Por Christian J. Kanahuaty / @Kanahuaty
Hablar solos es una costumbre entrañable. Hablar con los demás, así, en general, a veces solo es un juego de significados en el universo del mercado, pero hablar con un amigo o con alguien que se piensa y asume como tal es otro tipo de juego, es un momento para la reflexión que no sucede ni en un tiempo ni en un lugar determinados. Quizá por ello el intercambio de correos electrónicos sea un modo más acertado y adecuado para volver a conversar, aunque sea brevemente y a grandes rasgos, de aquello que siempre nos motivó.
Wilmer Urrelo ganó en Bolivia el premio nacional de novela (Alfagura) con Fantasmas asesinos, el 2006 y seis años después, tras la publicación de su tercera novela (Hablar con los perros), también bajo el sello Alfaguara, recibió en Alemania el premio Anna Seghers. De momento vive en La Paz. Y podría pensarse que es uno de los mejores secretos guardados de la no tan nueva narrativa boliviana, pero no es cierto. Él no se esconde, solo que es difícil encontrarlo porque, a pesar de que sus dos últimas novelas superan las 500 páginas, ya casi no se encuentran en las librerías. Hay algo obsesivo en él y en sus lectores. Algo que los comunica en el silencio, pero también en el interior del ruido. Quizá no viaja tanto como otros escritores, porque mantiene un código que podría pensarse -desde esta actualidad desbordante- como anacrónico o romántico. Prefiere que sea la obra la que hable por él. No le es necesario mostrarse todo el tiempo. Cree que cuando un escritor se muestra todo el tiempo ya no es necesario leerlo, pero si se mantiene alejado de todos los reflectores es porque está armando algo que debemos leer.
Entonces, y ahora como ventana por la que uno ve un poco lo que hay dentro, estas preguntas son lanzadas para tratar las pulsaciones de alguien que está en otra latitud y que, sin embargo, no deja de estar próximo.
Wilmer, quisiera empezar con una pregunta un tanto recurrente. ¿En qué momento apostaste a todo o nada por la escritura, sobre todo por la novela como forma de narración?
Antes de escribir Fantasmas asesinos. Fue más o menos por esa época (2005 ó 2006) que dije que no podía hacer otra cosa. Es un montón de tiempo ya y viéndolo en retrospectiva creo que no me equivoqué, pero creo que también ya no importa, es una decisión tan banal, tan absurda, que ya no me importa. Son los años, hermanito, y la enfermedad también.
¿Te imaginas tener otro tipo de vida?
No. Y no por la idea «romántica» que entraña falsamente la literatura, no, sino porque no sabría qué más hacer.
¿Qué significan para ti los siguientes nombres: Edmundo Paz Soldán, Víctor Hugo, Mario Vargas Llosa y Alejandra Pizarnik?
Bueno, al Edmundo un enorme aprecio y admiración y también gratitud. Víctor Hugo lo es todo, es la inmensidad de las ideas y de la ficción, lo mismo Vargas Llosa, aunque lo último suyo (te hablo de sus novelas) no me gustó en absoluto. Bueno, de Pizarnik me gustan mucho sus diarios, y eso no sé qué significa, solo sé que me estremece su tristeza, nada más; ah, y esa soledad tan cautivante también.
¿Cuál sería tu guía de lectura para alguien que empieza, pero que desea empezar con la actualidad?
Yuri Herrera, Rodrigo Hasbún, Élmer Mendoza, Wendy Guerra, Lili Colanzi…
¿Quiénes serían para ti aquellos escritores que logran ser relevantes en la actualidad?
Muchos. Para mí los relevantes son aquellos que podrían haber muerto hace un par de siglos, aquellos que ya no son leídos como antes, pero que de lejos valen la pena, como Stefan Zweig o Jakob Wasserman.
Bien, luego de tres novelas publicadas y algunos premios recaudados, ¿cómo te sigues preparando para ese momento en que una historia empieza a tomar forma en la escritura?
Igual que antes: con miedo y muchas dudas, y ahora con un ingrediente más, la enfermedad, y ahí me toca planificar cómo vencer o pelear contra el dolor. O manejarlo mientras escribo y reescribo una nueva novela. En este sentido hay días malos y otros peores.
¿Por qué crees que tu proceso de escritura sea más lento que el de otros escritores?
No sé. Quizá porque cuento muchas historias a la vez y tengo que estar seguro de que eso cautivará a mis lectores. Eso sí me lo tomo muy en serio: no fallar al lector. Cuando alguien te agradece por el libro que escribiste es fabuloso.
¿Crees en esa idea del escritor comprometido?
Bueno, quizá comprometido con la literatura. Aunque el problema del escritor comprometido en realidad es que siempre (en casi todos los casos) estuvo comprometido con un partido político, con una visión de mundo, y sus libros, su literatura, pasaban a un segundo plano. Era servil a un poder y de lo que se trata es de que la literatura no sea servil a nadie.
¿Qué rol juega la música en tu literatura? Tengo en mente algunos de tus cuentos, y sobre todo tu última novela, pero quisiera que me lo expliques de una forma más clara.
Mucho. Siempre está presente. Creo que, sin abusar, hay una especie de musicalidad en las cosas que escribo. Muchas veces tacho o simplemente desaparezco páginas enteras porque leyéndolas en voz alta no suenan bien. Nada del otro mundo, creo que otros ya lo hicieron.
¿Qué es aquello que detestas de la literatura o mejor, de los escritores que están presentes en los medios de comunicación constantemente?
Mirá, hace unos años, como tú lo sabes porque lo charlamos en un par de oportunidades, te habría dado una lista larga. Ahora no me importa, no tiene mayor relevancia, ya no me fijo en eso. Hace unos meses una persona que sufre casi la misma enfermedad que padezco yo me dijo: «las cosas se ven distintas, son otra cosa, lo que antes parecía importante, grande, no lo es». Y tiene mucha razón. Yo solo quiero leer y escribir, lo que haga la otra gente (las envidias, las peleas y ese mundo miserable de la literatura) me tiene sin cuidado.
¿Si no estuvieras en Bolivia, dónde te gustaría vivir?
En el cielo de los perros. ¿Será cierto eso de que todos los perros se van al cielo? Si es verdad, quiero ir a un lugar así.
¿Qué tipo de pesadillas tienes?
Aquellas en las que pierdo mi iPad.
¿Hacia dónde va la literatura?
A escribirse de nuevo, todo el tiempo.
¿Hacia dónde va tu literatura?
A ser cada vez más triste. Y cada vez menos (en cantidad).