El manejo sostenible del bagre dorado, la piramutaba (o manitoa) y la gamitana (o tambaquí) es clave para la conservación de las pesquerías amazónicas. Estas especies son consideradas centinelas de la salud y de la conectividad a gran escala de los ecosistemas acuáticos.
Propuestas locales para evitar la sobreexplotación de los recursos pesqueros han dado buenos resultados. Mientras tanto, las debilidades normativas y de control por parte de los gobiernos de los países amazónicos se mantienen.
La Amazonía se extiende por nueve países y sus peces migratorios no conocen fronteras. El reto para la sostenibilidad de las pesquerías es extender las soluciones locales hacia toda la cuenca. Ictio.org, una plataforma de ciencia ciudadana, contribuye a ese propósito.
Por Ana Cristina Alvarado / @ana1alvarado
Las pesquerías son la fuente de proteína más importante para los habitantes de la Amazonía. Por ejemplo, en el municipio de Santarém, Brasil, cada persona consume, en promedio, hasta medio kilo diario de pescado. No obstante, múltiples actividades humanas y el cambio climático amenazan al comercio y a la soberanía alimentaria de esta región. Frente a esto, pescadores y organizaciones no gubernamentales trabajan en el diseño e implementación de soluciones.
Un equipo de 25 expertos, convocado por Wildlife Conservation Society (WCS) y por la Alianza Aguas Amazónicas, identificó la necesidad de plantear una gestión más sostenible de la actividad pesquera, con base en especies migratorias, para conservar la biodiversidad y asegurar el bienestar humano. Este es uno de tres objetivos de conservación propuestos en el informe de los expertos. En el artículo La Amazonía comienza en los Andes, hablamos sobre la conservación de paisajes fluviales y la preservación de las llanuras inundables.
Los especialistas recomendaron que los esfuerzos con respecto a pesquerías se centren en tres especies consideradas centinelas de la conectividad acuática de la Amazonía. Éstas son el bagre dorado (Brachyplatystoma rousseauxii), la piramutaba o manitoa (Brachyplatystoma vaillantii) y la gamitana, también conocida como pacú o tambaquí, (Colossoma macropomum). Su protección aseguraría la conservación de otras especies acuáticas, de los ecosistemas que habitan y de la conectividad acuática de la cuenca amazónica.
“Son muy importantes para las economías locales y regionales, así como desde el punto de vista ecológico, debido a sus grandes migraciones”, dice João Campos-Silva, ecólogo brasileño especializado en conservación y parte del Instituto Juruá, que trabaja en la gestión participativa de los recursos naturales en el estado de Amazonas, Brasil.
El dorado y la piramutaba son grandes bagres que se caracterizan por las largas migraciones que enfrentan para completar su ciclo vital. El dorado recorre 11 mil kilómetros a lo largo de su vida, por lo que es reconocido como el protagonista de la mayor migración del mundo en agua dulce. Las larvas empiezan el recorrido en las estribaciones de los Andes. Llegan al estuario del Amazonas en el océano Atlántico como juveniles y regresan a los ríos andinos siendo adultos, para reproducirse. La gamitana, por otro lado, realiza migraciones de corta distancia, de acuerdo con Pedro Jiménez, científico del proyecto de Agua Dulce de The Nature Conservancy.
Jiménez explica que los bagres juegan roles ecosistémicos importantes. Por ejemplo, los bagres son predadores y regulan las poblaciones de otros organismos. Mientras tanto, la gamitana degrada material vegetal y lo devuelve al ambiente para que sea aprovechado por otros organismos. Además, es dispersora de nutrientes y semillas. Sin embargo, estas especies son sobreexplotadas en muchas localidades de la Amazonía.
Brasil, líder en los acuerdos de pesca en agua dulce
Los acuerdos de pesca se crearon en la década de los 60 para solucionar conflictos entre pescadores, originados por la sobreexplotación. Eran reglas simples de uso de los recursos pesqueros, cuenta Guillermo Estupiñán, especialista en Recursos Pesqueros de WCS Brasil. Se aplican en zonas que están fuera de las áreas protegidas.
En los 90, el Instituto Brasileño de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Ibama) oficializó la herramienta. En el 2003, el país emitió la primera norma de acuerdos de pesca, que define cómo elaborar nuevos acuerdos. “Hoy tenemos acuerdos de pesca robustos”, asegura Estupiñán. Estos delimitan áreas de manejo y comercialización con base en gobernanza compartida entre las localidades y los gobiernos. Ahora, el principal objetivo de los acuerdos es el manejo sostenible de las especies, de manera que aumente la cantidad de individuos.
Como resultado de los acuerdos de pesca, la población de pirarucú —también conocido como paiche (Arapaima gigas)—, otra especie de importancia alimentaria y comercial que está en riesgo de desaparición, se ha recuperado.
Campos-Silva asegura que el manejo del paiche también ha contribuido a la recuperación de las poblaciones de gamitana.
El experto del Instituto Juruá explica que las herramientas de manejo construidas con las comunidades son más eficientes que las normas de pesca nacionales, pues “el Estado no cuenta con suficientes recursos humanos y financieros para la fiscalización”.
En Loreto, Perú, pescadores apuntan a la sostenibilidad
Pescadores comerciales que usaban contaminantes como el barbasco pusieron en peligro a las poblaciones de peces, como la gamitana y el paiche, de las que depende la Comunidad Campesina El Chino, en Loreto, Perú. Para enfrentar este problema, 25 pescadores formalizaron la Asociación de Pescadores Artesanales (APA) Puma Garza I en el 2015, cuenta Hugo Huanaquiri, su vicepresidente. Además, crearon un Programa de manejo pesquero con el apoyo de WCS. Ahora, los pobladores acuerdan y cumplen cuotas, vedas y otras normas para conservar y proteger su territorio.
No obstante, recibían pagos injustos por la venta de productos que demandan largas jornadas de pesca. Como solución, asistieron a talleres de capacitación de WCS sobre mejores prácticas de manejo pesquero. Huanaquiri detalla que aprendieron que dejar morir a los pescados acelera la putrefacción de la carne. Para evitar este perjuicio, ahora los sacrifican rápidamente introduciendo una punta de acero en la cabeza. Asimismo, tienen un centro de faena con espacios higiénicos y congeladores para prevenir la proliferación de microorganismos y evitar la contaminación del alimento con los metales pesados del combustible de las embarcaciones.
Otro reto era evitar a los intermediarios, que suelen quedarse con gran parte de las ganancias. Entonces, se convirtieron en proveedores directos de reconocidos restaurantes en Iquitos, capital de Loreto. De acuerdo con Luis Moya, especialista en Recursos Naturales de WCS Perú, la Asociación también emite facturas y así contribuye a formalizar la pesca en la Amazonía peruana y a destacar su importancia económica. Al aumentar la recaudación de impuestos, añade el experto, se motiva una mayor conservación de los recursos pesqueros a escala nacional y de la región Loreto.
Ictio, una plataforma para aplicar soluciones a toda la cuenca
Las soluciones aisladas son una de las mayores debilidades para conservar las pesquerías amazónicas. Los peces migradores conforman el 80% de los desembarques pesqueros registrados en la Cuenca Amazónica, de acuerdo con Sannie Brum, especialista de Pesquerías Amazónicas de WCS. Ictio es una plataforma que incluye una base de datos abierta y una ‘app’ para registrar las especies pescadas en la Cuenca Amazónica. Fue lanzada en 2018 , con el objetivo de recabar conocimiento regional sobre las pesquerías.
“Esta plataforma contribuirá a entender cuándo y dónde migran los peces de la Amazonía”, explica Brum. Cualquier persona puede descargar la aplicación y registrar datos sobre la pesca, como tipo de especie, talla, precio de venta, entre otros. Almacenar esta información permite a los pescadores tomar decisiones para gestionar los recursos.
Hasta junio de 2023, 693 personas registraron más de 107 mil observaciones en Brasil, Perú, Ecuador, Colombia, Bolivia, Venezuela y Guayana. Se catalogaron 119 especies distintas. En estos primeros cinco años, que han estado dedicados principalmente a capacitación de pescadores en el uso de la plataforma y la ‘app’, ya se ha hallado información reveladora. En el río Napo, en Ecuador, se ha registrado el aumento de la distribución geográfica de la carachama (Acanthicus hystrix), un pez comestible de aspecto prehistórico.
“Logramos recolectar información a escala, algo que no es sencillo en la Amazonía”, dice Brum. Durante la realización de este artículo, los especialistas de Ictio estaban trabajando en un análisis sobre cuándo y dónde migran los peces, cómo están las poblaciones en cuanto a cantidad y talla de los pescados.
Con esta información, Brum espera que se motive a los países a fortalecer la gobernanza pesquera, con un enfoque especial en las regiones transfronterizas, que han sido tradicionalmente relegadas por los gobiernos de países amazónicos. «Pero tienen que hacer una gestión compartida, y para esto es necesario que sus representantes conversen entre sí y se pongan de acuerdo sobre medidas concretas».
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