Por Melvi Rico y Lise Josefsen Hermann, Fotos de Sara Aliaga

Para llegar a la comunidad de Bia Recuaté, donde vive el pueblo Yuqui, hay que cruzar senderos estrechos que conectan varios pueblos. Casi todas estas localidades están habitadas por colonos que llegaron desde otras partes de Bolivia. El viaje dura unas cinco horas desde la ciudad de Cochabamba. Luego de cruzar el Puente Roto se empieza a sentir el olor de la humedad de la selva amazónica y uno va perdiendo la noción del tiempo.

Este mismo bosque ha sido testigo de décadas de luchas del pueblo Yuqui contra los colonos, desde que intentaron arrebatarles su territorio a finales de los años cincuenta, cuando el gobierno boliviano inició el proyecto de colonización de extensas áreas en la provincia del Chapare, hasta hoy. Antes de eso, el pueblo Yuqui vivía recolectando frutas, pescando y cazando en lo profundo de la Amazonía.

ESTATUTO AUTONÓMICO DE LA NACIÓN BIA-YUQUI (DESCARGA)

En los sesenta llegaron los misioneros del grupo evangélico Misión Nuevas Tribus (NTM), con sede en Estados Unidos. Ese fue el primer contacto del pueblo Yuqui con el mundo de afuera.

Según estudios antropológicos del científico boliviano Roy Querejazu Lewis, los yuqui recibieron nombres bíblicos por parte de los misioneros y aprendieron de esos grupos religiosos a cultivar diferentes tipos de plantas.

A mediados de los noventa, los yuqui adoptaron apellidos referentes a elementos de la selva, como flores, frutos o animales, para fortalecer su conexión con la naturaleza y afirmar su identidad y su cultura como pueblo de cazadores y recolectores.

Los yuqui habitan, sobre todo, en la comunidad Bia Recuaté, en la provincia del Chapare, una región conocida por ser una de las principales zonas de producción de hoja de coca en Bolivia. Según la Oficina de las Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito (UNODC) y de acuerdo con datos del Estado Plurinacional de Bolivia, en junio del 2019 -todavía bajo el gobierno de Evo Morales- la mayor parte de esta producción estuvo vinculada con el narcotráfico.

MONITOREO DE CULTIVOS DE COCA 2019 (DESCARGA)

Bia Recuaté está a unos 260 kilómetros de Cochabamba. En este territorio conviven al menos tres pueblos indígenas diferentes: Yuquis, Yuracarés y Trinitarios. Su territorio fue declarado oficialmente un TCO, es decir, Tierra Comunitaria de Origen, de acuerdo con la terminología estatal, y en los últimos años, ese nombre devino en una adaptación: TIOC, Territorio Indígena Originario Campesino.

Existen 298 TIOC en Bolivia y constituyen aproximadamente un 25% de la Amazonía boliviana. Son territorios destinados para la vida de pueblos indígenas, y se distinguen de las propiedades individuales porque están amparados en el derecho colectivo sobre el territorio. Son reconocidos como tales por la Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia y por el Convenio 169 de la OIT, que protege los derechos de los pueblos y los territorios indígenas.

El TCO Yuqui-CIRI comprende 115.924.86 hectáreas en total.

pueblo Yuqui
Salomón Quispe es un pescador de la comunidad Yuqui. Cada miembro de la comunidad tiene una especialidad: algunos son cazadores, otros, recolectores; las mujeres generalmente elaboran artesanías y otros, como Salomón, se dedican a la pesca como actividad principal para alimentar a sus familias. Foto: Sara Aliaga.

El Covid-19, nuevo enemigo de los yuqui

Carmen Isategua es la cacique mayor, la autoridad máxima de la comunidad. A sus 35 años -el rostro preocupado, la mirada inquieta-, ella relata cómo la Covid-19 enfermó a la comunidad. “Pero no hemos muerto porque somos fuertes,” dice, como si quisiera inmnunizar con sus palabras a todos los yuqui.

Los yuqui son uno de los pueblos indígenas más pequeños de Bolivia, con tan solo 360 habitantes. Según estudios del International Work Group for Indigenous Affairs (Iwgia) y de acuerdo con La Confederación de Pueblos Indígenas del Oriente Boliviano (Cidob), el pueblo Yuqui es altamente vulnerable y está ubicado en la categoría de Contacto Inicial. Una categoría adicional los describe como población en aislamiento voluntario.

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Carmen  Isategua, cacique mayor y máxima autoridad de la comunidad Yuqui, es la encargada de velar por el bienestar integral de la comunidad y defender el territorio de acciones ilegales de agentes externos. Foto: Sara Aliaga.

Bajo los criterios de vulnerabilidad construidos con el aporte de varias instituciones y validados por la CIDOB, se identifica al pueblo Yuqui como el de mayor vulnerabilidad del territorio boliviano, priorizando los criterios inmunológicos o de salud, y el criterio territorial.

Los yuqui reconocen que la amenaza a sus territorios ya no es la única que deben enfrentar. La precaria atención de salud, que ya ha traído de hace muchos años una cadena de enfermedades como la tuberculosis, que mermó a una parte de su población en el 2012, se agudizó desde que llegó la pandemia de la Covid-19.

A pesar del optimismo de Carmen, según el Secretario de Salud de Bia Recuaté, Leandro Quispe, hasta finales de octubre se habían registrado 19 casos de contagio y un muerto en la comunidad. La Covid-19 preocupó también a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que en junio advirtió mediante su cuenta oficial en Twitter que el pueblo Yuqui está en “grave riesgo” por la pandemia, tanto que «podría representar un grave riesgo para la supervivencia del pueblo indígena”.

La enfermedad y la muerte son asuntos de todos

Cuando un familiar yuqui está internado en algún hospital fuera de la comunidad -nos contó Carmen-, los miembros de la comunidad acostumbran a acompañar al enfermo hasta que reciba el alta. Carmen se molesta mucho ante la incomprensión de los abba (en la lengua Yuqui, este vocablo nombra a las personas externas a la comunidad) y de los médicos, porque no les permiten quedarse junto al enfermo. “Cuando nos enfermamos no va uno, va toda la familia a vigilarle porque esa es nuestra costumbre. En cambio, los abba se enferman y lo dejan a sus parientes. Nosotros no somos así. Se enferman y los perseguimos. Les miramos qué le están haciendo, hacemos el seguimiento de ellos, estamos al lado de ellos”, reclamó enérgica.

Al llegar a la comunidad nos encontramos con muy pocas familias. La mayoría de las casas estaban vacías y con un candado en la puerta. Los vecinos que aún estaban ahí nos dijeron que algunos habían ido al bosque a cazar o a pescar. “Es casi que imposible saber dónde un Yuqui se va a encontrar mañana. Son libres y no siguen lógicas citadinas -nos explicó el líder yuqui Abel Laira-, se van de un momento a otro, desaparecen y no hay cómo ubicarlos porque no hay señal para llamarles. Algunos se van para el monte y otros a lugares que no se sabe”.

CHERASIAM. VISIÓN YUQUI DE BIENESTAR (DESCARGA)

Los yuqui tienen una visión colectiva muy profunda de la muerte. La muerte de una persona se convierte en una pena que involucra a toda la comunidad. Como muestra de respeto y dolor por el luto, los miembros de la comunidad pueden dejar de comer durante días. “Es una tristeza recordar, muy doloroso. Un hermano que perdamos aquí es como perder cien yuquis”, cuenta Jhonathan Isategua, un hombre de 52 años, ex cacique de la comunidad.

Para el pueblo Yuqui, la llegada de la pandemia causó mucho miedo al principio. Como ocurrió con muchos otros pueblos indígenas amazónicos, los yuqui usaron la estrategia de aislamiento voluntario para evitar contacto con personas de afuera de su comunidad. Pero esta medida  también devino en una grave crisis alimentaria. Al cumplir con el aislamiento, los dirigentes no pudieron salir a comprar los alimentos que distribuyen comúnmente entre los pobladores. Ese déficit en sus rutinas alimentarias provocó su debilitamiento y el estado de salud ya vulnerable de muchos comuneros empeoró.

El temor por el nuevo coronavirus se sumó a los varios casos de tuberculosis, anemia y micosis que hay entre los miembros de la comunidad.

pueblo Yuqui
Oscar es uno de los más viejos de la comunidad Yuqui. Su forma de subsistencia es la caza. Es muy experto. Los animales que cazan los yuqui son para consumo propio. En la imagen, Oscar muestra las aves que cazó para su almuerzo. Foto: Sara Aliaga.

Sin servicios básicos

Aunque Bia Recuaté es una comunidad que conserva las tradiciones de cazar, pescar y recolectar frutas, su alimentación se complementa con el consumo de otros productos que requieren de refrigeración, pues el intenso calor de la Amazonía acelera la putrefacción de los alimentos. Pero aquí no hay energía eléctrica. El único punto de conexión a la electricidad y a internet que tienen los yuqui está en un pequeño corredor del aula del colegio. Un cable alargador de tres enchufes sirve para que los pocos que tienen un teléfono celular, entre ellos el personal de salud, recargue la batería de sus aparatos electrónicos y se conecte a internet, y eso de manera intermitente.

Algunos jóvenes creen que es indispensable tener energía eléctrica, pero la cacique mayor, Carmen Isategua, cree que esto afectaría a la economía de las familias que no tienen recursos para pagar las facturas mensuales, resultado del congelamiento de sus recursos provenientes del Plan de Manejo de territorio TCO Yuqui-CIRI, un instrumento que establece el aprovechamiento sostenible y legal de los recursos forestales del territorio indígena, pero que se encuentra suspendido.

La profesional de salud de la comunidad, Gimena Torrico, dice que más importante que la energía eléctrica es el agua potable. “Si bien cuentan con agua del rio Chimoré, solo les sirve para bañarse y lavar ropa”, explica. El río está contaminado a causa de las aguas servidas provenientes de pueblos aledaños, como Chimoré y varios pobladores han reportado ya constantes molestias estomacales.

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Oscar, un cazador yuqui, bebe agua traída del rio que se encuentra cerca de la comunidad. El agua del rio no es potable y generalmente presenta residuos de aguas servidas de comunidades cercanas, lo que les ha ocasionado muchos problemas estomacales. La comunidad no tiene acceso a servicios básicos esenciales como agua potable ni red eléctrica. Foto: Sara Aliaga..

El narcotráfico

Como parte del mismo territorio amazónico, el pueblo Yuqui y el pueblo Yuracaré comparten recursos forestales de su TCO Yuqui-CIRI.

El aprovechamiento de los recursos del TCO ha sido planificado de forma sostenible y responsable. Con apoyo de la Usaid (La Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo), ingenieros forestales y la Organización Indígena Forestal (OIF) Yagua Samu, que se encargaba de la administración del Plan de Manejo y del censo forestal, se ha calculado cuántos y qué árboles se puede talar y cuáles no se debe tocar, para preservar el equilibrio ecológico de la selva.

El Plan de Manejo estableció el aprovechamiento legal de los recursos forestales del territorio a través de mecanismos y procedimientos técnicos avalados por la Autoridad de Fiscalización y Control Social de Bosques y Tierra (ABT).

Estos recursos sirven para solventar gastos dentro de la comunidad como la subvención de alimentos que se le da a las familias cada lunes, la manutención de niños del internado y medicamentos que faltan en la posta médica.

Pero el Plan de Manejo se encuentra suspendido debido a varios desacuerdos y conflictos entre los dos pueblos indígenas, luego de que la población yuqui denunciara la existencia de cultivos ilegales de coca, narcotráfico y tala ilegal de madera en el área correspondiente a los yuracaré.

El ex cacique Jhonathan Isategua no teme alzar la voz a pesar de los riesgos: “Ellos trabajan cosas ilegales. Hemos puesto una tranca de control y hemos decomisado paquetes de coca (cocaína)”.

El puesto de control al que se refiere Jhonathan es un punto de delimitación del TCO Yuqui-CIRI. En julio del 2020, el pueblo Yuqui presentó incluso una demanda oficial ante la Asamblea Departamental de Cochabamba sobre la presencia de narcotráfico en su territorio y la existencia de una pista ilegal dentro del mismo TCO.

Pero las autoridades también constataron la presencia del narcotráfico que el pueblo Yuqui denunció. En agosto del 2020, la Unidad Móvil de Patrullaje Rural (Umopar), junto al entonces ministro de Gobierno, Arturo Murillo, descubrieron una pista clandestina que había sido usada para el traslado de droga producida en un laboratorio ubicado en esa misma zona, y que, según publicó la prensa local, habría sido protegida por “un lugarteniente de Evo Morales”. A la vez, el Ministro denunció la tala indiscriminada que se había realizado para la construcción de la pista.

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En una parte del territorio amazónico de Bia Recuaté se puede observar este espacio chaqueado o desbastado, muy cerca de una plantación de coca. Foto: Sara Aliaga.

La resistencia Yuqui

Tanto la llegada del nuevo coronavirus como las amenazas de los colonos a sus territorios, la tala ilegal, el narcotráfico y la desidia estatal constituyen un largo historial de violación de los derechos de los yuqui, amparados en el sistema universal de Derechos Humanos de las Naciones Unidas y en la misma Constitución de Bolivia. La salud y la educación dependen de los recursos del Plan de Manejo que se suspendió y, como consecuencia, el orfanato del pueblo, donde albergan a 35 niños y niñas que quedaron huérfanos luego de que sus padres murieran, víctimas de la epidemia de tuberculosis del 2012, ha quedado a la deriva.

Al inicio de la pandemia, los yuqui tuvieron que comprar sus propios medicamentos para poder combatir la enfermedad, pues las autoridades gubernamentales llegaron tarde.

Pero la pandemia solo fue la última de una larga serie de amenazas para este pequeño pueblo indígena de la Amazonía boliviana que se ha declarado en resistencia. Ahora, el pueblo Yuqui se empeña en cuidar su identidad, sus costumbres y su selva a costa de lo que sea.


Este reportaje fue producido con apoyo del Rainforest Journalism Fund, en colaboración con el Pulitzer Center.