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El camino nos ha sido abierto

La marcha del pasado sábado 26 de noviembre en Quito, en contra de la violencia hacia la mujer, es solamente el inicio de una etapa que debe propiciar cambios en toda la sociedad ecuatoriana. Pero esos cambios deben ser también una responsabilidad prioritaria del Estado. ¿Es posible que continuemos siendo víctimas de asesinatos o desapariciones de mujeres por el hecho de ser mujeres? ¿Qué debemos pensar como sociedad en función de aportar a la solución de esta lacra?

Imagen de la marcha Vivas nos queremos de noviembre del 2016, en Quito. Foto: José Escobar.

Por Cristina Burneo Salazar / @cristinaburneos

Fotos de José Escobar / @Joc_deux

Nos abrieron el camino cuando aprendieron a leer a escondidas, cuando lograron que fuéramos a la escuela, cuando marcharon a la ciudad. Nos abrieron el camino cuando a Dolores Cacuango le incendiaron la casa y no se detuvo. Cuando supo que podía ser violada por sus patrones y resistió, cuando despertó a su revuelta interior teniendo 15 años. Mujeres como Dolores abrieron un camino vasto para las niñas, para las mujeres indígenas, para los pueblos indígenas. La gigantesca Dolores, que caminó más de setenta veces a Quito.

En las calles de esa misma ciudad, siguiendo el paso firme de Dolores, caminaron el pasado 26 de noviembre las mujeres del campo, las que cuidan las semillas, las agricultoras. Luisa Lozano, mujer saraguro perseguida por el Estado, enorme y valiente y hoy un símbolo de lucha, nos condujo sabiendo que estamos del lado de la justicia. “Por pensar diferente yo creo que no es justo que nos condenen de esa manera, por no estar de acuerdo con muchas cosas que hemos vivido aquí en el pueblo.” Las mujeres de otros movimientos de los Andes, que también llegaron a la ciudad, cantaban: “Mujeres defensoras de la tierra/ Son criminalizadas/ Legítima defensa sí/ Estado asesino no.”

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Luisa Lozano.
Clara Merino y Luna Creciente.
Movimiento Nacional Luna Creciente, Elva Ulcuango y Clara Merino.

Las mujeres nos abrieron el camino cuando María Chiquinquirá Díaz enjuició a su amo en el siglo XVIII exigiendo ser reconocida libre. Eugenia Chaves, otra mujer, narra su historia: “El movimiento de sus caderas y el brillo áureo de su piel clara le dieron fama entre los mercaderes y los negros jornaleros. Doña Estefanía, asustada por esa incontenible sensualidad, no se cansaba de azotarla, no en vano su casa era un lugar decente.” La fuerza de María Chinquinquirá detuvo el látigo de la ama, ganó su juicio y fue libre, igual que el movimiento de sus caderas. El pasado sábabo 26, otros muchos cuerpos libres evocaban su lucha bailando con la fuerza de los tambores que hicieron la misma ruta que sus antepasados. Los tambores que resonaban en nuestro cuerpo son la memoria de resistencia de estas mujeres y de estos pueblos.  

La mujer afro también marchó para defender sus derechos y en contra de la violencia.
La mujer afro también marchó para defender sus derechos y en contra de la violencia.

El feminismo es una de las revoluciones más grandes, diversas e internacionales que conocemos hoy. Lo que sucede en las calles nos lo demuestra, lo que sucedió en Quito nos confirma que se expande. Obreros, familias con discapacidad, maestros, jóvenes, se han aliado y han acogido las luchas feministas. Sabemos que ya no es posible comprender el mundo sin comprender la diferencia sexual. Los trabajadores invitaban a “liberarnos con la otra mitad de la clase trabajadora” y los jóvenes, cada vez más, renuncian a sus privilegios masculinos: poseer, violar, matar, dominar a su propia especie y a otras. Marcharon quienes han comprendido que “El feminismo no es anti-hombres, es pro-humano”, como decía una de las miles de consignas que nos guiaban.

Miles de jóvenes continúan abriendo el camino para erradicar la violencia.
Miles de jóvenes continúan abriendo el camino para erradicar la violencia.
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Organizaciones obreras también se unieron a la marcha.

Esta marcha en particular, Vivas Nos Queremos Ecuador, fue organizada por feministas jóvenes de colectivos de Quito. Las antecede el legado de las que han abierto camino en el campo, en la ciudad, en décadas de luchas diarias. Lo que muchas de ellas y sus familias comparten es ser familiares de mujeres asesinadas o desaparecidas. Esta es la fuerza de la protesta. El duelo de estas familias se convirtió en organización de la sociedad civil para denunciar la responsabilidad del Estado, el desconocimiento de la sociedad y la necesidad de que nos involucremos desde los espacios que habitamos. El valor de estas madres, padres, hermanas, tíos, es colosal. Hacen de una ausencia una forma de lucha y le dan sentido a la vida, se convocan, encabezan una marcha que seguimos seis mil personas que queremos lo mismo: que dejen de asesinar a las mujeres. “Somos el canto de las que ya no tienen voz” y “marchamos hoy para que no tengan que marchar por mí mañana”, son otras de las consignas.  

Yadira Labanda lucha por su hija, Angie Carrillo.
Yadira Labanda lucha por la memoria de su hija asesinada, Angie Carrillo.

Las mujeres vamos a seguir siendo asesinadas si no erradicamos la violencia y la hostilidad en nuestras acciones cotidianas, si no desaprendemos las violencias que nos han enseñado. El Estado ecuatoriano es responsable de la violencia contra las mujeres cuando hay un discurso de odio en el poder; cuando no se despenaliza el aborto y se obliga a las niñas y a las mujeres a abortar clandestinamente; cuando se bloquea la educación laica para sustituirla por valores e ignorancia. Y la sociedad es responsable cuando lo acepta.

Las familias de Vanessa Landínez Ortega, Angie Carrillo, Valentina Cossíos Montenegro, las personas que preservan la memoria de Sabina Angulo Colorado, encabezaron la marcha. Luz Elena Arismendi y Pedro Restrepo iniciaron en 1988 la lucha por sus hijos desaparecidos. Hoy, Rosa Ortega, Ana Ortega, Bladimir Ortega, Yadira Labanda, Ruth Montenegro, muchas otras familias, como las de Asfadec, la Asociación de Familiares de Personas Desaparecidas del Ecuador, nos conducen en memoria de sus hijas, hermanas, madres. Y como cantaba Ana Cano, Black Mama, en el concierto de cierre, seguimos, seguimos con un largo aliento: “¡Esto no termina mañana!”.

Familiares de ASFADEC resaltan el espeluznante dato: 67% de desaparecidos son mujeres.
Familiares de ASFADEC resaltan el espeluznante dato: 67% de desaparecidos son mujeres.
Bladimir, Ana y Rosa Ortega.
Bladimir, Ana y Rosa Ortega, familia de Vanessa Landínez Ortega.
Ruth Montenegro.
Ruth Montenegro, madre de Valentina Cossíos Montenegro.