La Franja de Diversidad y Vida Yasuní (FDV), en el límite oeste del Parque Nacional, se creó para proteger a pueblos indígenas en aislamiento voluntario y para velar por los derechos de las comunidades indígenas y las comunidades colonas que habitan en la zona. Sin embargo, los gobiernos ecuatorianos han abandonado a estos grupos humanos.

El proyecto Terramaz busca promover la sostenibilidad para luchar contra la deforestación, pero estas ideas no calan en algunos de los habitantes de la FDV pues hay necesidades urgentes de servicios e infraestructura básica. El 82 % de los indígenas de la Franja vive en pobreza extrema. 

En la FDV hay conflictos por el límite oeste del Parque Nacional Yasuní, que no ha sido definido, y porque los habitantes mestizos aún no completan la titularidad de sus territorios. A esto se suma el impacto de la actividad petrolera. 

Por Ana Cristina Alvarado / @ana1alvarado

El 10 de agosto de 2009, en la comunidad Los Reyes, la campesina Sandra Zabala y dos de sus hijos, Byron y Damaris Duche, fueron atacados con lanzas por personas que fueron identificadas —por el tipo de armas que usaron— como parte del clan Taromenane. Este es uno de los Pueblos Indígenas en Aislamiento Voluntario (PIAV) de Ecuador, junto con los Tagaeri, y que habita en la zona de Amortiguamiento del Parque Nacional Yasuní, provincia de Orellana, norte de la Amazonía. 

Este no fue el primer conflicto que enfrentó a estos pueblos con los colonos, pero sí fue el primer ataque de los PIAV en los límites de la colonización y no dentro de la selva. Desde la década de los ochenta, los enfrentamientos por el avance de las industrias maderera y petrolera derivaron en la masacre de al menos 60 integrantes de los PIAV y dejaron madereros y trabajadores lanceados

Los tres integrantes de la familia Duche Zabala fallecieron y sus muertes elevaron las tensiones interculturales. Como una solución a estos conflictos, en el 2013, el Estado ecuatoriano demarcó la Franja de Diversidad y Vida (FDV) a lo largo de unos 12 km en el límite oeste del Parque Nacional Yasuní donde habitan los PIAV. Esta franja se traslapa con la zona de amortiguamiento del parque, tiene unas 36 506 hectáreas y abarca 27 comunidades mestizas y de las nacionalidades indígenas waorani, shuar y kichwa. El principal objetivo de la Franja es evitar la expansión de la frontera agrícola, que estaba causando enfrentamientos con los PIAV, y atender las necesidades de las comunidades asentadas en esta zona a través de la creación de un comité de gestión conformado por habitantes de la FDV.

La agroecología enfrenta a la deforestación en el Yasuní
El estado ecuatoriano creó la FDV para frenar la deforestación que amenaza a los Pueblos Indígenas en Aislamiento Voluntario. Foto: Armando Prado.

A pesar de no contar con la atención de los gobiernos de turno en cuanto a servicios básicos y de infraestructura, la Franja sí nació con una serie de restricciones para los finqueros y para los comuneros. Una de ellas es que no se puede intervenir más del 30 % de las fincas, según indican los planes de manejo territorial. Esta medida busca proteger a los PIAV de la expansión de la frontera agrícola y de la pérdida de biodiversidad. Además, con base en una ordenanza del Municipio de Francisco de Orellana, no se pueden fraccionar los lotes, algo que los finqueros hacen cuando necesitan repartir herencias. Esto, sumado a que el 82 % de los indígenas (waorani, shuar y kichwa) de la zona vive en pobreza extrema, de acuerdo con una publicación de la revista digital Plan V, ha provocado rechazo hacia la FDV.

En la franja además están los bloques petroleros 14 y 17, operados por la empresa china PetroOriental; 55 y 61, operados por la estatal Petroecuador; el 65, operado por el consorcio argentino Petrosud-Petroriva, y el 66, operado por la empresa ecuatoriana privada Petrobell. La actividad petrolera ha causado conflictos socioambientales debido a la contaminación por derrames de petróleo y por la quema de gas, como en el caso de la comunidad waorani de Miwaguno, que demandó a PetroOriental por cambio climático en el 2020. Los habitantes de la zona también reclaman porque las empresas no los contratan y prefieren emplear a trabajadores foráneos. Estos problemas derivan en constantes protestas y cierres de vías por parte de las comunidades.

En medio de ese contexto se desarrolla Terramaz, un programa financiado por la Agencia Francesa para el Desarrollo que busca apoyar a territorios amazónicos de Brasil, Colombia, Perú y Ecuador en su lucha contra la deforestación y la transición hacia modos de desarrollo sostenible. ¿En qué consiste y qué mejoras ha traído?

Un equipo periodístico de La Barra Espaciadora y Mongabay Latam viajó hasta la FDV para conocer de cerca la implementación de Terramaz en esta área caracterizada por las tensiones interculturales, la pobreza y los conflictos socioambientales.

La agroecología enfrenta a la deforestación en el Yasuní
La quema es una de las técnicas más económicas de convertir el bosque en terrenos para agricultura o ganadería pero causa graves efectos a la diversidad. Foto: Armando Prado.

Punto de partida: generar confianza

Para atender necesidades y solicitudes de las comunidades, en el 2015 se creó el Comité de Gestión de la Franja de Diversidad y Vida mediante un acuerdo de cooperación institucional que fue firmado por el Ministerio de Ambiente, el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca (Magap), la Secretaría de la Gestión de la Política, el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos (ahora Secretaría de Derechos Humanos) y el Municipio de Francisco de Orellana, la capital de la provincia de Orellana. Sin embargo, el comité se disolvió debido a la falta de cumplimiento por parte de las instituciones firmantes, comenta Alonso Jaramillo, coordinador territorial de Terramaz en la FDV y parte del Grupo Social Fondo Ecuatoriano Populorum Progressio (FEPP).

La desconfianza de los habitantes de la zona en la figura de la FDV se debe a este “manoseo político”, dice Jaramillo. Sin embargo, agrega el coordinador territorial, “ya hemos demostrado en territorio lo que podemos hacer”, con respecto al trabajo de Terramaz en esta zona de conflictos interculturales. En la [comunidad] 12 de Febrero nos dijeron eso: ‘no queremos saber nada’. Cuando comenzamos a trabajar y les visitamos sobre el tema de la legalización [de los predios], fuimos bienvenidos”, cuenta.

La agroecología enfrenta a la deforestación en el Yasuní
Miguel Shiguango, presidente de la comuna kichwa Río Tiputini, (derecha) lideró el cierre de las vías de la comuna como una forma de protesta en contra de PetroOriental. Las paralizaciones son comunes en la Franja de Diversidad y Vida. Foto: Armando Prado.

Al inicio del proyecto, el Magap identificó que 42 propietarios colonos no tenían títulos de propiedad porque, según explicaron habitantes de la zona, obtenerlos es costoso y requiere de bastantes trámites. Terramaz está acompañando los procesos de regularización de los predios, tanto con apoyo en la actualización de la documentación de cada expediente como con la elaboración de los planes de manejo.

Wilson Vega, coordinador de Terramaz en la FDV, asegura que al problema de la falta de títulos se suma el cambio de límites del Parque Nacional Yasuní por parte de los gobiernos ecuatorianos, como ocurrió en 1992, cuando se sobrepusieron los límites del parque a zonas habitadas por colonos y por comunidades indígenas. El resultado es un tramo de unos 10 kilómetros del margen oeste del Yasuní que no ha sido delimitado. 

La agroecología enfrenta a la deforestación en el Yasuní
Alonso Jaramillo, coordinador territorial de Terramaz en la FDV y parte del Grupo Social FEPP, muestra a los finqueros la delimitación física del Parque Nacional Yasuní, en referencia al Registro Oficial. Foto: Armando Prado.

“Una vez que estén los asentamientos identificados, hay que sentarse con el Ministerio del Ambiente y con el Ministerio de Agricultura (…) y hacer este proceso definitivo de legalización. Nosotros lo que haremos será nuevamente facilitar las cosas: convocar y ayudar a que las dos partes se junten y logren alguna resolución”, dice Jaramillo.

La transición agroecológica germina con paciencia

La hierba empieza a crecer bajo los arbustos de café. Moisés Guanuchi señala hacia abajo y dice que antes ya habría rociado herbicidas para evitar el crecimiento del “monte”. Pero estos químicos “matan los microorganismos del suelo y después baja la producción de las plantas”, explica el agricultor. Ahora, Guanuchi prefiere cortar la hierba con guadaña. También aprendió a hacer caldo de sulfocálcico, un pesticida natural a base de cal y azufre. 

La agroecología enfrenta a la deforestación en el Yasuní
María Roldan y Moisés Guanuchi aplican lo aprendido en la Escuela de Campo Agroecológica. Aseguran que el café ha mejorado, ahora los granos son más grandes. Foto: Armando Prado.

Estos nuevos conocimientos han hecho que el agricultor abandone los agroquímicos como el glifosato, un producto que la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer clasificó como genotóxico porque causa daño al ADN, es carcinogénico para los animales y que, de acuerdo con un artículo de la Universidad Veracruzana, es “probablemente carcinogénico” para los humanos. Este tipo de productos eran preferidos por los agricultores, explica Guanuchi, porque tienen efectos duraderos en contra de las plagas, pero asegura que nunca nadie le informó sobre los peligros de usarlos.

Ahora, el campesino ahorra en pesticidas y también en abono químico gracias al conocimiento adquirido en las Escuelas de Campo Agroecológicas (ECA), espacios de intercambio de saberes que buscan generar conocimientos y habilidades prácticas para una agricultura sostenible agroecológica y agroforestal. “Una transición agroecológica no se hace de la noche a la mañana, toma su tiempo y, dependiendo de cada sistema productivo y de cada finca, podríamos estar hablando de más de cinco años para que tengamos una plena transición ecológica”, dice Wilson Vega. Para él, cuatro años no es suficiente y por eso considera que este proyecto debería tener una segunda fase, que no necesariamente dependa del financiamiento y del apoyo de las instituciones francesas.

Guanuchi conoció en las ECA la preparación de los microorganismos de montaña, que permiten recuperar la fertilidad del suelo usando recursos de bajo costo y disponibles en las fincas, como frutas y melaza. “Hemos dejado de comprar esos sacos de urea, comprábamos el 10-30-10 (una marca de fertilizante inorgánico) y así muchos otros más. Se afectaba nuestra economía”, dice Guanuchi.

Caminando por el cafetal junto a su esposa, María Roldán, reconoce que el desconocimiento les llevó a “pelar todos los árboles” pero, hace unos años, empezó a sembrar árboles de guaba o guama (Inga edulis) entre los arbustos de café. Los mediadores de las ECAs respaldaron esta acción ya que esta planta provee sombra, tiene la capacidad de fijar nitrógeno en la tierra para enriquecerla y las hojas que caen alimentan de material orgánico al suelo. “Donde hay árboles veo mejor el producto”, asegura el agricultor. 

La agroecología enfrenta a la deforestación en el Yasuní
La agricultora María Roldan descansa tras una jornada de cosecha bajo la sombra que dan las guabas y los cedros que sembró en su finca. Foto: Armando Prado.

Los arbustos de café que están protegidos por las copas de las guabas están en tierra húmeda, tienen hojas más verdes y los granos son más gruesos. Guanuchi también ha sembrado árboles de cedro (Cedrela odorata), una especie que había sido diezmada pues su madera es muy valorada comercialmente.

La sostenibilidad es un reto social y económico

Frente a la finca de los Guanuchi Roldán están los sembríos de cacao de la familia Chicaiza. Allí, don Efraín recoge cacao en costales y revisa que los frutos que no están listos para cosecharse estén sanos. “Estoy agradecido con esta escuela de campo porque casi no tengo ataque de monilia, una enfermedad que afecta a la fruta del cacao y cuando hay un ataque severo se echa a perder hasta el 60 % de la cosecha”. Ahora, el agricultor controla esta plaga con la ayuda del sulfocálcico. Antes de empezar a aplicarlo, usaba pesticidas sistémicos, es decir, químicos que no se quedan solo en la superficie de la planta, sino que son absorbidos y transportados a todos los tejidos.

Efraín Chicaiza es el dirigente de Nueva Esperanza y uno de los talleres de Terramaz se realizó en sus tierras. “(Mis colegas agricultores) estuvieron muy asombrados, entusiasmados al ver cómo estoy manejándolo (el conocimiento adquirido en las ECAs). Entonces se motivan. Cuando dicen: ¿cada cuánto tiempo usted hace esto? o ¿cada cuánto hace una poda?, ahí viene el asunto difícil para ellos y dicen: no voy a hacer tanta inversión, esto es trabajo”, confiesa. El líder explica que en el campo todavía hay muchas barreras culturales hacia la transición agroecológica, pero además hay necesidades económicas apremiantes que llevan a que se busque producir rápido a pesar de los costos ambientales. 

La agroecología enfrenta a la deforestación en el Yasuní
El agricultor Efraín Chicaiza destaca que en la Escuela de Campo Agroecológica aprendió a hacer sulfocálcico, un fungicida que controla la monilia, una de las plagas más letales para el cacao. Foto: Armando Prado.

Muchos de sus vecinos prefieren dar mantenimiento mínimo a sus cultivos a base de agroquímicos mientras buscan trabajo como empleados en petroleras o en las ciudades cercanas. Máximo el 40 % de estudiantes de esta ECA están aplicando los conocimientos, según Chicaiza. “Yo les he dicho [a los coordinadores de Terramaz] que esto ojalá no sea solamente este año, que se vayan buscando mecanismos o recursos económicos para que esto se siga dando y se siga incentivando a los agricultores, porque esto de vivir en el campo no es cosa fácil”, dice el dirigente.

Al cierre de este reportaje todavía falta medio año de capacitación de esta primera escuela. Uno de los módulos, explica Wilson Vega, aborda el tema de la administración y la comercialización, para que los habitantes de la FDV puedan vender y obtener réditos de los productos libres de agroquímicos que están empezando a producir. Esto se está fortaleciendo con intercambios que ya se han hecho con fincas, grupos y asociaciones agroecológicas de otras regiones de Ecuador e incluso del sur de Colombia. “El próximo año, por ejemplo, ya está planificado el intercambio para ir a ver experiencias de cacao en Esmeraldas (provincia costera en la frontera con Colombia)”, adelanta Vega. Al finalizar la capacitación, los estudiantes recibirán certificados de participación o aprobación, de acuerdo con el caso, por parte de la Universidad Amawtay Wasi.

Las clases están siendo documentadas para luego elaborar material audiovisual que pueda ser entregado a las 27 comunidades mestizas e indígenas que habitan en la Franja de Diversidad y Vida (FDV) del Yasuní. Además, en febrero empezará una segunda etapa del proyecto Terramaz que convocará a los habitantes de la parte centro-sur de la FDV, donde hay menos concentración de personas que en el sector norte. Otro mecanismo implementado por Terramaz para promover la transición agroecológica es el Fondo de Inversión Local, un financiamiento por concurso que otorgará 1000 dólares a iniciativas agrícolas, artesanales, agroforestales, educativas o turísticas con prácticas sostenibles en la zona. 

La agroecología enfrenta a la deforestación en el Yasuní
La mazorca de cacao nace de una delicada flor de un par de centímetros de diámetro. Foto: Armando Prado.

La gobernanza es el mayor desafío

Terrramaz arrancó a finales de 2020 y tendrá una duración de cuatro años, es coordinado por el Centro de Cooperación Internacional en Investigación Agronómica para el Desarrollo (CIRAD, por sus siglas en francés), la ONF Internacional (filial de la Oficina Nacional de Bosques de Francia) y la Asociación Agrónomos y Veterinarios Sin Fronteras (AVSF). En Ecuador, Terramaz es ejecutado por el Grupo Social Fondo Ecuatoriano Populorum Progressio (FEPP), una fundación que ha trabajando con comunidades indígenas y mestizas en la zona desde antes de la conformación de la FDV.

Entre los objetivos de Terramaz FDV Yasuní (nombre del programa en Ecuador) está el construir gobernanza en la FDV activando un comité de gestión; la implementación de Forland, un software para la detección de la deforestación y el ordenamiento del territorio; la transición agroecológica a través de capacitación y apoyo económico; la regularización territorial y la legalización de propiedades para evitar el crecimiento de la frontera agraria que amenaza a los PIAV. También hacen énfasis en la investigación sobre los usos de los suelos y títulos de las tierras, el sistema agrario y otras problemáticas sociales y ambientales de esta zona.

Desde el 2015 no había comité de gestión de la FDV. Solo hasta diciembre de 2021 se volvió a activar esta figura organizativa, luego de que Terramaz organizara tres encuentros con representantes de las 27 comunidades y con el apoyo del Ministerio de Agricultura y Ganadería, una de las pocas instituciones que ha mantenido su presencia en la zona, según relata Alonso Jaramillo. En ese mes se escogió una junta directiva de 10 personas provenientes de comunidades mestizas y kichwas. Patricio Taco, biólogo experto en manejo de áreas naturales y ecoturismo, fue elegido presidente. 

La agroecología enfrenta a la deforestación en el Yasuní
La construcción de caminos es una de las mayores amenazas para los bosques y los Pueblos en Aislamiento Voluntario. Foto: Armando Prado.

Sin embargo, a mediados de 2022 la inconformidad hacia la FDV se acentuó, según comenta Taco. En el nombramiento de la directiva estuvieron los representantes de los ministros y los máximos representantes de las cinco instituciones públicas involucradas en la FDV, no obstante, el compromiso con la población de la franja disminuyó en los siguientes encuentros.

El comité consideró que transportarse hacia las comunidades puede ser difícil así que, para incentivar la asistencia de las autoridades, convocó a una reunión en Coca —como es conocido el Municipio de Francisco de Orellana, la capital de la provincia de Orellana—. Sin embargo, solo asistieron servidores del Ministerio de Agricultura y de Proamazonía, un programa del Ministerio de Ambiente y del Ministerio de Agricultura para disminuir la deforestación. “Los representantes de las comunidades se movilizaron hasta el Coca, cómo no va a generar molestia esa ausencia de las entidades”, reclama Taco ante el desplante del gobierno de Guillermo Lasso. Como consecuencia, el vicepresidente del comité incentivó el fraccionamiento del organismo y, acompañado de un grupo de simpatizantes, emitió un comunicado en el que se pide que se derogue la Franja de Diversidad y Vida.

Taco ha buscado consolidar el comité para exigir a las instituciones de gobierno que cumplan con la implementación de servicios básicos, construcción de carreteras para comercializar productos agrícolas, implementación de infraestructura de educación y salud, compensaciones por mantener el bosque y oferta de oportunidades laborales. También ha solicitado la reestructuración de la directiva del comité. “Hemos avanzado poco. Solo llegamos al punto en que el convenio y el modelo de gestión de la FDV sean revisados”, dice.

La agroecología enfrenta a la deforestación en el Yasuní
Alonso Jaramillo, coordinador territorial de Terramaz en la FDV y parte del Grupo Social FEPP. Foto: Armando Prado.

“[El 23 de agosto de 2022] vino la audiencia en la Corte Interamericana de Derechos Humanos [en contra del Estado ecuatoriano por vulneraciones hacia los pueblos Tagaeri y Taromenane], y ahí efectivamente se demostró que el Estado poco o nada había hecho. En ese sentido, nosotros como proyecto hemos aprovechado esta coyuntura para invitarlos, para que haya una mayor proactividad de parte del Estado”, dice Wilson Vega, coordinador territorial de Terramaz.

Mientras tanto, Terramaz busca darle legitimidad al comité al convertirlo en el convocante de capacitaciones de construcción civil, catering (servicio de alimentación) y piscicultura. La decisión de realizar estos cursos surgió tras un diagnóstico de las necesidades de capacitación en la zona. “Queremos ir dando la idea de que el comité es una estructura funcional, que sirva o que haga la gestión necesaria para la implementación de ese modelo (de gestión de la FDV)”, explica Alonso Jaramillo.

Terramaz también busca que el Comité o el gobierno autónomo descentralizado cantonal o provincial se apropien de Forland. Esta es una herramienta de información geográfica de gestión de territorio en la que se podrá levantar información de la FDV y ver el aumento o disminución de la deforestación y el estado en que están las fincas agroecológicas.

La agroecología enfrenta a la deforestación en el Yasuní
En la Amazonía ecuatoriana es común el tránsito de transporte cargado de troncos de árboles. Foto: Armando Prado


Explora el mapa Amazonía viva


La agroecología enfrenta a la deforestación en el Yasuní La agroecología enfrenta a la deforestación en el Yasuní La agroecología enfrenta a la deforestación en el Yasuní La agroecología enfrenta a la deforestación en el Yasuní La agroecología enfrenta a la deforestación en el Yasuní