Por Juan Francisco Trujillo / @JuanfranT
Pocos años atrás, España encaraba el futuro como cualquier democracia occidental moderna, con la apacible comodidad del bipartidismo pendular y como miembro de la Unión Europea y la OTAN. Desde la crisis de 2008 el país se gobernaba con un ojo en los acontecimientos políticos y otro en la receta a seguir para los ajustes económicos pedidos por los acreedores.
Hablando de tormentas perfectas, en España se desató una modélica. Ante la priorización de la agenda económica, las problemáticas sociales quedaron aplazadas: reforma a los servicios sociales y las garantías laborales fueron los primeros blancos del ajuste. Suena familiar, ¿no?
Luego, la ebullición social puso al mentado bipartidismo del Partido Popular (PP) y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en jaque. Reemplazando nuestro recordado “Que se vayan todos” por “No nos representan” ya tendrán una idea general del panorama que vivía el país peninsular en esta segunda década del siglo.
Mariano Rajoy, que en su día fue sucesor designado de José María Aznar, ha liderado a la formación Popular con un estilo cauto, calculador y basado en lograr una cantidad de votos que le garantice mayoría en el Congreso para poder gobernar. Lo hizo cómodamente en las elecciones de 2011 en las que su partido relevó al PSOE al frente del gobierno.
Su ejercicio del poder se apalancó frecuentemente en la evasión y, sobre todo, en la inacción. De personalidad introvertida, formalista y con poca propensión al debate, fue incapaz de encabezar un discurso de país ante escenarios de permanente crisis. Con una España en ebullición esto empezó a dignificar un riesgo permanente.
En 2015 la escena política nacional se vio alterada, con dos partidos nuevos: Unidos Podemos y Ciudadanos, ambas formaciones venían de lograr buenos resultados en las elecciones seccionales de años previos. Esto supuso la fragmentación del electorado, lo que dio como resultado un congreso con 4 fuerzas políticas grandes y minorías importantes. Aquí iba a ser imprescindible la negociación, algo que incomoda al establishment parlamentario. Después de varios intentos fracasados tuvieron que celebrarse nuevas elecciones en junio de 2016, con la esperanza de lograr el desbloqueo político.
El escenario se repitió y después de un fracasado intento de Pedro Sánchez –líder del PSOE– por encabezar un gobierno al no lograr los apoyos necesarios (al menos 176 votos), Rajoy Jugó sus cartas y tuvo el apoyo de Ciudadanos para alcanzar el número mágico.
Logró el objetivo pero su gobierno siempre estuvo pendiendo de un hilo, debilitado por la encrucijada política y afrontando escollos para sus proyectos de ley. Los sucesos se han precipitado en forma vertiginosa desde que, el pasado 24 de mayo, varios miembros del Partido Popular fueran condenados por su participación en tramas de corrupción y desvío de fondos.
Solo un día antes Rajoy había logrado los votos necesarios para aprobar los presupuestos generales del Estado con el apoyo de su propio partido (137) más el de las bancadas de Ciudadanos (35), Partido Nacionalista Vasco (5) y Coalición Canaria, lo que le aseguró una mayoría absoluta y aparente estabilidad para gobernar.
La resolución judicial cayó como balde de agua fría entre el Partido Popular, primera fuerza parlamentaria que estaba al frente del gobierno desde 2016. Precisamente las decenas de casos de corrupción que incluyen desvío de fondos, tráfico de influencias, pagos no registrados a funcionarios del partido, entre otras perlas, se han ido destapando en municipios, provincias y a nivel nacional, poniendo en entredicho la estructura misma del partido.
Durante los siguientes días, lo que empezó como una grieta se fue convirtiendo en un abismo para un Rajoy empeñado en la defensa a ultranza de los suyos y la negación como arma fundamental (otro dejavú).
Pedro Sánchez –líder del PSOE, la segunda fuerza política con 84 diputados– presentó una moción de censura, mecanismo previsto en el sistema parlamentario español que se utiliza para retirar o confirmar la confianza en el presidente de gobierno. Aunque actualmente Sánchez no es diputado, nada le impedía presentarse como relevo de Rajoy si la moción prosperaba.
Lo reglamentario era conseguir mayoría absoluta (176 votos de un total de 350). Durante la semana, analistas y el propio partido popular veían casi imposible un escenario adverso, tenía lógica: sin el apoyo de Ciudadanos, formación siempre reacia a pactar con los nacionalistas vascos e independentistas catalanes, los cálculos se antojaban complicados e ilógicos. En un congreso tan fragmentado, los votos que puedan proporcionarte las bancadas minoritarias resultan vitales.
Entre tanto, Rajoy obvió el hecho de que al hablar de política la lógica no aplica. En su confianza, pidió a la presidencia del Congreso apurar el trámite de la moción para el viernes 1 de junio y arrancar la siguiente semana con su legitimidad garantizada. A punta de negociación, Pedro Sánchez logró los apoyos necesarios para ganar la moción de censura con 180 votos de PSOE, Unidos Podemos y una variopinta minoría que agrupa a otras formaciones. Era la cuarta moción de censura en 40 años de democracia, ninguna había prosperado y los analistas políticos la veían más como un modo de hacer ruido y de recuperar algún espacio.
Uno de los errores más garrafales de Rajoy en su ejercicio del poder fue asumir la máxima de que no hacer, decir o explicar nada era el mejor remedio ante las crisis. No fue capaz de limpiar su propio partido ni de establecer acciones efectivas que respondan a los grandes problemas contemporáneos: la corrupción, el desempleo, las demandas nacionalistas o los recortes presupuestarios. Su partido se encuentra sepultado en escándalos y ahora pasará a la oposición sin una propuesta clara para sus propios votantes.
En contrapartida, Pedro Sánchez tiene en sus manos estos mismos asuntos, que elevan la presión después de estar desatendidos por años y pueden explotarle en la cara si no los maneja con suficiente perspectiva y visión estratégica. Lo cierto es que ahora Podemos, los nacionalistas vascos e independentistas catalanes pasan a tener una mayor capacidad de presión para establecer una agenda.
La reformulación del modelo autonómico con el que España viabilizó su pacto de convivencia, las reformas sociales tan aplazadas, dar respuesta a las demandas del independentismo catalán, que pueden ir desde el diálogo hasta un referéndum pactado son los aspectos más urgentes a tratar. Pero gobernará en minoría y esto también implica cierta fragilidad. Tiene pocos días para armar un gabinete con colegas que en su momento le dieron la espalda dentro de su propio partido. También le toca decidir qué espacios de poder otorga a sus aliados, principalmente Podemos.
Políticamente, Sánchez tiene la oportunidad de resignificar y liderar un relato político que apuntale una regeneración institucional y que explore las posibilidades para el país de cara al futuro. No será tarea fácil. Una cosa es que distintas fuerzas políticas agrupen momentáneamente votos para echar del poder a un individuo o proyecto de gobierno y otra que sean capaces de ponerse de acuerdo para facilitar gobernabilidad. ¿También nos suena familiar, no?
De entrada se presentan dos opciones: una legislatura de coalición que se concentre en impulsar reformas y termine el período previsto hasta 2020 o un escenario de ingobernabilidad donde no se alcanzan acuerdos básicos. Esto último obligaría al nuevo presidente a adelantar elecciones con la apuesta de reconfigurar las bancadas y volver a empezar.
Por ahora todo es incertidumbre, y con la coyuntura cambiando constantemente, queda claro que es imposible adelantar escenarios o dárselas de sabelotodo. (A estos últimos la propia naturaleza mutante de la política los desmiente de un momento a otro).
Pedro Sánchez: de cadáver político a presidente ateo
A sus 46 años, Pedro Sánchez se convierte en el séptimo presidente del Gobierno español desde el retorno a la democracia, en 1978. Tiene pasado como deportista y cuenta con estudios en Economía y Ciencias Políticas. Su entrada en política tiene que ver en parte con la casualidad. En 2004 se estrenó como concejal en el Ayuntamiento de Madrid y en 2009 accedió a una curul en el Congreso de los diputados. En ambas ocasiones, Sánchez fue el reemplazante de compañeros de bancada que renunciaron a sus cargos.
En 2014 tuvo el apoyo de los dirigentes históricos del Partido y se convirtió en secretario general del PSOE. Para las elecciones generales de diciembre de 2015 lideró la formación pero solo obtuvo 90 diputados, el peor resultado en la historia de esa formación política. Sánchez intentó formar gobierno con el apoyo de Ciudadanos, pero no obtuvo los votos necesarios.
Con la repetición de las elecciones, en junio de 2016, el número se redujo a 84. Aunque intentó nuevamente ser alternativa a Rajoy, al no contar con suficiente apoyo la cúpula del partido le dio la espalda. Fue destituido del cargo de secretario general. Renunció a su curul luego de que su partido decidiera abstenerse para facilitar la investidura de Rajoy. Cuando todo indicaba que su carrera había terminado, se presentó nuevamente para el cargo de secretario y ganó con el apoyo de la militancia en mayo de 2017.
Después de un año, con pocas apariciones públicas e imagen a la baja, encabezó la moción de censura contra Rajoy y acaba de convertirse en presidente con el apoyo mayoritario del Congreso. Hizo su promesa al tomar el cargo sin Biblia ni crucifijo en frente, consecuente con su ateísmo y su defensa del Estado laico.
Sánchez fue Secretario general del PSOE entre 2014 y 2016, y luego en nuevo período, del 2017-hasta la fecha. También fue Concejal de Madrid: 2004-2009, y diputado entre 2009 y 2016.
Excelentes análisis e infografías, permiten entender con claridad el porqué de la destitución de Rajoy.
Exelente analisis a la politica y economia del gobierno de Rajoy, ya que este señor nunca supo afrontar los problemas que venia acrreando sobre todo los que llevaron a una crisis devastadora del 2008, el tenia que ser destituido mucho mas antes, bueno ahora toca mirar como resuelve el nuevo presidente, pero como dice en el articulo nada facil para el señor , Pedro Sánchez.
RECTIFICACION :En la crisis devastadora del 2015