer es enorme, debes estar a la altura de eso porque vas a estar en condiciones extremas, porque someterle al cuerpo es doloroso, estás yendo en contra de la naturaleza. Ir allá con buenos argumentos es entrenar mucho, con mucha responsabilidad. Cada uno conoce su cuerpo, su nivel de respuesta, y dice: ‘en esta parte tengo que afinar más, en esta, entrenar más’. El entrenamiento es paralelo con la dieta, lo uno no puede ir sin lo otro. Una buena alimentación supone que tu musculatura, tu porcentaje de grasa y tu rendimiento físico van mejor. Ambas cosas van de la mano en el entrenamiento de alto rendimiento.
Carla es una deportista comprometida. ¿Qué virtudes y qué debilidades has encontrado en ella?
Es comprometida, luchadora y trabajadora. Es sumamente cabeza dura. Por donde mete la cabeza debe pasar todo el cuerpo; pero también tiene ese punto de madurez que si es que el riesgo es demasiado alto hay que retroceder; también dispone de lo que todos los montañistas debemos disponer que es alta resistencia al dolor. El defecto que tiene es que es muy malgenia. Supongo que con los años irá mejorando; a ratos me he reconocido en ella. Yo era así pero la vida te va ubicando.
¿Qué necesita tener un deportista para conquistar un reto como el Everest sin oxígeno?
Se me ocurren tres cosas: primero estar absolutamente claro con el proyecto que te marcas. El Everest, una maratón de 42 km, un super trail de 100 km… estar absolutamente claro y seguro de lo que quieres hacer. Segundo, estar enamorado del proyecto.
Dicen que subir al Everest es una locura que solo los que aman la montaña entienden…
En general, imagínate alguien que corra 100 km. Yo jamás lo haría, yo máximo corro 21km. Les veo que corren 100 km y digo: ‘chévere, cómo les gusta correr, aman correr’, y estas personas me dicen: ‘¿cómo te subes 14 ochomiles?, y yo digo: ‘es que amo subir montañas’. El tercer punto, porque las cosas no salen gratis, ni hay un genio en la lámpara. Es que tienes que trabajar mucho para que eso pase. Yo estuve convencido de mi proyecto del Everest y luego de los 14 ochomiles. En el caso del Everest me entrené casi cuatro años y luego doce años para los 14 ochomiles. Fueron doce años de estar yendo al Himalaya. ¡Es bastante! Estar en un nivel de exposición es bastante. Como me encanta, solo sumé los años.
Carla se ha referido a ti como el inspirador, motivador, mentor. ¿Cuál es tu relación con ella y qué comparten fuera del montañismo?
Nuestra tremenda amistad ocurre por el proyecto Somos Ecuador. Le conocí porque había subido la pared sur del Aconcagua con el Topo (Esteban) y cuando me enteré de semejante escalada dije: ‘esta mujer es extraordinaria’, y no me equivoqué. Desde mi punto, un ser humano, con el oficio que tenga, con el que yo me vaya a juntar, sea arquitecto, fotógrafo, periodista o médico, paralelamente debe ser buen ser humano. No me gusta que sea un superbuen deportista y que no tenga valores. Doy un paso al costado. Lo que nos unió muchísimo es que el Topo, la Carla y yo tenemos una química extraordinaria, tenemos los mismos valores y principios. Esta amistad es profunda, se ha fraguado y se ha nutrido mucho por el espacio y los momentos vividos en la montaña.
«La montaña no te transforma, necesariamente. Si vas por vanidad llegas a la cumbre y bajas más vanidoso. Si vas con otra actitud, la montaña sí te permite mejorar como ser humano y pulir aspectos».
La montaña es un lugar donde te muestras tal como eres. Aquí en la ciudad te puedes maquillar, muchos nos maquillamos. En la montaña estás al límite. Estás cansado, con hambre, con miedo. Eres tú como ser humano. Te conoces cómo eres. A la Carla y al Topo les he conocido durante años en situaciones límites, que nos hemos escapado de morir, que hemos sentido miedo, que hemos llorado de la alegría. La amistad que se ha fraguado es intensamente fuerte, y claro, mantenemos relación aquí en Quito. Comemos juntos, nos encontramos para reír, tomar café o ver una película. Pero el espacio más intenso que hemos vivido es en la montaña. Y es más que suficiente, porque te dice: ‘esta es Carla, este es Esteban y este es Iván’. Como son en su esencia.
Carla tiene el récord de ser la primera latinoamericana en hacer cumbre en el Everest sin oxígeno, ¿cómo miras su hazaña?
Tenía el proyecto de la primera mujer que suba al Everest sin oxígeno en el año 2006. Todavía no conocía a Carla. A la primera persona que invité para que entrenara y subiera sin oxígeno, fue María Luz Arellano, es triatlonista y está entre las cinco mejores del mundo. Tenemos una gran amistad. Le propuse porque tiene muchas capacidades. Ella es madre de cuatro hijos y me preguntó cuánto tiempo se necesitaba y le respondí que dos meses. Se disculpó diciendo: ‘mis hijos y mi marido no me van a permitir así que búscate otra persona’. Esperé que el universo me enviara a otra persona y me relajé.
Como yo había subido los 14 ochomiles, siempre pensé en una mujer que subiera sin oxígeno. Y el universo me mandó a la Carlita: cuando nos juntamos, todo el equipo, les dije que el proyecto era subir como equipo sin oxígeno y que, obvio, estuviera una mujer. Me parecía que es un lindo regalo para el género femenino. Era mi Everest sin oxígeno. Habrá que trabajar, pensé. No sabía cómo resistiría ella en los ochomiles.
Hicimos expediciones a montañas de 7 000, de 7 200, una de 7 700, luego una de 8 000, y vi una buena respuesta. En ese momento lo que interesaba era saber cómo hacer que la mujer ecuatoriana suba sin oxígeno. Nunca me he movido por las estadísticas, moverse por estadísticas no es sano. Nunca pretendí ser el séptimo en el mundo en los 14 ochomiles. Solo pensé que era un lindo reto conquistar las 14 cumbres y cuando terminé dije: ‘Qué linda coincidencia, he sido del séptimo ser humano en hacerlo’. Lo que quería es que la Carlita sea la primera ecuatoriana en subir por el mensaje que iba a significar. Después me entero que había solo seis mujeres y que ella es la primera latinoamericana sin oxígeno. Es el valor agregado, no el motivo. Estoy muy feliz de haber aportado esto al país, lo que me correspondió. La parte más importante es de Carla, por supuesto.
¿Ser mujer en la montaña significa un desafío extra? ¿El montañismo es más complicado para las mujeres?
Claro que sí, es un tema de género. Es mucho más complicado. Realmente los hombres somos más fuertes, físicamente. Hay que arrancar con este concepto. Hay cuestiones femeninas que complican el ejercicio. El hecho de que ustedes tengan la regla cada 28 días, con todo lo que eso significa, es un tema complejo. Que tienes que aprender a manejarlo porque en la montaña vas a estar dos meses, entonces tendrás dos períodos y tienes que sobrellevarlos desde la parte física hasta la parte emocional. Son elementos que están en el paquete y necesitas aprender a moverte y manejarlo.
¿Cómo superar el “fracaso” de 2013 y volver a emprender un nuevo proceso para conquistar el reto?
La palabra que conviene es revés. Yo aprendí eso porque en el Kangchenjunga. Me senté en una cafetería en Katmandú para escribir la crónica para mi página web, y primero le titulé “Fracaso en el Kangchenjunga” y pensé: no, no es un fracaso, y le di vueltas y encontré la palabra revés. Es muy buena porque a todo revés le puedes dar vuelta.
«La montaña es escuela de vida: enseña el valor de lo que significa ser paciente, el valor de las cosas simples, el valor de vivir en la austeridad, con lo básico, reconocer el miedo a morir».
Creo que hay fracaso cuando no hay vuelta atrás, cuando ya no lo puedes cambiar y se acabó. Esto es un revés, y escribí en la página web: “Revés en el Kangchenjunga”. Pensé que como todo revés le daría vuelta más adelante. Y lo hice cuatro años después.
Entonces, ¿qué le dijiste a Carla para sobrellevar ese revés?
El primer punto fue estar callados. Primero hay que masticar el dolor que te causa un revés. Vivir el dolor y el luto de ese evento que no sucedió. Hay que vivirlo en silencio. Yo ya lo había vivido en mis ochomiles. La dejé sola y luego hablé con ella. Vi que maduró y le pregunté: ‘¿quieres volver o no?’ Y me respondí que sí. Eso me esperaba. Luego, aunque suena a lugar común, le dije que estaba convencido de que esa ascensión al Everest no era su tiempo. Es duro entenderlo porque uno está hecho para llegar a la cima, pero no era su tiempo. Las razones no sabemos, quizá más adelante.
Dicen que Chomolungma (Madre del Universo) debe abrirse a las personas, que es ella la que elige quién sube y quién no…
Eso es. No era el tiempo para ella. Seguramente la montaña dijo: ‘Te voy a mandar para que madures tres años más, así que te bajas. El pretexto son los guantes o las manos, pero te bajas’. En mis derrotas es que la nieve está muy mala, qué dolor es tener que bajar. Pero eso te hace crecer como ser humano, aunque ese rato sientas rabia. Todo es así en la vida.
Tu compromiso con las montañas y con este deporte empieza cuando logras los 14 ochomiles. ¿Qué significa motivar a los jóvenes a cumplir metas?
Quisiera insistir en que no me interesa el tema de los récords. Es muy tentador pero no le vamos a dar chance. Quiero buscar propuestas distintas y exigentes. Es tentador que haya una montaña que nunca ha sido escalada. Pero subirla por el reto que implica, no por el récord, pensar cómo será, será que acertamos, será que llegamos a la cumbre, ahí está el reto. Creo que he cumplido una etapa muy chévere con Carla y Esteban.
¿Existe un buen nivel en los escaladores ecuatorianos?
Claro que sí. El nivel de los chicos de Ecuador Escala es extraordinario. Somos varios ecuatorianos que hemos subido al Everest. De hecho, somos el mayor número de personas en hacerlo sin oxígeno en América Latina. Hay otros escaladores jóvenes que van abriendo rutas en otros sitios. El nivel es superbueno. Vamos ubicándonos en un lugar muy importante en la escalada y en la alta montaña. La gente quiere entrenar más y ven que se necesita más espacio y lo crean.
¿El Everest es el sueño más grande en este deporte?
Creo que es el sueño de las personas que amamos la alta montaña, porque, por ejemplo, para los chicos de Ecuador Escala, estoy seguro de que su sueño no es el Everest si no una big wall de siete u ochos días. Para los que nos gusta el Himalaya, sin duda, es el Everest sin oxígeno. Pero lo más grande para mí fue el ascenso al K2 (la segunda montaña más alta del mundo) y al Kangchenjunga (la tercera montaña más alta del mundo). El Everest es bondadoso, llegas caminando, pero al K2 y al Kangchenjunga llegas escalando.