Representantes de los 196 países que ratificaron el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) se reúnen en Cali, Colombia, entre el 21 de octubre y el 1 de noviembre, para evaluar avances y apurar medidas tendientes a detener la destrucción de biodiversidad en el planeta.
En la COP 15 −que tuvo lugar en China y Canadá, en 2022− los 196 países definieron 4 objetivos y 23 metas a cumplir hasta 2030, mediante el Marco Mundial de Biodiversidad de Kumming−Montreal (MMB).
La alimentación, la salud y la economía global enfrentan graves riesgos derivados de la emisión de gases de efecto invernadero por parte de las industrias, lo que acelera el calentamiento global, la elevación de los niveles marinos y la extinción de especies.
Por Diego Cazar Baquero / @dieguitocazar
CALI, Colombia.
La urgencia por enfrentar la crisis climática y las críticas acumuladas a los gobiernos del mundo por haber postergado durante décadas su responsabilidad para frenar el calentamiento global, marcan el tono de los eventos en Cali durante la COP 16. La COP 16 es la Conferencia de las Partes (o países), opera como la autoridad máxima de todos los países miembros y se reúne cada dos años.
El presidente colombiano, Gustavo Petro; el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, Antonio Guterres; la ministra de Ambiente de Colombia, María Susana Muhamad, y varias autoridades locales protagonizaron los discursos de inauguración de la 16ª Conferencia Mundial de las Partes por la biodiversidad global, el pasado domingo 20 de octubre.
De los discursos… ¿a la práctica?
Petro señaló al neoliberalismo como la causa de la crisis climática y llamó a la comunidad internacional a rediseñar el modelo productivo que nos rige. Para su ministra de Ambiente y ahora presidenta de la COP 16, conservar los recursos biológicos y la naturaleza es un dilema entre la paz y la guerra; Dilian Francisca Toro, gobernadora del Valle del Cauca, dijo que el reto es “dejar legados” y pasar de los discursos a la práctica, creando un fondo de protección de la biodiversidad mediante cooperación internacional, compensando a las comunidades que cuidan el ambiente y sus recursos mediante un proceso de transición hacia actividades productivas amigables con la sostenibilidad.
Guterres reconoció que “los pueblos indígenas son los guardianes de la biodiversidad, son los faros, los ejemplos del uso sostenible”; y Huang Runqiu, ministro de Ecología y Medio Ambiente de China −país que presidió la COP 15 de 2022−, resaltó el compromiso del presidente chino por liderar la política global para cuidar la naturaleza.
Pero China es el país que más contamina por emisiones de CO2 en todo el mundo, seguido de EEUU e India. Fue así en 2022 y lo sigue siendo en 2024.
Huang Runqiu fue quien dio el sello final al Marco Mundial de Biodiversidad de Kumming−Montreal (MMB) en 2022, y esta vez, en Cali, anunció una inversión de 1 500 millones de dólares para la creación de un fondo para proteger la biodiversidad. No obstante, apenas hace dos meses, su mismo gobierno reconoció problemas ambientales y sociales en sus inversiones en otros países, y tuvo que aceptar las recomendaciones sobre derechos humanos y medio ambiente que le hicieron otros estados, como parte del 4to Examen Periódico Universal EPU.
EEUU, por su parte, ni siquiera es parte del Convenio de la Diversidad Biológica (CDB).
Aunque el demócrata John Podesta asistió a Cali como enviado especial para el Clima del presidente Joe Biden, históricamente esa potencia mundial no ha sido amigable con los instrumentos e iniciativas globales orientadas a la conservación de recursos naturales y al cuidado de la biodiversidad.
Las políticas extractivistas destinadas a sostener los intereses de las grandes economías mundiales han desplazado sistemáticamente a poblaciones rurales en todo el mundo. Los niveles de desigualdad se han incrementado a ritmos sin precedentes, mientras los gobiernos y el sector corporativo multinacional niega los riesgos.
Comprender la importancia de la conectividad ecosistémica, social y cultural en la región amazónica es uno de los derroteros de este encuentro, así como la necesidad urgente de mirar a los océanos como un escenario de vulnerabilidad extrema, sometido al crimen organizado y a la falta de controles reales de las actividades de pesca industrial y sus males derivados.
Mientras tanto, miles de representantes de pueblos indígenas, organizaciones de la sociedad civil y comunidades de todo el mundo también se reúnen en la capital del departamento colombiano del Valle del Cauca, con la expectativa de participar activamente en la COP 16 y llegar a acuerdos con incidencia política, tomar medidas concretas para detener la pérdida de biodiversidad en el planeta y dejar atrás los discursos para pasar a las acciones.
Ecuador, la Amazonía y la gobernanza territorial
Entre las delegaciones participantes en la COP 16 desde Ecuador se encuentran varios líderes y lideresas de las nacionalidades indígenas amazónicas A’i Cofán, Andwa, Siekopai, Siona y Shuar.
El Convenio de Diversidad Biológica (CDB) destaca la importancia de respetar los instrumentos internacionales y el marco global de protección del conocimiento tradicional de los pueblos indígenas «como auténticas formas de conservación de la diversidad biológica y cultural», según evoca un comunicado de Alianza Ceibo.
Ante la ausencia casi total de los estados amazónicos, tanto en su obligación para generar políticas públicas de protección, así como en materia de seguridad para su vida, muchos pueblos amazónicos se han visto obligados a ejercer labores de monitoreo y seguridad por cuenta propia mediante la conformación y reforzamiento de guardias indígenas, frente a amenazas como el crimen organizado y los delitos ambientales asociados a este mercado ilegal. La respuesta de los gobiernos, en lugar de incorporar estas iniciativas en sus políticas públicas, ha sido criminalizarlos.
Según un reciente reporte de World Wildlife Fund (WWF) y la Zoological Society of London (ZSL), la selva amazónica alberga más del 10% de la biodiversidad terrestre de la Tierra y el 10% de todos los peces conocidos. Almacena entre 250 y 300 mil millones de toneladas de carbono, el equivalente a unos 20 años de emisiones globales de gases de efecto invernadero, y «contribuye significativamente a las precipitaciones en el sur del Amazonas, el Pantanal y la Cuenca del Plata». También alberga a más de 47 millones de personas, «incluidos 2,2 millones de habitantes indígenas y culturas tradicionales profundamente entrelazadas con la naturaleza y que dependen del uso sostenible de sus recursos».
El uso de tecnología para el monitoreo de amenazas a sus territorio también es una dinámica que se implementa en la región amazónica ante la marcada desigualdad relacionada con el acceso a las telecomunicaciones y, por lo tanto, a condiciones adecuadas para la toma de decisiones sobre sus vidas y sus derechos. Esta ausencia de estructuras estatales se refleja también en la grave situación de Pueblos Indígenas Transfronterizos, que habitan las fronteras entre Ecuador, Colombia y Perú; así como entre Brasil, Colombia y Venezuela; Brasil, Venezuela y la Guyana, entre otros.
Asimismo, las mujeres amazónicas como protagonistas de la gobernanza de sus territorios y la preservación de sus prácticas merecen atención especial en este encuentro. «La incompatibilidad entre conservar la Amazonía y avanzar con el extractivismo minero y petrolero, son los otros temas de interés de la delegación en la COP16», recuerda Alianza Ceibo.
El pronunciamiento conjunto de Alianza Ceibo y la organización Amazon Frontlines asegura que «los bosques de la Amazonía siguen en pie como resultado directo de la cosmogonía de los pueblos indígenas, incluso cuando se enfrentan a amenazas y presiones (económicas, sociales, culturales, ambientales), a lo largo de décadas han defendido sus territorios en función de su cosmogonía».
¿Qué busca la COP 16?
Mientras las distintas ediciones de la COP de la Biodiversidad han tenido lugar, fenómenos como el avance voraz del narcotráfico, la minería ilegal, el tráfico de especies o la trata de personas se ha producido gracias al perfeccionamiento de esas prácticas. Los Estados lo han visto pasar sin ser capaces de contener delito alguno.
Frente a esa realidad, uno de los objetivos fundamentales de este encuentro es hallar soluciones reales y urgentes para financiar acciones que detengan la acelerada devastación de pueblos enteros, selvas, bosques, ríos, océanos y páramos, con sus especies animales y vegetales, en todo el planeta.
El Convenio sobre la Diversidad Biológica, que recoge las principales preocupaciones sobre el cuidado de los ecosistemas, las especies y los recursos genéticos de la naturaleza, está diseñado para evitar consecuencias fatales para la vida de todas las especies sobre la Tierra. Pero sin recursos ni decisión política a nivel local, regional y global, eso no será posible.
Otro de los objetivos es, precisamente, velar porque el uso de los recursos genéticos que proporciona la naturaleza reconozca a las comunidades que habitan los ecosistemas de los cuales se obtiene esa información. Este propósito apunta a evitar que grandes corporaciones y estados se sirvan de los datos genéticos de plantas o animales para lucrar con ellos sin hacerse responsables por los daños causados a las poblaciones y a los territorios que dependen de esa biodiversidad.
Pero, quizás el más importante de los objetivos que se plantea la COP 16 sea el de tratar a los representantes de pueblos indígenas, comunidades locales y organizaciones comunitarias como los participantes protagónicos de esta cumbre mundial.
A lo largo de las anteriores ediciones de la COP de Biodiversidad, los principales actores y guardianes de los territorios biodiversos han sido excluidos o han tenido participaciones relativamente marginales en las discusiones. Aun cuando el sistema de Naciones Unidas con sus filiales y la comunidad científica mundial reconocen a pueblos indígenas, afrodescendientes y poblaciones rurales como guardianes de la naturaleza, sus voces no han sido tomadas en cuenta.
Por eso, esta vez se espera la participación protagónica de líderes indígenas y comunitarios, con las mujeres, los niños y las juventudes en primera línea, como lo destacó la Asociación Latinoamericana de Educación y Comunicación Popular (Aler). Se espera un giro real a escala global. Estas dos semanas lo dirán.