Por Armando Cuichán / La Barra Espaciadora.
Los diamantes naturales no son más que carbono cristalizado, que ha sido sometido a grandes presiones y temperaturas por un largo periodo. En nuestras sociedades capitalistas, los diamantes son símbolos de belleza, estatus y pureza; a ello deben su valor y la codicia que pueden provocar.
No obstante el valor intrínseco y la hermosura per se de un diamante, no son las únicas miniaturas dignas de reconocimiento y contemplación. La naturaleza en sus formas más simples y elementales también llama al asombro, en los espacios y momentos menos pensados.
Acostumbrados a posar nuestra mirada en el infinito, en aquellas lejanas estrellas que intermitentemente brillan en las noches, nos volvemos miopes ante la belleza cercana. Está bien ilusionarnos con el infinito futuro, siempre que no descuidemos lo que en el presente podemos palpar, sentir, percibir y hasta devastar, incluso sin intención.
Cinco minutos de caminata y ávida mirada, seguro revelarán detalles similares a los contenidos en la presente galería; disfrútelos y no olvide que «no hay más ciego que quien no quiere ver».